Francia

Macron gana el pulso a la calle

El presidente francés ha sacado adelante una de sus reformas más ambiciosas, en este caso la de los ferrocarriles franceses, ante una oposición casi invisible. La contestación en las calles, muy descafeinada

Emmanuel Macron / Reuters
Emmanuel Macron / Reuterslarazon

El presidente francés ha sacado adelante una de sus reformas más ambiciosas, en este caso la de los ferrocarriles franceses, ante una oposición casi invisible. La contestación en las calles, muy descafeinada.

Mathieu reconoce que cada vez son menos en la calle y que la chispa social contra Macron no acaba de prender. «Con la izquierda siempre pasa así, la derecha en cambio cuando sale a la calle van todos a una», dice este militante de treinta años de la Francia Insumisa, el partido de la izquierda radical que lleva varios fines de semana consecutivos en la organización de protestas en París contra las reformas del presidente en medio de la huelga de tres meses de los empleados de la compañía estatal de ferrocarril, la SNCF, ante el proyecto que el Gobierno tiene ya aprobado tras pasar en doble lectura esta pasada semana por la Asamblea y el Senado.

Para esquivar la erosión que estos paros están creando entre la opinión pública y también para hacer más simpático el mensaje opositor de la izquierda radical, las últimas movilizaciones convocadas han tenido carácter político-festivo. El primer fin de semana de mayo convocaron en varias ciudades francesas la llamada «Fiesta de Macron», en la que se pretendió subrayar la sátira y el buen humor contra el presidente en un ambiente relajado, trufado de actuaciones musicales y puestos de crêpes. Pero la estrategia de oposición «simpática» que edulcore la imagen de cascarrabias del líder izquierdista Jean-Luc Melénchon, que lleva ya tiempo sin justificar un ápice a Maduro o criticar a los medios de comunicación, no acaba de conectar con el francés medio, más preocupado de si la huelga de trenes le va a volver a estropear su fin de semana. Según el último sondeo de IFOP, un 64% de los franceses quería ya que el Gobierno «concluyese la reforma de los ferrocarriles sin ceder a los huelguistas», una cifra que ha ido en ascenso en las últimas semanas mientras los sindicatos más moderados han ido abandonando los paros.

«Macron 2, Melenchon 0». Con esta contundencia arrancaba hace unos días su tribuna de cabecera el diario progresista «Libération», poco sospechoso de respaldar a Macron, dando por ganada para el Ejecutivo la batalla por la reforma de la compañía nacional de ferrocarriles. Este nuevo tanto que se apunta el Ejecutivo sucede a otro, el de la reforma laboral del pasado otoño. «Libération», al igual que otras cabeceras de izquierdas, cuestiona abiertamente la forma de hacer oposición que está ejerciendo Jean-Luc Melénchon, con sucesivos fracasos en movilizar a una sociedad que, mayoritariamente, según las encuestas, entiende que Francia necesita reformas. «¿Debe la izquierda echar pulsos políticos al Gobierno en cada una de sus reformas cueste lo que cueste la erosión?», se pregunta con tintes retóricos su director, Laurent Joffrin. La sensación de descontento es palpable en varios sectores: desde los ferrocarriles hasta la universidad pasando por los trabajadores de la limpieza o los profesionales de la sanidad pública, pero a todos les cuesta converger en un punto para que su mensaje tenga voltaje político. «Utilizar el término convergencia es muy interesante porque traduce un malestar. Quiere decir que cada uno está defendiendo unas posiciones. Claro que hay conflictividad social, pero en cuestiones marcadas específicas para cada uno», explica la especialista en conflictos sociales Danielle Tatakowsky.

Y frente a ello, Macron, que dispone tras su primer año de mandato de un 40% de popularidad, cifra algo erosionada pero muy superior a la que tenían sus antecesores Sarkozy y Hollande a estas alturas, quiere seguir aprovechando el momento para introducir más reformas de calado. En los próximos meses y de forma casi encadenada, cuando no superpuesta, llegarán las del estatuto de funcionarios, la de las pensiones y la de las ayudas sociales, de las que esta misma semana el propio Macron, en un vídeo voluntariamente filtrado por uno de sus asesores, ha afirmado que «cuestan una pasta gansa». El objetivo del Ejecutivo es preparar el terreno para introducir el debate del coste del modelo social francés en un momento en el que le sopla el viento de cara.

Con el Partido Socialista hecho trizas, intentando evocar la figura de Pedro Sánchez para retomar cierto impulso, y con la derecha en pleno proceso de redefinición, sólo una marcada opción de izquierdas como la de Mélenchon tiene cierto eco frente al rodillo parlamentario de En Marcha, el partido de Macron. Pero la erosión a la que Macron va sometiendo uno a uno a sus rivales hace mella. Y de momento, nadie consigue dar con el antídoto para neutralizar al hiperpresidente.