Diplomacia
¿Podría Sudáfrica arrestar a Vladimir Putin en agosto?
El país africano se enfrenta a un grave dilema tras la orden de arresto dictada por la Corte Penal Internacional contra el líder ruso
Sudáfrica vive su propio dilema desde que la Corte Penal Internacional emitió el pasado mes de marzo una orden de arresto contra Vladimir Putin. Este mes de agosto se celebrará en el país africano la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y, en palabras del portavoz del presidente Cyril Ramaphosa, “se espera que todos los jefes de Estado acudan a la cumbre”.
El problema yace en el conflicto de intereses que afectan ahora a Sudáfrica: en primer lugar, pertenece a la lista de países que reconocen la CPI y debería cumplir con la orden de arresto emitida; por otro lado, Ramaphosa y sus antecesores han mostrado en repetidas veces su amistad hacia Vladimir Putin, incluso después del inicio de la invasión de Ucrania.
En términos estrictos, Sudáfrica debería arrestar a Putin en el momento en que ponga un primer pie en suelo sudafricano, so pena de enfrentarse a una crisis diplomática con sus socios occidentales y dejar a la Corte Penal Internacional en una mala posición. El Gobierno sudafricano no ha negado su disyuntiva, mientras asegura estar buscando “alternativas” que permitan la celebración de la cumbre sin mayores complicaciones. Cabe a recordar que Sudáfrica es uno de los muchos países africanos que no han condenado la invasión de Ucrania, mientras que el partido de gobierno desde la victoria de Nelson Mandela en las urnas, el Congreso Nacional Africano, mantiene una serie de vínculos históricos con Rusia y la antigua Unión Soviética debido a la ayuda que les fue prestada durante su ascenso en los años de la Guerra Fría.
Amistades peligrosas
Sudáfrica fue además el escenario de las últimas maniobras navales realizadas de forma conjunta entre Rusia y China, las cuales transcurrieron cuando se cumplió un año exacto desde el inicio de la guerra de Ucrania, y siendo como es Rusia es uno de los mayores socios armamentísticos de este país africano que hace una década comenzó a inclinarse en favor de un mayor partenariado, no sólo con Rusia, sino también con China en detrimento de Occidente. El propio ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, visitó Sudáfrica durante el pasado mes de enero, momento que aprovechó para recordar que ambos países son “amigos” y para culpar a Occidente por la escalada en el conflicto ucraniano. Frente a las críticas recibidas por su reunión con Lavrov, el ministro de Exteriores sudafricano criticó “el doble estándar” al que son sometidas algunas naciones por parte de Europa y de Estados Unidos.
No son sólo las minas de níquel rusas, ni las chocantes declaraciones del expresidente sudafricano, Jacob Zuma, cuando catalogó a Putin como “un hombre de paz” en marzo de 2022; es que ambas potencias concuerdan en su interés por establecer un nuevo orden mundial donde naciones como las BRICS se abran hueco. Sudáfrica fue incluso la primera nación africana en establecer relaciones diplomáticas con Rusia tras la caída de la Unión Soviética.
Por otro lado, la amistad entre Sudáfrica y Occidente (propiciada, en parte, por su población blanca y los gobernantes blancos que se sucedieron hasta Mandela) arrastra varios siglos consigo. Sudáfrica jugó, por poner un ejemplo significativo, un papel activo contra el bando comunista en la guerra civil de Angola, apoyando así hasta su sangre las políticas norteamericanas de los años 70. Aunque sus relaciones con Estados Unidos se han enfriado en los últimos tiempos (en parte por el espaldarazo que le dio Occidente cuando comenzó a condenarse el apartheid), todavía existe una resaca cultural y comercial en la exportación de platino a Estados Unidos y la importación de maquinaria por su parte, imprescindibles ambas para la economía sudafricana y para estabilizar las relaciones internas entre blancos y negros.
La cita que Sudáfrica llevaba evitando desde hace treinta años parece inevitable. Pese a su supuesta posición neutral en lo que respecta a la guerra de Ucrania, habiendo afirmado sus representantes en numerosas ocasiones que todavía creen en la vía del diálogo para solucionar el conflicto, Estados Unidos no perdonará que Putin visite Pretoria impunemente. La situación es delicada porque ha llegado el momento de que Sudáfrica decida, abandonando así, de forma irremediable, esa posición tibia que ha procurado mantener hasta hoy.
Así se presuponen tres escenarios posibles en el próximo mes de agosto. El primero, el menos probable, sería que Putin fuera arrestado cuando pise tierra sudafricana. El segundo, fastidioso para Sudáfrica y que se supone como un desenlace que Ramaphosa pretende evitar, sería que Putin no sea arrestado a su llegada y se despierte así la ira de Occidente. El tercer escenario, que es también el más sensato porque evitaría un dilema para Sudáfrica y aseguraría a su vez a Putin, sería que Sergei Lavrov sustituya a su presidente en representación de Rusia durante la cumbre de los BRICS. Que el mandamás ruso no viaje a Sudáfrica con motivo de su orden de arresto podrá resultarle humillante, aunque no lo será tanto como una fotografía donde aparezca con las esposas puestas y cara de sorprendido.
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