Obituario

Fallece a los 100 años Henry Kissinger, el hombre de las misiones imposibles

Como secretario de Estado, contribuyó a la disuasión entre EE UU y la URSS en la Guerra Fría y negoció el fin del conflicto de Vietnam. Su apoyo a las dictaduras en América Latina, en cambio, le persiguió el resto de su vida

El diplomático y estadista Henry Kissinger será despedido en una ceremonia privada tranquila y de la que participarán familiares, amigos y varias personalidades relevantes de la política estadounidense. Muere a los cien años de edad y con un legado diplomático trascendental para la política exterior de su país durante el siglo XX. Incluso, algunos dicen que el exsecretario de Estado nunca dejó de trabajar, ofreciendo su consejo activo hasta el final, a pesar de su avanzada edad.

En julio pasado, Kissinger visitó China, donde se reunió con el presidente Xi Jinping, y durante los últimos años no guardó ante los medios sus opiniones sobre la guerra en Ucrania, la Inteligencia Artificial o los principales asuntos de la política internacional.

Kissinger se lleva a la tumba el título de «supersecretario», como le decía el expresidente Henry Ford, para quien Kissinger trabajó durante un tiempo como secretario de Estado. Al conocerse la noticia de su fallecimiento, el actual jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, no ocultó al lamentar su muerte que todavía le pedía consejo. Y ese mismo sentimiento llegó desde Pekín, que le ha llamado «buen viejo amigo del pueblo chino» gracias a las contribuciones en la reparación de la relación con Washington. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo elogió como un «estadista sabio y con visión de futuro», mientras que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que sus reuniones con Kissinger proporcionaron «una clase magistral de habilidad política».

El hombre de las misiones imposibles no se lleva a la tumba sólo felicitaciones, también será enterrado con fuertes críticas por su huella indeleble en la arena internacional. Su papel como secretario de Estado bajo los mandatos de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford marcó una época crucial durante la Guerra Fría. Este hombre de gran astucia y perspicacia ha sido tanto elogiado como criticado por sus decisiones y políticas, siendo una de las más polémicas su apoyo al dictador Francisco Franco.

Kissinger asumió el cargo de secretario de Estado en 1973, en un momento crítico para la política exterior estadounidense. La Guerra de Vietnam estaba llegando a su fin, las tensiones con la Unión Soviética estaban en su punto álgido, y el mundo enfrentaba desafíos significativos en medio de la bipolaridad global. En este contexto, Kissinger emergió como un estratega consumado, conocido por su pragmatismo y habilidades para la negociación.

[[H3:Maestro de la «real politik»]]

Uno de los hitos más destacados de su carrera fue su participación en las negociaciones de paz que llevaron al cese del conflicto en Vietnam. La firma de los Acuerdos de Paz de París en 1973 puso fin a años de enfrentamientos, y Kissinger compartió el Premio Nobel de la Paz con el líder norvietnamita Le Duc Tho. Este logro subrayó su capacidad para buscar soluciones diplomáticas incluso en medio de crisis aparentemente insolubles.

Pero mientras Kissinger recibía elogios por su papel en la resolución de la guerra en Vietnam, sus acciones en otras partes del mundo generaban críticas significativas. Una de las controversias más notorias fue su relación con Francisco Franco, el dictador español que gobernó con mano dura durante casi cuatro décadas. No sólo mantuvo relaciones estrechas con Franco, sino que también expresó públicamente su apoyo al régimen. Este respaldo a un líder autoritario planteó serias preguntas sobre la coherencia de la política exterior estadounidense, que afirmaba defender la democracia y los derechos humanos.

Así también en América Latina, donde Kissinger es recordado por favorecer el derrocamiento de Salvador Allende de la presidencia de Chile y el surgimiento de la dictadura de Augusto Pinochet y la dictadura argentina.

A pesar de estas controversias, es imposible pasar por alto las contribuciones significativas de Kissinger a la política internacional. Su papel en la apertura de relaciones con la República Popular China en 1971 marcó un hito histórico que cambió el equilibrio de poder en la Guerra Fría. La visita secreta a Pekín y las conversaciones con líderes chinos allanaron el camino para la normalización de las relaciones entre dos potencias aparentemente irreconciliables. Además, desempeñó un papel crucial en las negociaciones de control de armas con la Unión Soviética. Los Acuerdos SALT (Tratado de Limitación de Armas Estratégicas) fueron resultado de su astucia diplomática, contribuyendo a reducir las tensiones en medio de la Guerra Fría y estableciendo límites claros en el desarrollo de armas nucleares.

Otro logro destacado fue su participación en los Acuerdos de Camp David en 1978, que llevaron a la paz entre Israel y Egipto. La habilidad de Kissinger para facilitar el diálogo entre dos partes aparentemente irreconciliables subraya su capacidad para abordar conflictos regionales de manera efectiva.

Hoy, tras su muerte, el legado refleja la dualidad de sus acciones: un maestro de la diplomacia que logró avances significativos, pero también un personaje envuelto en la controversia ética.