Literatura

Literatura

Raoul Martinez: «La ignorancia lleva a votar a gente como Trump»

La falacia de la libertad de expresión, de pensamiento, de mercado.... El escritor y documentalista británico ha relatado a LA RAZÓN evalúa los límites del libre albedrío humano en la sociedad actual su último libro “Creando libertad”.

Raoul Martínez
Raoul Martínezlarazon

El escritor y documentalista británico ha relatado a LA RAZÓN evalúa los límites del libre albedrío humano en la sociedad actual su último libro “Crear libertad”.

Desde pequeño le habían inculcado la importancia de preguntar “por qué”, pero no fue hasta que tuvo una discusión con un amigo suyo cuando se empezó a cuestionar por qué defendía unas ideas y no otras. Esta gran duda existencial ha movido el trabajo de Raoul Martíinez -documentalista y escritor- durante los últimos años. Ahora, al documental “La Lotería del Nacimiento” (2013), ha añadido el libro “Crear libertad: El Poder, el Control y la Lucha por nuestro futuro” (Paidos Ibérica), y LA RAZÓN le ha entrevistado sobre el tema.

¿Cuál es su idea de ‘libertad’?

Hay muchas formas diferentes de libertad. Algunas no nos son inaccesibles, otras sí, y a lo mejor sólo necesitamos crear las condiciones para que florezcan. En el libro hablo de esto, así como de lo que considero como la definición más importante de libertad: la capacidad de crear lo que realmente valoramos. Pero, ¿qué es lo que verdaderamente valoramos? No es una pregunta a la que nos enfrentamos habitualmente. Muchos de nuestros valores los hemos heredado de nuestra cultura y no todos ellos significan lo que creemos que significa. Por ejemplo, puede que muchos valoremos la felicidad. Pero a la pregunta de qué significa la felicidad, cada cual responde de una manera diferente. La mayor parte del tiempo nos equivocamos en lo que es más importante, y después de estar años y años persiguiendo algo, nos damos cuenta de que seguimos infelices y que deberíamos haber valorado más otras cosas, como la familia, los amigos o las relaciones. Al final, creo que esta persecución de la felicidad es la persecución del conocimiento, porque sin conocimiento, sin una representación acertada de la realidad, nos falta la capacidad para comprender el valor y de crear felicidad. Si no buscamos educarnos, estamos atados. Puede que sepamos lo que valoramos, pero puede también que nos encontremos en una especie de celda al no tener los medios para hacer que lo que valoremos se convierta en realidad. Si uno quiere aumentar la libertad de una sociedad, es preciso crear las condiciones para que florezca el conocimiento en la población. Hay que descentralizar el poder. De no hacerlo, un pequeño porcentaje de la población tendrá los medios para evitar que otros consigan sus objet ivos.

¿Tiene el lugar en el que nacemos un impacto en nuestros valores?

La respuesta sencilla es Sí. Todo lo que somos, desde las características físicas hasta nuestras costumbres, vienen de la sociedad en la que nacimos, de nuestra familia, de nuestras condiciones culturales, y, también, de nuestra herencia genética. Nuestra identidad se crea con la interacción entre nuestra biología y nuestra cultura, como si habláramos de los ingredientes de una tarta. Puede ser bastante cómodo para muchas personas no cuestionarse de su identidad, no preguntarse qué hubiese pasado si hubiese nacido en otro país, en otra época. Si hacemos esto, concluimos con que, la mayor parte de las veces, nuestros convicciones más profundas nos vienen dadas. Si queremos reclamar nuestra titularidad sobre ellos, tenemos que enfrentarnos a un proceso riguroso y largo y cuestionarnos a nosotros mismos. Puede que, al principio, esto sea bastante terrorífico para mucha gente, pero el precio que pagamos por nuestra libertad es enfrentarnos a nuestras limitaciones, comprenderlas y, con ese conocimiento, superarlas.

¿Qué le empujó a escribir este libro?

Las razones vienen del ambiente en el que me crié, de mis experiencias. Mis padres me enseñaron la importancia de preguntar “¿por qué?”. Tuve una conversación tremendamente importante cuando era un adolescente, tendría unos trece años. Estaba yendo al colegio con un amigo mío y estábamos hablando sobre religión. Él era bastante religioso, yo no, y me parecía que sólo estaba diciendo lo que estaba diciendo por el ambiente en el que se había criado. Así que, de pronto, se me ocurrió preguntarle qué habría pasado si nos hubieran cambiado al nacer. Y le dije: quizás estarías defendiendo una opinión totalmente diferente. Supongo que luego acabamos hablando de fútbol, pero l a idea se me quedó en la cabeza porque me di cuenta de me la podía aplicar a mí mismo tanto como se podía aplicar a mi amigo, y a cualquiera, en realidad. Esto me hizo replantearme mis valores, mis creencias, por qué creía lo que creía. Y empecé a pensar detenidamente en mi visión del mundo, de Reino Unido, de la democracia... y empecé a informarme sobre estos temas. Me fui dando cuenta progresivamente de que mi educación no había sido neutral, de que muchas de las cosas que había aprendido estaban sesgadas. Mi sociedad ha pasado de puntillas por su propia historia. En el libro, concluyo con que mucho de lo que nos cuentan que es verdad, es en realidad un mito, y no hace falta mucho esfuerzo para rascar la superficie y ver lo que hay debajo. Las cosas, habitualmente, no son lo que parecen. La persecución del conocimiento trata de hacernos desconfiar en nuestras propias identidades y obligarnos a entender el proceso que las creó.

¿No cree que la felicidad también puede ser encontrada en la ignorancia?

Sí. Pero sólo es un alivio a corto plazo. Permanecer ignorante puede ser menos terrorífico, más cómodo. Si uno vive una vida privilegiada por su género o su etnia, es fácil convencerse de que uno vive en una sociedad justa, de que se merece su privilegio, de que los pobres no trabajan lo suficiente, de que los refugiados son egoístas y de que no merecen nuestra ayuda... A largo plazo, especialmente para la gente que no tiene privilegios, la ignorancia te quita el poder, evita que adquieras las formas de defenderte a ti mismo, de comprender las verdaderas fuentes de tus problemas. La ignorancia significa que acabarás aceptando las explicaciones que te dan los medios de comunicación may oritarios y del Gobierno, que son habitualmente engañosas, y que acabarás votando a gente como a Donald Trump. Porque tus opciones han sido reducidas, porque tus estándares de vida han caído... Si aceptas las mentiras que te cuentan sobre por qué ha pasado esto (por ejemplo, que todo es por los inmigrantes), las cosas no van a mejorar, vas a acabar votando a los causantes de esos problemas. Es poco probable que un billonario sexista, racista que nunca ha ocupado ningún cargo público y que no ha mostrado ningún signo de que le importen las vidas de otros seres humanos, vaya a mirar por ti. Pero, ahora mismo, hay miles de americanos que piensan eso. Este es sólo un ejemplo, pero puedes ver la misma tendencia en todas las sociedades. A la larga, la ignorancia lleva al desempoderamiento y hace que sea mucho más fácil controlarte y manipularte por aquellos que tienen privilegio.

¿Por qué nos preciamos de tener la sociedad más libre que ha existido cuando, realmente, no hemos avanzado tanto?

Es muy conveniente para aquellos que tienen mucho poder hacer creer al resto del mundo que vive en una sociedad libre, ya que esto quiere decir que ese resto de la sociedad no luchará por cambiarla. Este concepto erróneo sobre nuestra libertad es un mecanismo de control, es un producto de adoctrinamiento extendido. Si puedes controlar lo que la gente ve como libertad, puedes controlar sus vidas. Así que, en parte, en el libro, trato de desmontar las definiciones de libertad que nos han dado y poner el foco sobre cómo estas definiciones son una máscara puesta sobre un sistema bastante feo y que necesitamos luchar por una forma de libertad más profunda, con más sentido.

¿Hay sociedades más libres que otras?

Sí, creo que sí. El nivel de democracia está correlacionado con la desigualdad. Cuanta menos desigualdad haya, mejor funciona la democracia. A través de la historia, nos hemos topado con comunidades muy pequeñas que han conseguido escapar del alcance del poder centralizado. Incluso hoy hay comunidades así, como en Latinoamérica con los grupos indígenas e incluso online, con el “Occupy Movement”. Han organizado sus propias estructuras más allá de Estados coercitivos. Hay muchas formas a través de las cuales nuestra sociedad puede ser mucho más libre. Una forma es mirar a sociedades en su conjunto, pero otra es concentrarse en los mejores elementos de una democracia, o de otra.

¿Qué piensa de Anonymous, Wikileaks, etc.?

Creo que representan la democratización de la información en la sociedad. La concentración de información es uno de los síntomas más tóxicos de la concentración de poderes. El conocimiento es poder y ese es el centro de la democracia, así que no juega a favor de la sociedad el hecho de que unos pocos lo controlen y saquen un rédito de ello. Anonymous y Wikileaks tratan de reivindicar el hecho de que la sociedad avanza si se comparte el conocimiento. Surgen problemas con esto, como quién decide qué información se desvela, creo que habría que ser cuidadoso con los temas de privacidad, y creo que, últimamente, Wikileaks ha sido menos metódico y menos responsable en el uso de su pod er para llevar a cabo su labor. Cuando desvelaron sus ficheros a The Guardian, tenían a grandes equipos revisando qué información se podía publicar por el interés general y qué no. Recientemente, con los emails de Hillary Clinton, simplemente han volcado todo online. Pero es necesario que grupos como estos existan en un mundo en el que el conocimiento está tan cuidadosamente controlado por la concentración de poderes.