Corea del Norte

Tregua olímpica en Corea

La apertura hoy de los Juegos de Invierno alientan un acercamiento entre Seúl y Pyongyang pero Kim Jong Un presume de programa atómico con un desfile militar en el que exhibe sus misiles

El equipo de deportistas norcoreanos y las animadoras del país participan en la ceremonia de bienvenida en Pyeongchang
El equipo de deportistas norcoreanos y las animadoras del país participan en la ceremonia de bienvenida en Pyeongchanglarazon

La apertura hoy de los Juegos de Invierno alientan un acercamiento entre Seúl y Pyongyang pero Kim Jong Un presume de programa atómico con un desfile militar en el que exhibe sus misiles.

Los ojos de medio mundo miran hoy hacia la península de Corea. Concretamente, a la localidad surcoreana de PyeongChang, donde hoy se inauguran unos Juegos Olímpicos de Invierno en los que el deporte no será el protagonista absoluto. A las 12:00 horas en España tendrá lugar la ceremonia de inauguración de un evento deportivo que muchos han denominado como «la Olimpiada de la Paz». Mientras las dos Coreas desfilarán bajo una misma bandera, la diplomacia del deporte reunirá en la grada a altos cargos de ambas naciones y de Estados Unidos en un histórico gesto en el que la hostilidad imperante entre ellos deberá quedar a un lado. Desde que el dictadro Kim Jong Un anunció que su país enviaría una delegación a las Olimpiadas, ambas partes han mantenido tres rondas de conversaciones, tras dos años sin contacto alguno, para cerrar los detalles de la competición bajo la atenta aunque desconfiada mirada de la comunidad internacional. Sus esfuerzos fueron respaldados por el Comité Olímpico Internacional, que aprobó la participación del régimen Juche aún pasado el plazo oficial, y por los 193 estados miembros de la ONU que apoyaron la Resolución de una Tregua Olímpica que ha permitido que PyeongChang se haya llenado de coloridas actuaciones y de reencuentros de deportistas venidos de 92 países diferentes.

Sin embargo, detrás del acercamiento al Sur del reino Ermitaño persisten otros objetivos que, según los expertos, sirven únicamente a los intereses de Kim. «El primero es desactivar las tensiones, ganar tiempo para completar su programa nuclear (que están a punto de lograr) y tratar de mejorar las relaciones económicas con el Sur; el segundo, lanzar un mensaje positivo a la población norcoreana de que su liderazgo está implementando el desarrollo paralelo del programa nuclear y la economía del país», explicó a LA RAZÓN la experta en Corea del Norte, María Rosaria Coduti. El hecho de marchar unidos bajo la bandera de la reunificación no significa que vaya a llegar la paz a dos países que se encuentran técnicamente en guerra desde hace más de medio siglo. «Pyongyang no se sentará a la mesa con Seúl para discutir sobre la desnuclearización, nunca renunciará a su única herramienta de supervivencia», añadió la analista.

Sus palabras vienen respaldadas por hechos como el desfile militar que ayer tuvo lugar en el país comunista para conmemorar el setenta aniversario de su Ejército, una parada que el propio Kim cambió de fecha haciéndola coincidir con la celebración del evento deportivo. La exhibición de ayer, de perfil más bajo que en ocasiones anteriores, mostró diferentes tipos de armamento, incluidos misiles intercontinentales capaces de alcanzar territorio norteamericano.

No obstante, la participación en los que se supone que serán los juegos con mayor participación –con 2.925 deportistas inscritos– y en los que se repartirá un número récord de medallas de oro, ha traído una apertura al diálogo un tanto inusual. El último golpe de efecto lo dio el miércoles Kim con el anuncio de que su hermana y brazo derecho, Kim Yo Jong, formaría parte de la delegación de alto nivel que hoy llega a PyeongChang, cuyos miembros se darán hoy un apretón de manos con el presidente surcoreano para mañana mantener una reunión que muestra cómo los líderes de las dos Coreas tratan de avanzar. El presidente surcoreano, Moon Jae In, se reunió ayer con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, para mostrar cómo Pyongyang no ha logrado su objetivo de abrir una brecha entre los aliados. Ambos reafirmaron su alianza «más fuerte que nunca» y su determinación por llevar al régimen de Kim a la mesa de negociaciones para lograr la desnuclearización con una política de «máxima presión».

A la espera de qué sucede en los próximos días, Pyongyang, que ha asegurado que no se reunirá con las autoridades estadounidenses que están en Seúl, ya ha enviado a su vecino del Sur a 22 atletas, funcionarios, periodistas, 30 miembros de un equipo de exhibición de Taekwondo y más de 200 animadoras. Para poder viajar, Seúl ha tenido que realizar exenciones temporales a las sanciones globales impuestas contra Corea del Norte. Ahora habrá que estar atentos para ver qué país logra llevarse la medalla de oro a la diplomacia y qué países ni siquiera aspiran a subir al podio. Como declaró a este diario Alexis Dudden, profesora en la Universidad de Connecticut: «Moon deberá transmitir que estos Juegos son esenciales para la paz y el sustento de todos los coreanos y de la región, y aquellos que no lo crean –como los líderes de Japón, EE UU o la oposición en Corea del Sur– deberían intentar trabajar juntos con el presidente surcoreano para lograr este objetivo positivo».