Política

Roma

Nadie quiere a los vivos, pero todos reclaman a los muertos de Lampedusa

Los hasta ahora 339 ataúdes de los muertos en el naufragio del pasado día 3 en Lampedusa siguen alineados en el hangar del aeropuerto de la isla o amontonados en camiones frigoríficos, pues no se ha decidido qué hacer con ellos porque todos quieren honrarlos ahora, mientras nadie se ocupa de los vivos.

"Ahora todos quieren honrar a los muertos con funerales o entierros, pero se olvidan de los vivos. Hay que empezar respetando a los vivos y no sólo a los muertos", denuncia en una entrevista Don Mussei Zerai, un cura eritreo que vive en Roma y que es punto de referencia para los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo hacia Italia.

"¿Cuántos días es posible tener tantos ataúdes sin darles una sepultura digna?", pregunta por su parte la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, que pide respuestas al Gobierno italiano.

Para Nicolini no es importante si se celebrarán o no los anunciados funerales de Estado o dónde se llevarán a cabo, si no dar sepultura a los más de 300 inmigrantes de origen eritreo y somalí que murieron el pasado 3 de octubre cuando se hundió el pesquero en el que viajaban desde Libia, pues su hacinamiento empieza a ser un problema para la pequeña isla siciliana.

Los portavoces del Gobierno italiano aún no saben nada, ni han decidido cómo serán o dónde los funerales, anunciados a bombo y platillo durante la visita del presidente de la Comisión Europea (CE), Jose Manuel Durao Barroso, a Lampedusa, este miércoles.

Pero tampoco se sabe qué hacer con los cuerpos pues "ahora todos los quieren para lavarse la conciencia", añade Don Zerai.

Zerai explica que ahora todos quieren "aprovecharse"y dan la disponibilidad para enterrarles, "incluso también el Gobierno de Eritrea, del que huían para buscar la libertad y un futuro mejor, ha pedido la repatriación de los cadáveres".

En estos días, explica el sacerdote, son muchas las familias de los inmigrantes eritreos fallecidos que han llegado a Lampedusa para identificar a los muertos y han pedido ayuda para repatriar los restos mortales de sus allegados. "Quieren poder llorarles en casa", dice.

Los familiares están llegando a Lampedusa de ciudades italianas, pero también de otros países europeos, especialmente Alemania y Reino Unido, donde se habían instalado y esperaban la llegada de los parientes, explicó el vicealcalde de Lampedusa, Damiano Sferlazzo.

Algunos pueblos de Sicilia también han manifestado su disponibilidad para enterrar en sus pequeños cementerios a aquellos a los que nadie reclame.

Mientras tanto, la Cruz Roja italiana ha puesto a disposición un teléfono y un correo electrónico que está recibiendo estos días decenas de mensajes de parientes que envían fotos o datos para saber qué ha pasado con sus familiares.

Don Zerai explica que además del drama de los más de 300 muertos, hay que recordar que los 155 supervivientes del naufragio, entre ellos 41 menores, siguen en Lampedusa en el centro de acogida en condiciones "infrahumanas".

"Han vivido un viaje infernal, han sufrido el trauma de la muerte de sus compañeros y de sus familiares, necesitan de todo y también ayuda psicológica, pero por ahora sólo viven en condiciones tremendas, hacinados y durmiendo al aire libre", explica.

El ayuntamiento de Roma se había ofrecido para ocuparse de los inmigrantes que sobrevivieron a este naufragio, pero por ahora siguen en Lampedusa.

A Don Zerai le llegan las llamadas de los inmigrantes eritreos que se encuentran a la deriva o en dificultades en el Mediterráneo para que dé la voz de alarma.

Este jueves volvió a sonar su teléfono, le llamaban en medio del Canal de Sicilia, eran 105 personas a bordo, había niños y mujeres embarazadas, llevaban cinco días de viaje, el motor se había parado y entraba agua en la embarcación.

"Llamé a la Guardia Costera italiana y les di las coordenadas como hago siempre y sé que les han salvado", dijo el sacerdote eritreo.

Pero no siempre es así. El 3 de octubre su teléfono móvil no sonó. No había cobertura en medio de las aguas mediterráneas y no pudieron avisar al sacerdote, por ello prendieron fuego a una manta para ser avistados y se desencadenó la tragedia.