Asia
Musharraf, acusado de la muerte de Bhutto
El ex dictador paquistaní puede optar por el exilio para evitar la condena
El último dictador de Pakistán, el general Pervez Musharraf, fue acusado ayer de estar detrás de la muerte de Benazir Bhutto. La política pakistaní fue asesinada en 2007 en un ataque suicida dirigido contra ella tras un mitin político que dio en la ciudad de Rawalpindi y la Fiscalía culpó al septuagenario militar de asesinato, conspiración y colaboración con los asesinos.
El proceso judicial supone un cambio radical en la historia reciente del país. Los militares han gobernado en Pakistán durante la mitad de sus 66 años de historia, y nunca antes un alto cargo había sido procesado. Para los generales, un caso como éste es una afrenta a su legado en el país, donde su presencia en las instituciones es fundamental.
Musharraf llegó al gobierno en 1999, tras dar un golpe de Estado contra Nawaz Sharif. Los militares condenaron a cadena perpetua a Sharif, pero éste logró llegar a un acuerdo con Musharraf y se exilió durante los nueve años de gobierno del general. Ahora han cambiado las tornas y es Nawaz Sharif el que es primer ministro –recién elegido en las elecciones del pasado mes de mayo– y Musharraf, el que sufre el abuso del poder judicial que ejerce su viejo rival.
Las bases en las que se fundamenta la acusación son unas declaraciones de Mark Siegel, un «lobista» de Washington y amigo personal de Bhutto, en las que afirmó que la política pakistaní recibió una llamada amenazante de Musharraf poco antes de su muerte. Según Siegel, Bhutto le respondió en un e-mail que si ella moría, habría cuatro responsables: el director del ISI –el servicio de inteligencia pakistaní–, el jefe de la inteligencia militar, un político rival y el propio Musharraf –que por aquel entonces era, además de presidente, jefe del Ejército–. Poco después del asesinato, el general acusó a los talibanes pakistaníes de la muerte de Bhutto y negó cualquier responsabilidad.
Ayer Musharraf volvió a negar en los tribunales cualquier vinculación con el atentado contra la política. Según los expertos pakistaníes es muy poco probable que sea condenado, pues es muy difícil demostrar su participación y Musharraf podría llegar a un acuerdo similar al de Sharif y exiliarse. Esta sería una solución beneficiosa para las dos partes. Por un lado, evitaría la condena del militar y le protegería de las amenazas de muerte que ha recibido durante los últimos días por parte de terroristas islámicos; por el otro, el Gobierno actual podría dar carpetazo a un asesinato que ha enturbiado la política del país desde hace seis años.
Un magnicidio para la historia
Benazir Bhutto se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de primer ministro en un país musulmán. Tras cinco años de mandato, se exilió en Dubái para evitar la persecución judicial de Musharraf. En 2007 Bhutto regresó para participar en la campaña electoral, pero dos semanas antes de los comicios fue asesinada en un atentado suicida. Su muerte se convirtió en un asunto de Estado cuando se reveló que ni su viudo –que gracias a los apoyos de su mujer llegó a la Presidencia–, ni las autoridades tenían ningún interés en encontrar a los culpables. El asunto llegó hasta Naciones Unidas, que demostró los esfuerzos de la Policía por ocultar las pruebas y entorpecer la investigación.
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