Internacional

Un Kurdistán a la deriva abre nuevas tensiones regionales

EE UU, Turquía e Irán se movilizan ante la posible independencia de la región petrolera.

Soldados kurdos ayudan a desplazados a su llegada a un campo de refugiados a las afueras de Kirkuk, en Irak
Soldados kurdos ayudan a desplazados a su llegada a un campo de refugiados a las afueras de Kirkuk, en Iraklarazon

EE UU, Turquía e Irán se movilizan ante la posible independencia de la región petrolera.

El fin último de los kurdos es tener una nación independiente. Así lo llevan reclamando desde el final de la I Guerra Mundial. Pero el Kurdistán iraquí no es sólo un trozo de tierra que históricamente reclaman los kurdos, sino que en esta región se encuentra el 20% de las riquezas de los hidrocarburos, además de ser una zona estratégica para Estados Unidos, Europa y los vecinos de la región. Su supervivencia siempre ha estado ligada a los intereses de un Estado extranjero. El Kurdistán ha sabido jugar sus cartas y llevarse bien tanto con los vecinos, aunque se detesten, así como con las grandes potencias internacionales.

En manos de los kurdos desde la Guerra del Golfo de 1991, el norte de Irak ha funcionado durante mucho tiempo como un apoyo clave a las operaciones estadounidenses en el país y, desde 2014, la base principal de la guerra liderada por EE UU contra el Estado Islámico. Turquía e Irán también tienen intereses vitales en el área y ambos ejercen influencia sobre la política local. Para estos gobiernos es necesario preservar la unidad de Irak, ya que temen que la secesión arroje al país a un desorden permanente y desencadene en nuevos conflictos en la región.

Sin embargo, el temor de Occidente a más inestabilidad en la zona no tendría por qué venir por el plebiscito, sino por la propia división de los kurdos que llevaría a disputas internas. Algunos analistas opinan que la mejor solución sería trabajar para alcanzar un acuerdo interno kurdo para restablecer la confianza entre las distintas facciones políticas.

Aunque se ha impuesto el «sí» en el referéndum ilegal de independencia, esto no significa que sea un pueblo unido. De hecho, los kurdos tienen sus propios problemas internos para forjar un nuevo Estado. No son, de hecho, un pueblo uniforme. La consulta independentista siempre resultó una apuesta peligrosa, pero es demasiado pronto para decir que ha fracasado por completo. «Las comunidades minoritarias y las naciones pequeñas deben sacar los dientes de vez en cuando a sus grandes aliados para poder negociar», señala a LA RAZÓN el politólogo kurdo Dana Askar Kabir.

El presidente kurdo, Masud Barzani, quería utilizar su victoria del «sí» como una carta para presionar a Bagdad y conseguir un mayor papel político y económico, así como una mayor independencia a la hora de administrar las reservas de crudo en el norte de Irak. Sin embargo, le salió el tiro por la culata. Turquía e Irán han amenazado con cortar las relaciones diplomáticas con el Kurdistán iraquí y han apoyado acciones para un bloqueo comercial cerrando los pasos fronterizos y prohibiendo la venta de productos hacia el Kurdistán iraquí. El Gobierno kurdo esperaba contar con el apoyo de Washington, pero bajo la Administración Donald Trump la política exterior de EE UU se ha vuelto impredecible. Para Bagdad no hay negociación en los términos más enérgicos y no cederá ante la reclamación kurda de Kirkuk. Bajo esta árida «tierra prometida» se halla una de las mayores reservas de petróleo del mundo.

La contienda territorial se remonta a varias décadas atrás, hasta el punto que muchos kurdos llaman a Kirkuk la «Jerusalén kurda». La autonomía de Kirkuk está contemplada en el artículo 140 de la Constitución iraquí, y en 2007 debería haberse celebrado un referéndum sobre su incorporación a la región autónoma del Kurdistán, pero nunca se celebró por motivos políticos.

En los últimos años, el Kurdistán iraquí ha experimentado una de las mayores tasas de crecimiento económico a nivel mundial gracias a las ventas de petróleo unilaterales a través de Turquía y el flujo de miles de millones de dólares de inversión extranjera que han alimentado un auge en la construcción sin precedentes.