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¿Por qué no condenó África la invasión rusa a Ucrania?

Desde hace poco más de una década, Rusia ha reestablecido las fuertes relaciones que la Unión Soviética sostuvo con el continente africano

El presidente Putin atiende la Cumbre Rusia-África en octubre de 2019.
El presidente Putin atiende la Cumbre Rusia-África en octubre de 2019.SPUTNIKVIA REUTERS

El 2 de marzo de 2022 se llevó a cabo la votación en Naciones Unidas para determinar la condena a Rusia por su ataque injustificado a Ucrania. Si bien la mayoría de los países votaron conforme los expertos preveían, la gran sorpresa en el escenario político la dio el continente africano: de 54 países que hay en África, solo 21 votaron a favor de la condena a Moscú. El desdeñado escenario político africano pega fuerte en las resoluciones de la ONU desde que cada país tiene un voto igual de válido exceptuando a los que tienen derecho a veto (como Estados Unidos o Rusia), y que los votos africanos en la ONU son como tesoros lo sabe Xi Jinping mejor que nadie, también lo sabe Vladimir Putin.

Aquí va un dato aleatorio para que el lector vaya calentando: Rusia ha previsto invertir 75 mil millones de dólares en la Sanidad malgache antes de 2025. Uno se pregunta si será verdad aquello y, sobre todo, si será posible con las sanciones impuestas tras la invasión a Ucrania, pero en cualquier caso que esta noticia la publicó un periódico digital de Madagascar en 2021 y nunca más fue discutida.

La muerte de Lumumba

La relación entre Rusia y África comenzó durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El continente se convirtió entonces en un escenario feroz del pulso entre Moscú y Washington y, dando un relajado paseo por Luanda en los 70, uno no habría tenido problemas para encontrarse soldaditos rusos y cubanos pasándolo canutas con el calor, o lo mismo en Bissau, Benín o Mozambique. Por aquellas fechas de intriga, al Kremlin se le ocurrió crear el 165º Centro de Formación para Personal Militar Extranjero en Simferópol, Crimea. Aquí acudieron por tandas Agostino Neto (que luego sería presidente de Angola), Amilcar Cabral (revolucionario heroico de Guinea Bissau y asesinado por un traidor pocos días antes de la Independencia), Sam Nujoma (que luego llegó a presidente de Namibia) y Oliver Tambo (cofundador del Congreso Nacional Africano, el partido político que gobierna en Sudáfrica desde que Mandela ganó sus primeras elecciones).

Según cuentan testigos del 165º Centro de Formación para Personal Militar Extranjero, allí no solo les adiestraron en habilidades de mando sino que definían al enemigo no como el hombre blanco, sino como el capitalista, el imperialista, el colonizador, etc. Se les reveló (como después se sabría) que fue la CIA quién asesinó al presidente congoleño Patrice Lumumba de un disparo en la nuca, después de organizar un golpe de Estado que derribó al primer líder negro que no quiso vender el mineral al precio que pedía el blanco. Después, los estadounidenses colocaron a un sanguinario dictador que gobernó durante treinta años el caos y el fuego del Congo, hasta que lo echaron a tiros a él también. Parece una puñetera pesadilla pero no, es África, y los africanos pues se enfadaron bastante tras lo de Lumumba y muchos se aliaron durante un tiempo con la URSS. Luego cayó el muro. Sucedieron más guerras en el Sur, encontraron nuevos socios en Estados Unidos y luego en China. Rusia estaba derrotada, de rodillas pelándose de frío hasta que Vladimir Putin subió al poder e hizo renacer algo relativamente nuevo entre las cenizas del socialismo, una continuación del zarismo con resaca a Stalin. Lo que nos lleva al siguiente punto.

Venta de armas y presencia militar

Motivado por sus ídolos, este entusiasta de la Unión Soviética llamado Putin también ha puesto sus pistolas en África, y en el último lustro hemos podido encontrar soldados (o mercenarios, en su defecto) en Malí, Sudán, Mozambique o República Centroafricana, acomodando en el poder a diferentes gobiernos fieles al Kremlin. Es el máximo proveedor de armas de Argelia (que se abstuvo), Sudán del Sur (que se abstuvo), Uganda (que se abstuvo) y Eritrea (¡que votó en contra!), entre otros países… pero todo esto sería si no olvidamos que el arma por excelencia del continente fue inventada por un ingeniero ruso que se llamaba Mijaíl Kaláshnikov. Que se dice pronto.

Yevgeny Prigozhin

Los negocios rusos funcionan muy bien en África. Funcionan en parte gracias a uno de los oligarcas rusos más exitosos y conocidos por la prensa internacional, Yevgeny Prigozhin, que además de tener conexiones con el grupo mercenario Wagner y de estrechar la mano al gobierno de Bamako hace pocos meses, ha permitido la obtención rusa de platino en Zimbabue, oro en Sudán, oro y diamantes en República Centroafricana y diversos minerales en Madagascar. Y de la mano de todos estos gestos vienen una injerencia descarada en las elecciones de Madagascar (donde Rusia apoyó a siete candidatos diferentes), la creación de medios de comunicación rusos en República Centroafricana (incluyendo dos periódicos impresos) y la sospechosa presencia rusa en las elecciones de Sudán. En un artículo que leí mientras investigaba, aparecía una cita destacada: “Madagascar es ruso”. Lo decía un mandamás ruso que no me acuerdo del nombre pero que da igual el nombre porque a estas alturas todo es creíble.

Conflictos
ConflictosTeresa Gallardo

El poder blando que Rusia ejerce sobre África, en colaboración con las empresas asentadas desde hace décadas en el continente, conforma la fórmula ideal para ganarse de vuelta las amistades de los gobernantes africanos. Así encontraríamos a Rusal extrayendo bauxita en Guinea Conakry, Lukoil buscando petróleo en Senegal y Guinea Conakry, Alrosa picando diamantes en Angola y Nornickel sacando níquel de Madagascar, Sudáfrica o Guinea Conakry. No debe extrañarnos que Guinea Conakry, un país que consigue 1/3 de sus ingresos gracias a la minería, un país cuyo presidente anterior tenía relaciones excelentes con Putin y cuyo presidente actual echó a tiros al anterior pero que rápidamente estrechó las relaciones con Putin, no debe extrañarnos que Guinea Conakry ni siquiera participó en la famosa votación.

Desde el Kremlin juegan a su vez con las esperanzas e ilusiones africanas. Igual que jalearon las independencias con el asesinato de Lumumba, algo parecido hicieron en 2011 tras morir Gadafi. Mientras los europeos hemos consolidado la imagen de Al- Gadafi como un dictador cruel y excéntrico, su muerte a manos de su propio pueblo con la colaboración de Occidente recordó más de lo que debería al asesinato de Lumumba, levantando resquemores y despertando viejos rencores entre todos los sectores de la población africana, cuya visión de Gadafi difiere en gran medida de la europea por sus discursos panafricanistas y su faceta de rebelde contra Occidente.

Hay quien dice que Europa perdió África definitivamente tras la muerte de Gadafi. Que Rusia aprovechó este lapsus para azuzar las furias extraviadas de la selva y del desierto. Que no importa si es China o Rusia, siempre y cuando los gobiernos africanos no tengan que apoyar a los mismos europeos que siglo tras siglo les machacan con un puño. Y la votación del 2 de marzo parece entrever que este idea no anda tan lejos de la verdad.