Estados Unidos
Obama evoca a Kennedy ante el acuerdo nuclear
Alerta de que si el Congreso bloquea el pacto con Irán, habrá guerra en Oriente Medio
En un discurso de corte épico, desde el atril de la American University, en Washington DC, Barack Obama defendió ayer el plan nuclear alcanzado con Irán. Un acuerdo amenazado por la bancada republicana en el Congreso, que ha jurado bloquearlo, mientras el presidente intenta convencer a los demócratas indecisos, cuyo voto resultará clave. El día y el lugar elegidos para hablar no eran casuales. Un 5 de agosto de 1963, también desde la American University, el presidente John Fitzgerald Kennedy argumentó las bondades del Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares, ratificado horas más tarde por Estados Unidos, Reino Unido y la URSS. Como entonces, el presidente de EE UU elogió las virtudes de la diplomacia y la negociación, más fiables y duraderas, frente a la amenaza de la confrontación militar. Si el Congreso norteamericano bloquea el acuerdo, explicó Obama, «la guerra en Oriente Medio podría no darse ahora, ni dentro de tres meses, pero es seguro que tendrá lugar», pues apenas existirá margen de maniobra.
Para Obama no cabe duda de que «los mismos que hoy critican el acuerdo serán los primeros en pedir que el próximo presidente bombardee las instalaciones nucleares iraníes». Para evitar esa guerra, dijo, «el acuerdo establece un programa de inspecciones sin precedentes», del que resultará imposible escapar, mientras al mismo tiempo, y más allá de los quince años fijados en el tratado, «prohíbe que Irán desarrolle la bomba nuclear en el futuro». Para Obama, la cuestión iraní representa «el debate más importante en política exterior desde que Estados Unidos declaró la guerra a Irak». Con el semblante serio y remarcando cada palabra, también aseguró que «si bien este acuerdo no resuelve todos nuestros problemas con Irán, pero sí permite alcanzar algunos de nuestros objetivos más importantes».
Más allá de Irán, Obama insistió en que cuando alcanzó la Presidencia, hace seis años, no sólo pretendía terminar la guerra en Irak, «que paradójicamente», comentó, al que más ha beneficiado es a Irán, «pues destruyó a su mayor enemigo», sino acabar con una cierta «mentalidad belicista» y «aislacionista» presente en la vida política de EE UU desde hace décadas. Obama recordó que, frente a quienes dudan de la viabilidad del tratado, «las reservas iraníes de plutonio serán destruidas», y «desmanteladas las instalaciones que permiten enriquecer uranio», lo que imposibilitará de forma categórica cualquier posibilidad de usar la energía nuclear con fines militares. Como quiera que muchos líderes republicanos apuestan por mantener las sanciones contra Irán, siquiera de forma unilateral, Obama argumentó que «dichas sanciones han existido durante décadas, y han sido inútiles», tal y como demostraría el hecho de que la República Islámica impulsó de forma exponencial su programa nuclear «en los años de la Administración Bush».
Palabras de advertencia de un presidente que, más que dirigirse a los votantes, hablaba en clave interna, decidido a forzar el respaldo de los demócratas disidentes. Qué mejor forma, han debido de pensar sus colaboradores, que hacerlo bajo la sombra legendaria de Kennedy, apenas 24 horas antes de que el mundo recuerde la aniquilación de Hiroshima, del que hoy se cumplen 70 años.
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