Malestar social
Macron afronta un explosivo Primero de Mayo en Francia
Los sindicatos recurren hoy a su último cartucho para movilizar en la calle a los franceses contra una reforma que eleva la edad de jubilación a los 64 años
El último cartucho contra la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron. Así ven muchos sindicalistas la movilización que se prepara en Francia el simbólico 1 de mayo, cuando la intersindical quiere echar el resto tras casi cuatro meses de movilizaciones en las calles. El objetivo es conseguir un récord histórico de presencia en la calle que ponga toda la presión sobre el Ejecutivo francés pese a que la polémica reforma ya esté aprobada y promulgada y que entra en vigor en septiembre.
El Ejecutivo mira con cautela todo lo que pueda pasar este primero de mayo, tanto desde una perspectiva política como de seguridad. El ministro del Interior ya ha anunciado un dispositivo de seguridad de 12.000 agentes y se calcula la presencia de miembros pertenecientes a grupos radicales de extrema izquierda y antisistema en algunas ciudades del país como París, Rennes, Nantes, Lyon o Toulouse. Desde el plano político, la primera ministra, Élisabeth Borne, presentaba el pasado miércoles su hoja de ruta para los simbólicos 100 días que Macron ha dado a su Gobierno para calmar los ánimos y mirar al futuro.
El plazo tiene un aspecto práctico: en 100 días es el 14 de julio, la fiesta nacional y el día que marca el fin del curso político. «Solo creo en los resultados. Debemos obtener resultados en todos los ámbitos, y quiero que sean concretos, tangibles y visibles para los franceses», declaraba Borne al presentar el nuevo plan del Gobierno que se basa en tres ejes: el pleno empleo, la economía verde y el orden y la justicia social. Nada de grandes reformas ni grandes debates que obliguen al Ejecutivo a volver a tirar de decreto. De hecho, el proyecto de ley sobre inmigración, presentado como la futura gran prueba de fuego tras la reforma de las pensiones, ha sido aplazado hasta el otoño. Ante la falta de apoyos parlamentarios, esta hoja de ruta tiene la apariencia de un parche para capear el temporal.
En función de lo que ocurra en estos próximos tres meses, Macron remodelará el Gabinete tras el verano o buscará una coalición con Los Republicanos que permita una estabilidad en la agenda política y abrir así una nueva etapa distinta, dejando atrás el traumático episodio de la reforma de las pensiones en una nueva temporada que estará marcada por la vitrina de los grandes acontecimientos que se van a suceder en Francia desde el otoño: mundial de rugby, reapertura de Notre Dame y Juegos Olímpicos de París. Ese ciclo de acontecimientos es la esperanza de Macron para cambiar el signo de su segundo quinquenio, en el que no habrá renunciado a su reforma estrella.
Falta por saber si ya por entonces el malestar social estará amortizado o si, por el contrario, perseguirá a Macron hasta el final de su mandato. El análisis que se hace en el Elíseo de la actual situación que vive el país es que la reforma de las pensiones ha coincidido con un momento de fatiga en la sociedad francesa tras la pandemia y la inflación. Antes, se sucedían los momentos de crisis y de bonanza: ahora muchos franceses tienen la sensación de que las crisis se encadenan sin un respiro.
De momento, a Macron le persiguen las protestas en forma de caceroladas. El mandatario lleva unos días recorriendo Francia y anunciando ciertas medidas sociales para atenuar las protestas. El palacio del Elíseo quería enviar una nítida señal: el mandatario galo no piensa quedarse recluido en París e irá a buscar el contacto con los franceses. La semana pasada anunció un aumento salarial de entre 100 y 230 euros mensuales para el personal docente en escuelas e institutos. El aumento de los salarios de los profesores es una demanda reiterada de los sindicatos. Una medida popular.
El presidente confía en que la cólera se vaya reduciendo y que, después de las manifestaciones del Primero de Mayo, los sindicatos vuelvan a la mesa para negociar el futuro «pacto para la vida en el trabajo». De momento, la secretaria general del combativo sindicato CGT, Sophie Binet, afirmaba este pasado sábado que es «evidente que hay que volver a hablar con el Gobierno». Algo que previamente ya habían anunciado otros líderes de la intersindical.
Macron sabe que no será fácil lo que tiene por delante pero, de momento, se da ese margen de cien días, un referente histórico al que mejor quizás es no mirar. Son los Cent Jours de Napoleón: desterrado en la isla de Elba, en 1815 desembarcó en la costa azul y subió hasta París, donde reconquistó el trono, pero aquellos 100 días del emperador terminaron con la derrota en Waterloo. Veremos si las pensiones son o no el nuevo Waterloo del Elíseo.
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