Guerra de Ucrania

Voluntarios civiles de Járkov: un motor de la resistencia ucraniana

Olena Sosna, voluntaria que trae vehículos desde los Países Bajos y Polonia para los soldados ucranianos, habla para LA RAZÓN

Voluntarios civiles de Járkov: un motor de la resistencia ucraniana
Voluntarios civiles de Járkov: un motor de la resistencia ucranianaRostyslav Averchuk

"La naturaleza y las buenas personas son mi refugio", dice Olena Sosna, de 52 años, a La RAZÓN. Nos encontramos con Olena, recién llegada de un viaje de varios días a los Países Bajos y de regreso a Járkov, en el parque Sarzhin Yar. El sol, radiante toda la mañana, se oculta tras las nubes, y cuando empieza a llover, nos resguardamos en un banco bajo la copa de un gran árbol, en este oasis verde donde los vecinos buscan alivio tras otra noche de explosiones.

Con la lluvia intensificándose, las palabras de Olena fluyen libremente. Como muchos ucranianos, enfrenta emociones encontradas que rara vez puede expresar debido al ritmo incansable de la guerra. Alpinista industrial y apasionada del trail running, su vida cambió radicalmente con la invasión.

Olena Sosna durante un encuentro con LA RAZÓN en un parque en Jarkiv tras traer vehículos para los soldados ucranianos desde los Paises Bajos y Polonia
Olena Sosna durante un encuentro con LA RAZÓN en un parque en Jarkiv tras traer vehículos para los soldados ucranianos desde los Paises Bajos y Polonia RostansRostans

Su hijo se alistó en el ejército, mientras ella y su esposo se volcaron a cubrir las necesidades urgentes de las fuerzas ucranianas y múltiples refugiados internos. "Nuestra labor principal como voluntarios es llevar suministros a donde más se necesitan", explica. "Estuvimos en Izium, Kupiansk y otras ciudades ahora demasiado peligrosas para civiles". Los drones, que alcanzan distancias cada vez mayores, suelen atacar los vehículos de los voluntarios.

Conseguir transporte para los soldados es otra forma clave en que Olena contribuye. Las fuerzas ucranianas dependen de miles de camionetas y microbuses usados para moverse entre el frente y las bases, trasladando soldados, municiones y equipos esenciales bajo constantes ataques de drones. Los intensos combates generan una escasez permanente de vehículos. Los soldados movilizados traen los suyos, pero estos rara vez resisten mucho tiempo.

Mientras el Estado prioriza armamento pesado, soldados y civiles como Olena se encargan de conseguir vehículos, principalmente en países europeos. Voluntarios y fundaciones lanzan campañas de micromecenazgo, y redes de apoyo buscan en Europa camionetas y microbuses usados en buen estado. La escasez de fondos lleva a comprar, a menudo, los más económicos.

Olena Sosna en el centro de Jarkiv junto a uno de los vehículos traídos para los soldados ucranianos
Olena Sosna en el centro de Jarkiv junto a uno de los vehículos traídos para los soldados ucranianosRostansRostans

Con la mayoría de los hombres en el frente o restringidos por la ley marcial, son Olena y otras mujeres quienes a menudo viajan a los Países Bajos, Polonia u otros países para conducir los vehículos de vuelta. "Nadie me paga por esto", dice. "Como lo que me ofrecen, duermo donde me acogen. A veces hay algo de dinero para comida; a veces, nada".

Olena maneja los vehículos más grandes que su licencia permite, como microbuses. "Tuve que aprender a conducir todoterrenos grandes", cuenta. "Nunca imaginé manejar algo con esas dimensiones". En su último viaje, llevó un viejo Renault Master cargado con dos toneladas de ayuda humanitaria, que llegó a salvo a Jarkiv pese a una peligrosa mañana cerca de Kiev bajo ataques de drones iraníes Shahed. Muchos vehículos requieren reparaciones y mantenimiento, que se realizan en Ucrania, donde son mucho más baratos.

Agradece la compañía cuando la hay y conoce a mujeres en otras ciudades ucranianas dispuestas a unirse si las circunstancias lo permiten. "La Tierra es redonda, y todos los locos nos conocemos", bromea. También valora el apoyo de algunos europeos, recordando como vendedores holandeses rebajaron los precios a la mitad al conocer el destino de los vehículos.

Cada viaje cerca del frente implica riesgos de ataques de drones

En Járkov, a solo 25 kilómetros del frente, abundan los vehículos con matrículas de la UE. Algunos llevan antenas que parecen platos o tazas. "Protegen contra los drones rusos que los cazan", explica.

Cada viaje cerca del frente implica riesgos de ataques de drones, especialmente los de fibra óptica rusos, inmunes a defensas radioelectrónicas. "Los drones rusos escanean todo a 10-15 kilómetros más allá del frente, la ‘zona de muerte", dice. Los vehículos de evacuación médica y los blindados grandes son blancos prioritarios, por lo que los más simples y discretos tienen más probabilidades de salir ilesos. Muchos muestran marcas de múltiples impactos.

Olena Sosna, en uno de los vehículos traídos para los soldados ucranianos
Olena Sosna, en uno de los vehículos traídos para los soldados ucranianosRostansRostans

"Nadie se preocupa por los arañazos estéticos: si el coche funciona, se usa", afirma Olena. "Lo peor es que le alcance al motor".

Tal amenaza se ha convertido desde hace tiempo en algo rutinario para los soldados. Algunas de las unidades más fuertes y motivadas combaten cerca de Járkov. También hay problemas en el ejército que se está reformando en medio de la guerra, y Olena atribuye sus éxitos sobre todo al coraje de los soldados. Muchos de sus amigos luchan desde 2022, y el agotamiento es general.

"Puedes hacer una hazaña una vez", dice, "pero es extenuante repetirla cada día, sabiendo que mañana y pasado mañana será igual". Los drones ayudan a mantener algunas posiciones, pero la infantería es esencial. "A veces poco pueden hacer con un rifle contra drones y el aluvión de metal ruso, pero deben estar ahí para no dejar que entre el enemigo", cuenta.

Olena está segura de que los ucranianos seguirán luchando, no importa lo que haga Rusia. El desafío es hacerlo de forma eficiente para reducir pérdidas. Ve en la construcción rápida de líneas defensivas sólidas la mayor esperanza de Ucrania. "Necesitamos posiciones estratégicas para crear zonas de muerte que detengan el avance ruso", afirma.

Mientras habla, la gente pasea por el parque, en el área de juegos o el baño público cercano, en contraste con la cruda realidad de la guerra. Olena observa cómo algunos vecinos se han distanciado del conflicto por un mecanismo de defensa psicológico. "Al principio, cada bombardeo era una tragedia, y sentías el dolor de cada familia", dice. "Ahora, muchos están tan abrumados que dejan de sentirlo. Algunos se aíslan, consciente o inconscientemente, y viven como si no hubiera guerra".

Olena recuerda vívidamente el primer misil ruso, cargado con municiones de racimo, que impactó en una calle concurrida cerca de un hospital en Járkov. "Estábamos en el coche con mi esposo cuando lo vi llegar muy cerca", relata. "Parecía una película, hasta que comprendí que Rusia intentaba matarme". Cuando las ambulancias llegaron para atender a los heridos, pese al riesgo de otro ataque, le impactó que la mayoría fueran jóvenes, de 20 o 30 años.

La escasez de paramédicos era evidente, pero los médicos que se quedaron en Járkov, viviendo en los sótanos de los hospitales con sus familias, ayudaron a salvar la ciudad. "Los centros médicos seguían funcionando, atendiendo sin parar a los heridos", dice Olena. "Nosotros, los voluntarios, llevábamos medicinas para que no les faltara nada".

Más allá del ejército, la vida en Járkov persiste gracias a personas valientes y comunes: médicos, bomberos, maestros, limpiadores, que siguen haciendo su trabajo. "Járkov es como un colador", dice Olena. "Solo los más fuertes se quedan".