Elecciones en Francia
Sarkozy contra Juppé: comienza la batalla
Sarkozy contra Juppé. Un duelo entre las dos almas del centroderecha francés por la candidatura a las elecciones presidenciales con cinco teloneros más que tienen complicado dar la sorpresa y colarse en la segunda vuelta de estas primarias. La derecha francesa ha dado el pistoletazo de salida para su proceso interno que designará a su candidato para los comicios de 2017 y, a priori, todo indica que el antecesor de Hollande en El Elíseo y el ex primer ministro de Chirac se disputarán la codiciada plaza.
Ayer se presentó en París la lista oficial de candidatos, siete en total, con seis hombres y una mujer que competirán durante los próximos dos meses por liderar a Los Republicanos. Es la primera vez que el principal partido de derecha organiza primarias para las presidenciales. Todos los franceses inscritos en las listas electorales podrán votar. Tendrán que pagar dos euros por cada vuelta y firmar una declaración en la que aseguran «respetar los valores republicanos de la derecha y del centro».
De acuerdo a las encuestas, tanto Sarkozy como Juppé pasarían a la segunda vuelta de las presidenciales para un duelo final con la candidata del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen. Sin embargo, ambos representan dos sectores muy distintos dentro del centroderecha francés.
La identidad francesa y el lugar del islam en un contexto de tensión máxima tras los atentados yihadistas han acaparado la campaña de los conservadores hasta el momento, cuestiones que, según los analistas, han beneficiado poco a poco la agenda del ex presidente Sarkozy que ha ido recortando algunos puntos de la ventaja con la que partía Juppé antes del verano. Sarkozy visitó ayer Calais donde se hacinan 10.000 refugiados y se ha vuelto a manifestar contrario a los planes del Gobierno para su redistribución por toda Francia.
El ex presidente apostó por una campaña de tono duro que plante cara al Frente Nacional copiando algunos de sus argumentos. Juppé, de 71 años y alcalde de Burdeos, se presenta como el único candidato capaz de unir a la derecha y al centro, y de captar votos entre el electorado decepcionado de la izquierda. Es favorable con matices a los planes de Hollande para el desmantelamiento ordenado de Calais, si bien ha puntualizado este miércoles en la emisora Franceinfo que «la redistribución debe hacerse con el visto bueno de los alcaldes» de las localidades que acojan a los refugiados. El veterano político (demasiado veterano para algunos de sus críticos) vende campaña optimista frente al tono duro de Sarkozy, con su concepto de «identidad feliz» y llama a los franceses a no estigmatizar a los musulmanes.
Tercero en liza, aunque muy por detrás de Juppé y Sarkozy, aparece el ex ministro de Agricultura Bruno Le Maire, que con sus 47 años se presenta como una alternativa para renovar el sistema político francés. En la lista figura también el ex «premier» de Sarkozy, François Fillon, quien antes se presentaba como un simple «colaborador» pero que ahora habla públicamente de sus roces con el ex mandatario.
Teloneros sin posibilidades
La única mujer entre los siete candidatos de la derecha es la ex ministra Nathalie Kosciusko-Morizet, de 43 años. Figura de una línea minoritaria de «derecha moderna», urbana y ecologista, logró reunir los apoyos necesarios para participar en la contienda in extremis la semana pasada.
Si bien en el plano migratorio las diferencias son notables entre los siete candidatos del centroderecha, todos coinciden en recetas liberales para enderezar las cifras económicas galas. Los siete apuestan por una drástica reducción de impuestos, más ayudas a la empresa para dinamizar la economía y un ahorro del gasto público.
Salvo sorpresa de última hora, que todo es posible, ninguno de los teloneros tiene posibilidades reales de derrotar al dúo protagonista Juppé-Sarkozy, quienes con su visión contrastada de Francia dominan el cartel de este concierto. Si los sondeos no se equivocan, uno de los dos tiene altas posibilidades de llegar al Elíseo en mayo. Y entonces alguno podría decir que, al menos en la endogámica política francesa, viejos rockeros nunca mueren.
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