Colombia
Proceso de paz en Colombia: «No he vivido un día en el que mi país no esté en guerra»
Los colombianos se dividen entre la esperanza y el recelo por el fin del conflicto con las FARC
«Las negociaciones se medirán en meses no en años», dijo el presidente colombiano, Juan Manuel Santos el 4 de septiembre de 2012 al formalizar el inicio de los diálogos de paz entre su Gobierno y la guerrilla de las FARC en La Habana.
«Las negociaciones se medirán en meses no en años», dijo el presidente colombiano, Juan Manuel Santos el 4 de septiembre de 2012 al formalizar el inicio de los diálogos de paz entre su Gobierno y la guerrilla de las FARC en La Habana. Tres años y medio después, el proceso llega a su recta final este 23 de marzo, fecha que ambas partes fijaron para la firma de un acuerdo, un plazo que ahora podría postergarse debido a las diferencias en algunas cuestiones, principalmente el abandono de las armas. La duración de las negociaciones ha puesto de manifiesto la enorme dificultad para poner fin a medio siglo de conflicto armado que ha dejado alrededor de 220.000 muertes y unos seis millones de desplazados. El cierre de un acuerdo tampoco significa un punto y final definitivo, sino que abre una etapa de postconflicto repleta de desafíos.
Las notorias reticencias dentro del Congreso al pacto se suman a la creciente pérdida de apoyo de la sociedad al proceso de paz. Según una encuesta de Gallup a comienzos de mes, un 57% de los colombianos considera que las negociaciones van por mal camino, 13 puntos más que en enero. Mientras, un 37% de la población de las principales urbes piensa que la salida militar es la mejor solución al conflicto, recoge otro sondeo. «Resulta paradójico que a medida que se acerca el final de la guerra a la gente ya no le importe, porque ya no sufre el conflicto», explica a este diario el investigador del Grupo de Derechos Humanos de la Universidad del Rosario, Juan Esteban Ugarriza, quien apunta que esta tendencia demuestra que el conflicto quedó atrás (especialmente tras el cese al fuego unilateral de las FARC decretado en agosto del año pasado) y plantea un problema, la falta de participación de la sociedad en la construcción de la paz, «que tiene que ser de la gente».
Ante esos obstáculos, el Gobierno de Santos trabaja a contrarreloj para sellar algún avance destacado la próxima semana: la entrega de armas. Sobre esa cuestión se ha producido un «intercambio de propuestas», según un portavoz de las FARC, desde el pasado 2 de marzo cuando se retomaron las conversaciones en La Habana con un nuevo impulso, gracias a la implicación de la ONU. Las discusiones giran ahora en torno al territorio donde se entregará el armamento, la desmovilización de combatientes y el tránsito de la guerrilla a un movimiento político. Los últimos flecos para cerrar un acuerdo definitivo que, según anunciaron las FARC, parece complicado que se alcance dentro de diez días. La reintegración de los ex combatientes es uno de los grandes retos para la implementación de la paz. «Hay muchas heridas abiertas y poco ánimo de reconciliación», asegura Rodrigo Pardo, director editorial de «Semana», sobre un postconflicto que se presenta largo e incierto. Resulta difícil olvidar cuando con 6 años has visto cómo degollaban a tu madre y tu padre. Es el caso de un joven que ahora tiene 20 años y decidió pasar página. Uno de las decenas de testimonios que entrevistó el periodista Óscar Parra para el portal «Rutas del Conflicto», que ha documentado 800 masacres desde 1982, aunque se calcula que la cifra asciende a 220.000.
El escenario que se abre una vez se selle el acuerdo depara otros interrogantes como su financiación –en un momento de recesión para el país–, el temor al surgimiento de bandas criminales o la acción del Ejército Nacional de Liberación (ELN), que todavía cuenta con, al menos 2.500 efectivos y se mantiene al margen de la firma de la paz. Un acuerdo cercano con las FARC que, aunque no suponga el fin definitivo a la violencia, marca un nuevo periodo de esperanza para Colombia. «No he vivido un día en que mi país no esté en guerra», afirma Parra, de 40 años.
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