Reino Unido

Londres prepara el control del Ulster

El Gobierno conservador de Theresa May activa los mecanismos para imponer un presupuesto en Irlanda del Norte tras diez meses de negociaciones fracasadas entre el DUP y el Sinn Fein.

May, ayer, en Downing Street
May, ayer, en Downing Streetlarazon

El Gobierno conservador de Theresa May activa los mecanismos para imponer un presupuesto en Irlanda del Norte tras diez meses de negociaciones fracasadas entre el DUP y el Sinn Fein.

La amenaza de la «direct rule» regresa a Irlanda del Norte. Tras diez meses de negociaciones infructuosas entre católicos y protestantes para formar Gobierno de coalición, el Ejecutivo central de Theresa May podría iniciar hoy los trámites para imponer un presupuesto para la autonomía. De esta manera, Westminster se acerca cada vez más a gobernar la provincia desde Londres, una situación que no sólo amenaza el acuerdo de paz de Viernes Santo de 1998, sino que incrementa la tensión que se vive en la región respecto al Brexit.

La frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda es una de las cuestiones que más preocupa en Bruselas al ser ésta la única frontera terrestre que quedará entre los británicos con los Veintisiete tras la salida de Reino Unido de la UE, prevista para marzo de 2019.

El Gobierno de May quiere evitar a toda costa tomar el control de la provincia y podría ampliar de nuevo el plazo a noviembre para que las dos formaciones más votadas en las elecciones norirlandesas del pasado mes de marzo lleguen a un acuerdo. Pero, a día de hoy, éste se antoja lejano.
Las demandas de los católicos del Sinn Fein de una legislación que otorgue un estatus oficial al idioma irlandés se han convertido en el principal escollo. Aunque las formaciones también están divididas ante el matrimonio homosexual –el DUP se opone a legalizarlo– y la financiación de nuevas investigaciones sobre los fallecidos en la época conocida como los «troubles». Durante los 30 años de conflicto entre católicos y protestantes, más 3.600 personas perdieron la vida.

El DUP pidió ayer formalmente al ministro de Irlanda del Norte, James Brokenshire, que impusiera un presupuesto. Los unionistas protestantes quieren seguir con las negociaciones, ya que consideran que el autogobierno es la mejor opción para la provincia. No obstante, advirtieron de que no estaban por la labor de «llegar a un mal acuerdo improvisado para adaptarse a los horarios de los demás».

Por su parte, el católico Conor Murphy, del Sinn Fein, dijo que cualquier acuerdo con el DUP debe ser beneficioso «para todos en nuestra sociedad y no sólo para las direcciones políticas del unionismo».

Sin una resolución a la vista, el Gobierno central advirtió ayer de que no tendrá más remedio que intervenir, lo que aumenta la posibilidad de que se imponga una administración directa. Y en este sentido, los católicos temen que Londres no vaya a ser del todo neutral, ya que, tras perder la mayoría absoluta en las generales de junio, May tuvo que recurrir al apoyo –que no coalición– de los diez diputados protestantes del DUP en Westminster para poder gobernar en minoría.

Pérdida de confianza

La llamada «direct rule» ha sido una constante durante la turbulenta relación entre Londres y Belfast. Desde el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, el Gobierno británico ha decretado hasta en cuatro ocasiones la suspensión directa de la autonomía. La suspensión más larga ocurrió entre 2002 y 2007, con Tony Blair como primer ministro.

A principios de este año, el entonces «número dos» del Sinn Fein, Martin McGuinness, dimitió de su puesto de viceministro principal, lo que obligó a convocar elecciones anticipadas en Irlanda del Norte, apenas once meses después de los comicios de mayo de 2016. Argumentó su decisión como protesta por el papel de la primera ministra norirlandesa, Arlene Foster, líder del DUP, salpicada por un escándalo de malversación para la promoción de energías renovables, un fiasco que costó a los contribuyentes del Ulster 600 millones de euros. Pero el trasfondo político, en cualquier caso, era la pérdida progresiva de confianza que han sufrido en los últimos años los dos partidos mayoritarios, obligados a gobernar en coalición.

En los comicios celebrados en marzo, con una participación de casi un 65% –la más alta desde el Acuerdo de Viernes Santo–, los republicanos del Sinn Fein tan sólo se quedaron a 1.168 votos de una victoria histórica. Consiguieron 27 escaños, frente a los 28 del DUP, que se quedó por debajo de los 30 asientos que le habían asegurado hasta ahora el derecho a veto en la Asamblea de Belfast para oponerse a cuestiones sociales como el matrimonio homosexual, el aborto o la política lingüística.

Era la primera vez que los unionistas no conseguían mayoría absoluta en Stormont, una situación que no sólo refleja un cambio significativo en la sociedad norirlandesa, sino que da impulso a los católicos para retomar su objetivo histórico prioritario: la reunificación de la isla.