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Testigo directo

LA RAZÓN en la zona cero de los ataques de Hamás: del shock, al trauma y a la resiliencia

Recorremos los mismos caminos y senderos del kibutz Kfar Aza, arrasado por Hamás

Imagen de uno de los kibutz atacados por Hamás LA RAZÓN

Israel «es una sociedad en trauma». Es una de las frases más escuchadas desde que aterrizas en Tel Aviv. El atroz atentado que Hamás perpetró contra el corazón de la nación dejará una huella difícil de borrar, comparable a otras grandes tragedias como el 11 de septiembre en Nueva York o los atentados yihadistas del 11-M en Madrid.

Al descender del avión, en el aeropuerto internacional de Ben Gurion, al tradicional cartel de «Bienvenido» –muy común en decenas de aeródromos– se suman decenas de pequeños pósters con los rostros de quienes continúan o fueron secuestrados hace ahora un año y medio por los islamistas de Hamás el fatídico 7 de octubre de 2023, cuando más de un millar de hombres armados irrumpieron en territorio israelí para realizar un ataque sin precedentes, acabando con la vida de 1.197 ciudadanos en un día y tomando como rehenes a más de 200, algunos de los cuales siguen retenidos dentro de la Franja de Gaza. Una cruel embestida por la que todavía los servicios de inteligencia hebreos están en el punto de mira.

Al ya conocido mundialmente lema, «Bring them back home now» («Traerlos de vuelta casa»), le acompañan flores y velas en recuerdo de las víctimas colocadas por las rampas de la salida de la terminal, que inevitablemente despiertan conciencias. Aunque el tiempo pasa, la huella alargada de la masacre perpetrada por Hamás es visible en toda la capital. En las céntricas playas de «Brogashov» y «Fishman» en la capital, Tel Aviv, se respira normalidad. Los israelíes practican deporte en la playa, se bañan en el mar y los turistas disfrutan de la puesta de sol en uno de los muchos restaurantes. Sin embargo, el trauma está presente. A pesar de las risas y las conversaciones con amigos y familiares, en medio del arena, hay un cartel con el lema de los secuestrados que recuerda a todos que tienen que estar alerta porque la amenaza sigue pese a que los terroristas de Hamás estén debilitados. «Más de 17.000 terrorista ha muerto en combate», asegura el coronel reservista Reuven Ben Shalom durante una conferencia a decenas de periodistas que se encuentran en una viaje de prensa organizado por EIPA (Europe Israel Press Association, por sus siglas en inglés).

Imagen del kibutz atacado por HamásLA RAZÓN

A tan solo dos horas de la capital, el escenario cambia completamente. Se encuentran los kibutz que fueron arrasados por Hamás.De la mano de una de sus vecinas más antiguas, Chen, recorremos Kfar Aza, donde 250 terroristas irrumpieron en la desprevenida comunidad asesinando y secuestrados a docenas de sus residentes sin que las fuerzas israelíes llegaran a tiempo para impedir unas de las batallas más largas durante la masacre. Situado a solo dos kilómetros y medio de Gaza, desde una de sus entradas se puede ver la Franja y la Línea Verde, la demarcación que se estableció en el armisticio árabe-israelí de 1949. Hoy se encuentra fuertemente vigilado por múltiples cámaras, que aquella horrible mañana fueron neutralizadas por los yihadistas dejando ciegos a sus residentes. La comunidad quedó abandonada a su suerte durante casi las dos primeras horas del ataque. El ejército, sumido en un completo caos tras el ataque sorpresa a decenas de kibutz y puestos militares, no acudió en su rescate, mientras que Hamás entró, casa por casa, secuestrando y masacrando a civiles hasta bien entrada la tarde.

Un misil tipo Hassam lanzado por HamásLA RAZÓN

Lo único que se mantiene intacto es la vegetación que rodea a las casas destruidas y quemadas por el ataque. A cada paso, se observa una vivienda calcinada, con decenas de impactos de bala en sus ventanas y puertas. Todos sus objetos arrasados: una guitarra y un tambor que nunca volverán a sonar, un espejo en el que nadie se volverá a mirar o un cuaderno nuevo en el que nunca se escribirán deseos. Muchas de las viviendas que sufrieron los mayores ataques pertenecían a los más jóvenes de la comunidad, que suelen abandonar el núcleo familiar para convivir con otros miembros del kibutz tras cumplir 18 años antes de formar sus propias familias. Para que su memoria siga viva, frente a cada una de las puertas hay un cartel con su nombre. «Yubal Buyum fue brutalmente asesinado». Por estos mismos senderos con jardines y árboles frutales por los que camina LA RAZÓN, hace más de 500 días los terroristas de Hamás llegaron tras romper el alambrado de la frontera que separa la Franja de Gaza de Israel. Aquel día, según explican tres de sus residentes, todo fue un caos. «Algunos terroristas estaban vestido con un uniforme de la IDF. Solo nos dimos cuenta de que eran miembros de Hamás al observar que llevaban fusiles, AK-47 soviéticos».

En esta comunidad de 950 personas, 64 mayores, jóvenes y niños fueron brutalmente asesinados, entre ellos, los siete miembros de seguridad de la comunidad, considerados unos verdaderos héroes porque se enfrentaron a los terroristas. Los enfrentamientos se prolongaron durante dos días tras el ataque inicial, ya que docenas de terroristas se atrincheraron dentro de las casas convirtiendo el kibutz en un verdadero campo de batalla. Obligados a abandonar su hogar, poco a poco, los residentes regresan al kibutz. Lo han hecho una treintena. Su residentes exigen la liberación inmediata de todos los rehenes, entre ellos, Ziv y Gali Berman, de 26 años, que siguen bajo el yugo de los terroristas. «Fue brutal, una barbaridad. Tardaremos generaciones y generaciones en volver a la normalidad», dice Orit, otra de las residentes que regresó pese a que perdió varios familiares en el ataque . «A mí me gustaría pensar que podemos volver a coexistir. No hace falta que seamos amigos, solo saber estar cerca», concluye Chen.

Es verdad que los bombardeos no eran visibles cuando este medio visitó la frontera con Gaza. Al día siguiente, el presidente Netanyahu ordenó, de nuevo, un ataque selectivo en la Franja, que descabezó casi por completo a la organización terrorista.

Memorial del Festival Nova LA RAZÓN

Continuamos por una carretera que, hasta hace poco era una zona militar cerrada. La vegetación colindante quedó maltrecha ya que este fue el punto de concentración de tanques al inicio de la guerra.Se trata de la ruta 232 o carretera de la muerte, la arteria principal de la masacre perpetrada por los terroristas. Tras recorrer unos kilómetros llegamos hasta el espacio en el que se celebró el Festival Nova, epicentro de otra carnicería. Más de 300 jóvenes fueron brutalmente asesinados mientras se divertían bailando al amanecer. En la explanada todavía está el escenario y la barra. Quienes no están ya físicamente son muchos de sus participantes. En su lugar pequeños altares con su fotografías les recuerdan. Lo que también permanece es el contenedor de basura en el que muchos se escondieron en un intento de escapar de los terroristas, sin éxito, ya que fueron brutalmente asesinados a bocajarro en su interior.

Cómo lidiar emocionalmente con este trauma de la sociedad israelí tras el ataque fue la manera de ayudar de la doctora Naama de la Fontaine, especialista en trauma, del hospital Sheba Medical Center de Tel Aviv. En una conversación con periodistas internacionales, asegura que su equipo trabajó duramente en la elaboración de un protocolo para atender a los rehenes tras su liberación. Según explica, «nos sorprendió la felicidad del reencuentro. Nos habíamos preparado para lo peor, pero no para su resiliencia». Pese a este optimismo inicial, según revela, cuatro de cada cinco familias atendidas en este centro mostraron signos de estrés emocional tras el ataque del 7 de octubre. El tiempo pasa, pero las cicatrices del 7 de octubre siguen visibles en la sociedad israelí.