Francia

Una frenética agenda reformista

El mandatario ha impulsado el 74% de las promesas económicas sin gran rechazo social

La Razón
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El mandatario ha impulsado el 74% de las promesas económicas sin gran rechazo social.

Hace un año, Emmanuel Macron se convirtió en el vigésimo quinto presidente de la República francesa con la promesa de reformar el país para devolverle la competitividad perdida. Una vez descartada la extrema derecha, los franceses podrían haber optado por volver a las viejas costumbres y votar en las legislativas a derecha o izquierda, pero decidieron dar un voto de confianza al hombre que se autodefinía como alguien «ni de derechas ni de izquierdas» y profundamente europeísta, un ex banquero liberal, cultivado y seductor. Poco tiempo después de las presidenciales, los franceses eligieron una nueva Asamblea a imagen de Emmanuel Macron. Los nuevos diputados de La República en Marcha (el partido del presidente) han ido aplicando, como buenos soldados, todas las políticas del capitán, y buena parte de los franceses tienen la sensación de que «las cosas avanzan». No en vano, ha cumplido el 74% de las promesas económicas prometidas.

Primero llegó la ley de moralización de la vida política, que prohíbe a los diputados emplear a personas de su familia y suprimió la dotación que se entregaba a cada diputado para distribuir subvenciones. Después reforzó el poder de la Policía con otra ley para hacer frente al terrorismo. Y siguió con la simplificación del código de trabajo, que tuvo como efecto las primeras manifestaciones en su contra si bien no hubo movilizaciones en masa.

Es cierto que es un maestro en la comunicación, «pero eso no quita para que en sólo un año haya hecho ya muchas cosas, porque también ha cambiado el sistema tributario, y ha dado un gran paso adelante en todo lo que se refiere a la acogida de personas discapacitadas», asegura Marion, cuyo candidato para la presidencia se llamaba François Fillon, penalizado en las urnas por un escándalo de corrupción cuando las encuestas le daban ganador.

Esta es precisamente la tragedia de la derecha, que a pesar de ser el partido mayoritario de la oposición resulta inaudible porque acaba fundiéndose con el partido presidencial que propone reformas que ellos soñaban realizar desde hace años y no se habían atrevido a dar el paso.

Otro punto a favor de Macron es su equipo. «Ha sabido elegir mucho mejor que los otros», afirma de nuevo Marion, « gente competente que conoce la materia de sus carteras, como los ministros de Educación, Trabajo o Sanidad, pero ni siquiera el ministro del Interior está mal para las necesidades que tenemos».

Frente a este juicio positivo, son muchos los que se muestran escépticos sobre la verdadera capacidad de reformar de Macron o piensan que es «un presidente de ricos», «de los muy ricos», como dice François Hollande. Porque las reformas fiscales han favorecido sobre todo a los que más tienen con la supresión del impuesto de solidaridad sobre la fortuna, y porque ha tomado dos medidas que les ha perjudicado directamente: la disminución de ayudas para la vivienda y el recorte de los llamados empleos-ayuda. Además, la ley sobre inmigración ha puesto de relieve las primeras discrepancias en el seno de la mayoría presidencial. El primer año de presidencia se termina con un movimiento social en contra de la reforma de ferrocarriles, que se prolongará hasta finales de junio pero el primer ministro, Edouard Philippe, ha advertido que hay cosas que «no son negociables», muy en la línea del estilo Macron.