Elecciones en Brasil

Un país polarizado

Simpatizantes de Rousseff se manifestaron ayer en Copacabana (Río de Janeiro)
Simpatizantes de Rousseff se manifestaron ayer en Copacabana (Río de Janeiro)larazon

La polarización que genera el juicio político contra Dilma Rousseff era perfectamente perceptible a las puertas del Parlamento, donde miles de personas se manifestaron ayer separadas por un muro metálico ante la crucial jornada política. En el resto de Brasil también se registraron decenas de actos de apoyo y rechazo al “impeachment”, mientras la votación fue seguida por millones de personas a través de la televisión.

Para los sindicatos, los campesinos, parte de la intelectualidad y las clases pobres la caída de la presidenta y la salida del Partido de los Trabajadores (PT) del poder es la antesala de un retroceso masivo en los derechos sociales y laborales. En contraposición, las clases medias y altas urbanas, el empresariado y la élite brasileña perciben el fin de 13 años de PT con esperanza, en un marco desgaste para el país por la corrupción, el desempleo y la inflación causada por una recesión histórica.

“Esto es un golpe de Estado contra el pueblo brasileño. Los opositores no quieren mejorar Brasil, solo quieren derrumbar al PT, imponer el modelo neoliberal. Son irresponsables, trogloditas. El mundo va adelante y nosotros hacia atrás. ¿Cuánto tardaremos en volver a la democracia? ¿Cuántas generaciones serán perjudicadas por este ‘golpe’?”, explicaba a este diario Antonia Lucia Cavalcante, una profesora de primaria de 60 años llegada en autobús desde el estado de Goiania.

“Vamos a luchar hasta el final. Estamos aquí porque creemos en el modelo social. Si el impeachment avanza no abandonaremos las calles. No aceptaremos de ninguna forma el golpe. El país va a ser incendiado. No nos van a quitar nuestros derechos”, explicaba, mientras decenas de personas vestidas de rojo gritaban, cerca de ella, “¡No va a haber golpe!”.

Del otro lado de la kilométrica valla de metal, reforzada por policía militar y fuerzas antidisturbios desplegadas para evitar brotes de violencia en momentos en que Brasil atrae la atención mundial, el rojo dejaba paso a los colores verde y amarillo. Los discursos eran de esperanza moderada mezclada con un hartazgo hacia un sistema político percibido como obsoleto y alejado de los intereses de la gente.

“Ahora es el momento del cambio. Primero hay que sacar a la presidenta. Pero la corrupción está generalizada, está dentro del Parlamento y del Gobierno, y no se acabará solo con la salida de Rousseff”, señalaba Rivanaldo Gomes de Araújo, empresario residente en Brasilia que acudió junto a su nieta a apoyar el “impeachment”.

La Operación Lava Jato, que ha destapado desvíos multimillonarios desde la estatal Petrobras a partidos políticos, afecta a numerosos altos cargos del PT e incluso el propio Luiz Inacio Lula da Silva está siendo investigado. Pero los desvíos de poder no han beneficiado solo a la izquierda gubernista: el senador Aécio Neves, perdedor en la últimas elecciones, o el propio presidente de la Cámara Baja, Eduardo Cunha, han sido vinculados a la trama.

“Tienen que salir todos y debemos elegir un nuevo presidente que cambie el país de forma definitiva. Este es un día tan importante como cuando Brasil logró su independencia hace 500 años”, aseveró de Araújo.