Política

Sri Lanka

Una superviviente en Sri Lanka: “Me vi cubierta de pedazos de ladrillo y hollín. La gente gritaba y luchaba por salir”

Mientras los supervivientes narran el horror dentro de las iglesias y hoteles, los familiares lloran a sus muertos

Los familiares de una de las víctimas de la iglesia de San Antonio lloran en la morgue de Colombo, ayer / Reuters
Los familiares de una de las víctimas de la iglesia de San Antonio lloran en la morgue de Colombo, ayer / Reuterslarazon

Mientras los supervivientes narran el horror dentro de las iglesias y hoteles, los familiares lloran a sus muertos.

Nadie se hubiera imaginado que la mañana del Domingo de Pascua acabaría tiñéndose de rojo y estropeando la festividad católica tras la explosión de ocho bombas en la isla de Sri Lanka, por las que murieron 290 personas y más de 500 resultaron heridas.

Entre las víctimas, las autoridades ceilandesas declararon que 32 eran de nacionalidad extranjera. Entre ellas se encontraba la chef más conocida de Sri Lanka, Shantha Mayadunne, quien acumulaba más de 30 años de experiencia en el arte culinario y que fue ampliando en escuelas de Singapur, Tailandia, Austraila y Estados Unidos, entre otros, además de haber publicado dos libros. Mayadunne se encontraba desayunando en el hotel de lujo Shangri La con su hija de 30 años, Nisanga, y su familia cuando explotó la bomba, incluyéndolos en las primeras víctimas de este macabro atentado.

Una amiga de la universidad de Nisanga, Radga Fonesca, declaró al medio «Gulf News» que se quedó sin palabras al escuchar la noticia, ya que acaba de ver la fotografía que había colgado la joven en su muro de Facebook minutos antes, en la que derrochaba felicidad mientras compartía el desayuno con su familia. «Nisanga era muy popular en la universidad. Además de ser brillante y lista, el renombre de su madre la hizo aún más popular. Shantha era muy respetada y toda una inspiración para los chef en Sri Lanka. Estoy desolada, no sé qué decir», aseveró.

El horror se extendió a 13 nacionalidades distintas, entre ellas la turca. Selcuk Narici y Yigit Ali Cvus, ambos ingenieros de Turquía, trabajan en un proyecto en el país cuando les sorprendió el ataque, según declaró el embajador turco en el país, Mevlut Çavusoglu, a la agencia Anadolu. «No importa cuál haya sido el motivo, el atroz ataque terrorista en Sri Lanka es el mismo que el de Christchurch (Nueva Zelanda): cobarde, bárbaro y cruel. El terror no tiene religión, ni nación, ni geografía», sentenció.

Barbarie mundial

Sumado a lo anterior, tres británicos, y dos con doble nacionalidad británica y norteamericana, se suman a lista. El Ministerio de Exteriores de Reino Unido confirmó que sus ciudadanos estaban entre los muertos, pero no proporcionó más detalles.

Al cierre de esta edición, el balance de muertes extranjeras cerró con tres daneses, dos chinos y un portugués, mientras que 25 cuerpos quedaban aún por identificar. Sin embargo, la mayor parte de las víctimas fueron de origen local, en su mayoría cristianos.

Yasmin Christina Rodrigo, una catarí de 31 años, declaró al medio Al Yazira tras regresar de sus vacaciones de Semana Santa con su familia en Sri Lanka que se encontraba en la Iglesia de San Antonio cuando tuvo lugar la estruendosa explosión. «Estaba sentada en una de las filas del medio y escuché un ruido repentino. Me sentí adormecida. Me vi cubierta de pequeños pedazos de ladrillo y hollín. De repente, se escucharon fuertes gritos y llantos. El olor de la sala se consumía, y la gente gritaba y luchaba por salir. Me las arreglé para escapar del banco y vi a un montón de personas tiradas en el suelo empapadas en sangre», detalló al medio catarí.

Un empleado del Gran Cinnamon, uno de los tres hoteles de lujo afectados por el atentado, señaló que un atacante suicida se inmoló en el restaurante de la instalación. «Llegó a la parte superior de la fila y activó el explosivo», manifestó. A Julian Emmanuel y a su familia de Surrey les sonrió la suerte, ya que se encontraban en su habitación cuando empezó la masacre. «Salí de la habitación para ver qué estaba pasando y nos condujeron escaleras abajo. Había ambulancias, bomberos, se escuchaban las sirenas de la policía», describió a la la cadena BBC.

La turista Marisa Keller, ciudadana londinense, se hospedaba en el Shangri La, pero no estaba en el hotel cuando fue atacado. «Mi prima me llamó para decirme que un hotel había sido atacado con explosivos. Vimos las ambulancias en el Gran Canela y dijimos 'tienes razón'. Luego regresamos al Shangri La y vimos a todos fuera. El personal estaba tratando de asegurarse de quién estaba a salvo y quién no. Había muchos cuerpos, sangre, ambulancias, policías... Me siento afortunada de estar viva», reconoció. Así el atentado se convierte en el más mortífero desde el final de la guerra civil en 2009, dejando al menos 290 muertos y más de 500 heridos.