Alfredo Semprún

Un banco de langostas para Daniel Ortega

Un banco de langostas para Daniel Ortega
Un banco de langostas para Daniel Ortegalarazon

No sé si las cosas han cambiado mucho en Nicaragua porque hace algún tiempo, demasiado, que no piso el país. Supongo que estará como siempre, «en construcción» y a la caza de subsidios internacionales para ir tirando. Cierto que a una sociedad de problemas endémicos no se le puede exigir comportamientos de europeos ricos, pero recuerdo que me disgustaba ver a la chavalería descalza vendiendo iguanas en los arcenes u ofreciéndote loros verdes del volcán de Masaya en los semáforos de Managua. Los pobres bichos, acostumbrados a un ambiente saturado de azufre, morían pronto. Un atardecer, camino de Granada, vimos una especie de gamo que buscaba algo de espesura en medio de los campos talados. De inmediato, de la camioneta que nos precedía, saltaron cuatro tipos armados con AK-47, alegremente dispuestos a dar cuenta del animal. Les cuento estas cosas porque el Tribunal de La Haya acaba de concederle a Nicaragua 100.000 kilómetros cuadrados de mar Caribe como zona económica exclusiva. Hasta ahora, la soberanía la ejercía Colombia, pero los jueces, en decisión salomónica, han dictado que el archipiélago de San Andrés y los cayos próximos son colombianos, pero que el mar que los rodea es nicaragüense. La zona está declarada Reserva de la Biosfera y es rica en pesca, sobre todo de langosta. También es uno de los pasos preferidos por los «narcos» para trasladar cocaína desde Suramérica a México. Colombia ha puesto el grito en el cielo y está decidida a ignorar la sentencia, aunque para ello tenga que denunciar el Tratado de Bogotá, por el que se comprometió a respetar al Tribunal de La Haya. La excusa, por supuesto, es la defensa de la media docena de pesqueros de arrastre que faenan desde San Andrés. También aducen la necesidad de proseguir la lucha contra el narcotráfico y las pesquería ilegales.

Nicaragua, por su parte, se atiene estrictamente al fallo judicial y advierte de que hará efectiva su soberanía en el área. De momento estamos en la fase de declaraciones que va a prolongarse durante algún tiempo. Nicaragua, con un presupuesto de defensa de 70 millones de dólares, no tiene Armada, y las escasas patrulleras de costa apenas navegan, faltas de mantenimiento. Colombia no es que sea la Royal Navy, pero dispone de cuatro fragatas de origen alemán, recientemente modernizadas, y aviones y helicópteros de patrulla naval. Medios más que suficientes para mantener de hecho el control marítimo. Y con un presupuesto de defensa para el año próximo de 15.000 millones de dólares.

El asunto podría complicarse porque Nicaragua y Venezuela, es decir, Daniel Ortega y Hugo Chávez, tienen suscrito un acuerdo de asistencia militar. La Armada venezolana, aunque tampoco es la Royal Navy, sí tiene medios para enfrentarse a los colombianos y, además, estaría respaldada por la sentencia del Tribunal Internacional. En favor de Bogotá juega que el presidente venezolano tiene otras preocupaciones mucho más urgentes. Ha vuelto a Cuba, con una licencia parlamentaria por tiempo indefinido, para seguir el tratamiento de su misterioso cáncer. Los medios opositores afirman que sufre una metástasis en huesos de mal pronóstico, pero, oficiosamente, se está sometiendo a una terapia de oxigenación hiperbárica, para aumentar el tono muscular y facilitar la recuperación de las dosis de radioterapia recibidas. Como no le han hecho fotos desde hace varias semanas y ha dejado de comparecer en público, los rumores se han disparado. Así que, de momento, Daniel Ortega está desasistido por su mentor, que le pasa una paga anual multimillonaria para hacer frente a sus subvenciones populistas, pero no se arredra. El viernes, un portavoz de Managua afirmó que se «habían enviado naves» a la zona en disputa, pero nadie las ha visto. Por parte colombiana no hay duda: el corresponsal de la agencia española Efe, destacado en San Andrés, da fe de que por allí navegan fragatas y patrullan los aviones.

Un caso de asesinato sin resolver y ya no queda ningún testigo vivo

Al periodista paquistaní Wali Khan Babar, de 28 años, le asesinaron a tiros en Karachi el 14 de enero de 2011 delante de una veintena de testigos. Pero sólo seis hombres valientes decidieron acudir a la Policía y se pusieron a disposición de la Justicia. Hoy están todos muertos. Al último, Haider Ali, le cazaron dos pistoleros a la puerta de su casa y le mataron delante de su esposa e hijas. Ocurrió el pasado 11 de noviembre, dos días antes de comparecer en el tribunal para testificar contra los presuntos asesinos del periodista. El caso se tambalea y se suceden las protestas de rigor. Pero el gobernador del estado de Sindh, que debía garantizar la protección de los testigos, no se da por aludido.