La Guía Michelin 2013, cada día con LA RAZÓN

Cuando de algo se dice que «es la Biblia de...» pocas discusiones caben. Un órdago sobre seguro. Por ir al meollo: la Guía Michelin es la Biblia de la restauración y la hostelería y eso lo saben hasta en Manchuria. Credenciales no le faltan. A sus más de cien años de historia (ciento trece por ser precisos) se suman cualidades fundamentales como la independencia, la objetividad, el rigor o la exhaustividad. La idea pionera de los hermanos Michelin, André y Èdouard, de dotar a los entonces escasos usuarios de automovil de un vademecum de servicios en carretera y mapas es hoy en día todo un «must» en la guantera de los amantes del volante, la buena mesa y el descanso «comme il faut». Nada escapa al ojo crítico de los «hombres Michelin». Nada es accesorio ni casual. En la más recóndita curva del villorio más recoleto puede esconderse el tres estrellas capaz de epatar al paladar más exigente, la panorámica perfecta, el parador soñado... Para que el viajero exprima al máximo su experiencia, todo son facilidades: mapas, indicadores turísticos, categorías de restauración y hoteleras y comentarios. Toda una rica simbología que permite, en pocas líneas, hacerse una idea completa del próximo destino de fin de semana. La premisa es extremar la funcionalidad en un puñado de páginas y no dejar nada al azar. Por ello, la Guía Michelín es un «continuum»: año tras año, la nómina de establecimientos se enriquece, se modifica, se actualiza. Millones de seguidores, amén de los miles de establecimientos interesados, siguen cada año las evoluciones de este elenco, líder en su espectro y de contrastada solvencia. Partiendo del laboratorio de ideas de Clermont Ferrand –en sus inicios era gratuita y no contaba con el famoso sistema de estrellas, introducido en los años 20–, en un siglo de historia la Guía Michelin ha copado primero toda Europa y, posteriormente, ya en esta centuria, ha dado un salto cualitativo con sendas ediciones en América y Asia. En el famoso librillo presidido por el entrañable Bibendum (todo un icono publicitario donde los haya) estar es ser y ser es estar. Todo un almanaque de Gotha, no ya de la vieja realeza, sino de la aristocracia del buen yantar y el mejor dormir.