Asia

La ultraderecha toma fuerza en Japón con Sanseitō como eco de Trump

La debacle electoral no es un fenómeno aislado, sino el clímax de una tormenta perfecta. La impopular coalición, que necesitaba 50 escaños para retener el control de la cámara alta, obtuvo solo 47, consolidando la erosión de su hegemonía

Japan's Prime Minister Shigeru Ishiba attends a press conference at the headquarters of the Liberal Democratic Party (LDP) in Tokyo Monday, July 21, 2025 after the prime minister's ruling coalition failed to secure a majority in the upper house in a parliamentary election. (Philip Fong/Pool Photo via AP)
Japan ElectionASSOCIATED PRESSAgencia AP

Shigeru Ishiba, primer ministro de Japón, alzó la bandera del "deber" como su inquebrantable promesa de campaña, presentándose firme para capear las crisis que agitan su país. Sin embargo, los comicios del domingo le asestaron un golpe brutal. Su coalición gobernante, formada por el Partido Liberal Demócrata (PLD) y Komeito, perdió por un margen ínfimo el control de la Cámara Alta, un revés que, aunque esperado, se suma a la pérdida de la mayoría en la Cámara Baja el año pasado. Para el PLD, que ha reinado en la política nipona desde 1955, este colapso marca un punto de quiebre sin precedentes.

Luego del tropiezo, en una conferencia de prensa cargada de dramatismo, Ishiba enfrentó el duro juicio del electorado, calificándolo como un "fallo implacable". A pesar de su autoridad menguante y las grietas internas que fracturan su partido, insistió en mantenerse al mando, un gesto que destila más vulnerabilidad que fortaleza. «Aunque siento dolorosamente mi grave responsabilidad por los resultados, creo que deberé cumplir con mi deber a fin de no provocar que la política se estanque o vaya a la deriva», subrayó Ishiba, lejos de quedarse sin aliento. Con una economía bajo presión y el auge de corrientes populistas, su lucha por sobrevivir define ahora su propósito.

La debacle electoral no es un fenómeno aislado, sino el clímax de una tormenta perfecta. La impopular coalición, que necesitaba 50 escaños para retener el control de la cámara alta, obtuvo solo 47, consolidando la erosión de su hegemonía. La decisión de Ishiba de convocar votaciones anticipadas al asumir el liderazgo en octubre, con el objetivo de legitimar su mandato, se revela como un error estratégico de proporciones catastróficas. El PLD no solo perdió terreno frente al Partido Democrático Constitucional (PDCJ), que aseguró 22 escaños, sino que fue eclipsado por el inusitado ascenso meteórico de Sanseito.

Este partido ultranacionalista, surgido de un canal de YouTube, irrumpió con una fuerza provocadora inesperada, ganando 14 escaños en la Cámara Alta, frente al único que tenía previamente. Fundado hace un lustro por Sohei Kamiya, un exgerente de supermercado y profesor de inglés, este movimiento transformó la frustración social en un arma política, capitalizando el descontento con la economía estancada, la inflación galopante y el aumento de extranjeros en un país tradicionalmente homogéneo.

Su lema, “Japón Primero”, inspirado en el estilo Trump, resonó en una población joven y muy desencantada, quienes ven en Sanseito una voz contra el establishment político. Su campaña, amplificada por sus 460.000 suscriptores en YouTube, explotó temores sobre una “invasión silenciosa” de inmigrantes, pese a que los 3.8 millones de residentes foráneos representan solo el 3% de la población. Su retórica, que combina nacionalismo, promesas de recortes fiscales y aumento de beneficios sociales, aprovechó el alza de precios—como el arroz, que duplicó su costo—y el resentimiento por el turismo masivo. Este fenómeno, que ha desbordado recursos locales, le permitió canalizar la ira contra el denostado Ejecutivo.

Asimismo, aboga por reforzar las garantías de seguridad y las leyes contra el espionaje, mayores recortes fiscales, energías renovables y un sistema sanitario que se desentienda de las vacunas. Ha instado a aumentar las capacidades de defensa, advirtiendo que están «rodeados» de naciones con armamento atómico y que, por tanto, necesitan una «fuerza disuasoria» mientras persigue la desnuclearización a largo plazo.

El origen de la crisis actual radica en una combinación letal de factores. El escándalo de financiamiento político que involucró a legisladores del PLD ha dinamitado la confianza pública, mientras que la inflación galopante —con el precio del arroz disparándose un 99.2% en junio— ha exacerbado el malestar económico. La incapacidad de Ishiba para avanzar en las negociaciones de aranceles con Estados Unidos, que impondrá tarifas el 1 de agosto, refuerza la percepción de un liderazgo ineficaz frente a presiones externas. Para colmo, enfrentan una de las peores trayectorias demográficas del mundo: una población que envejece y disminuye, con una de las tasas de natalidad más bajas del planeta.

Internamente, el PLD es un polvorín. Figuras como Taro Aso y otros líderes de facciones han cuestionado abiertamente la viabilidad de Ishiba, y reuniones de emergencia revelaron un partido al borde del cisma. El mandatario, de 68 años, insiste en liderar las negociaciones comerciales con Washington y abordar la inflación, pero su falta de una mayoría parlamentaria lo condena a un gobierno en minoría, dependiente de alianzas frágiles con partidos menores o disidentes.

En el ámbito internacional, la debilidad de Ishiba amenaza la posición de Tokio en un entorno geopolítico tenso. Su agenda de fortalecer las capacidades de defensa frente a las crecientes amenazas en Asia Oriental queda en entredicho sin un mandato claro. Las negociaciones con el presidente estadounidense, previstas para las próximas semanas, serán un examen crítico de su capacidad. Sin embargo, con la oposición considerando una moción de censura y el espectro de Sanseito reconfigurando el debate político, su futuro está colgado de un suspiro.

Por otra parte, Ishiba observa con inquietud cómo Trump teje un nuevo acuerdo comercial con China. Según reportes, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, ha desencadenado una feroz competencia entre ejecutivos estadounidenses, todos ansiosos por asegurar un codiciado asiento en el Air Force One para una próxima visita a Pekín. Este movimiento enciende las alarmas en Tokio, ya que temen que un pacto entre las dos superpotencias les deje en una posición vulnerable. Un acuerdo entre EE. UU. y China podría ser una espada de doble filo. Por un lado, evitaría el caos económico de una guerra comercial desatada por la batería arancelaria de Trump, que han zarandeado los mercados globales. Por otro, un trato que priorice a Pekín podría marginar a Japón, relegando a sus gigantes corporativos, como Toyota o Sony, a un segundo plano en el tablero del comercio internacional.

Cabe destacar que el próximo miércoles, la 30ª Cumbre UE-Japón reunirá en Tokio al presidente del Consejo Europeo, António Costa, y a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con Ishiba, para reforzar una alianza estratégica ante un escenario global inestable. Los políticos impulsarán la cooperación en seguridad, defensa, economía y multilateralismo, defendiendo un orden internacional basado en normas. Además, abordarán desafíos clave como la guerra en Ucrania, los conflictos en Oriente Próximo y la seguridad en el Indo-Pacífico.

El país del Sol Naciente se encuentra en un momento definitorio. La obstinación de Ishiba por permanecer en el poder refleja tanto su tenacidad como su aislamiento. Sin una estrategia clara para recomponer la coalición o recuperar la confianza pública, enfrenta un horizonte incierto que podría redefinir su legado y el rumbo de la política nipona.