La columna de Carla de La Lá
Con o sin corbata: el legado de Iglesias
¿Cómo habría que ir a la Moncloa? ¿cómo ha de vestir un ministro?¿un vicepresidente?¿una reina?
Mi marido es un hombre muy elegante, y esa es una de las razones por las que me casé con él. Es una de esas personas con el don (porque yo lo considero un don) casi mágico de la impecabilidad, y que, como saben, no tiene demasiado que ver con la limpieza o la suciedad.
La impecabilidad es una condición estética y etérea que hace a algunas personas parecer como recién barnizadas en todo momento, Dios sabe por qué razón.
Esa perfección aparente, que yo desde luego nunca he conseguido, la tienen otras personas que conozco, como mi mejor amiga Maria Teresa y mi padre, y más que con el estilo, tiene que ver con el orden, con un orden mental muy acusado que me fascina.
Cuando convives con una persona, se pone a prueba su elegancia, por supuesto, y tengo que decir que en diez años conviviendo con Felipe nunca he dejado de observar ni de admirar esa dignidad estética, siempre perfectamente ataviado, de día y de noche, haga frío o haga calor.
En la normalidad (no quiero llamarle vieja a la pobre, no sea que me lo llame ella mí, y con más motivo) cuando iba a la oficina, siempre pulcro y de corbata, venía a darme un beso, peinadito raya al lado como un colegial, antes de salir; sin embargo, algo ha cambiado en esta pandemia, queridos:
_¿Sin corbata, Felipe?_ pregunto interrumpiendo mi lectura y mi café.
_Sin corbata, ya ves.
_¿Qué está pasando?¿te van a sacar sangre?
Me quito las gafas y lo observo de arriba abajo, intentando tomar distancia y comprender el conjunto. Lo cierto es que no va mal vestido, un combinado de pantalón de vestir y una chaqueta menos formal, con una camisa y listo.
_Me gustas más con corbata.
_En mi trabajo ya nadie lleva corbata, soy de los pocos.
_¿Qué más da? Mi padre siempre fue a trabajar con corbata mientras ninguno de los médicos de su servicio la llevaba, pero él, iba impecable en deferencia a sus pacientes y a su cargo…
_Sí Carlita, pero tu padre se jubiló el siglo pasado…
Me quedo pensativa. Tiene razón, mi padre, no se jubiló hace 20 años, pero sí hace diez, y en esta década han cambiado mucho las cosas y parece evidente que continuamos en periodo de transición. Pero una transición hacia dónde ¿hacia le chándal?
Por las mañanas (yo teletrabajo) suelo vestirme deportiva para trabajar un par de horas y bajar al gimnasio. Bien, mi primer marido querido, me llamó sorpresivamente para que cogiera un taxi y llevara a nuestra hija Inés de inmediato al hospital (es médico), que nos esperaba para hacerle PCR y antígenos a la niña:
_¿Me das media hora?_ Pregunto mirando mi reflejo en el espejo del salón con pantalones de chándal adidas de 3 rayas de albañil ucraniano o de barraquero porrero.
_Claro que no, venid ahora mismo, que no tenemos todo el día.
Por la tarde me envía un whassap:
_Menudo chándal te has calzado esta mañana_ Es un esteta, igual que yo.
_Estaba a punto de bajar al gimnasio cuando me obligaste a ir al Hospital.
_Ya no eres la que eras.
_¡Gracias!_ respondo escocidísima, antes de LA COVID, vivía en tacones de aguja y faldas delicadísimas como una especie de hada frívola o una sirena urbana (no sé cómo podía vivir así).
_Mucho mejor ahora, es un cumplido. Estás estupenda.
El otro día, mis hijos mayores, Carlota (17) y Pepe (13) me comentaban que la mayoría de los chicos de su edad no tienen pantalones, ni siquiera vaqueros, porque viven en ropa deportiva, entre Jesse Pinkman y Omar Montes.
Pepe que viste normalmente con vaqueros, camisa, sudadera y sneakers dice que otros chicos de su edad le preguntarían con no poca sorna si se dirigía a la Moncloa, de esa guisa. Lejos de otras consideraciones, la pregunta me parece de rabiosa actualidad.
¿Cómo habría que ir a la Moncloa? ¿cómo ha de vestir un ministro?¿un vicepresidente?¿una reina?
Si nos ponemos ultranormativos y conservadores, todos con traje y corbata. Y ¿cómo no vamos a ser normativos y conservadores con las instituciones que nos representan?
Sin embargo, la propia corbata ha evolucionado desde el siglo XVII, que es cuando nace como actualmente la conocemos… No paro de darle vueltas al asunto, discúlpenme.
Podemos defiende la autodeterminación en protocolo, maneras y estética justo donde yo implementaría medidas absolutistas, castigos ejemplares a golpe de decreto, torturas, juicios sumarísimos, la pena de muerte.
Por el contrario_qué poco nos parecemos_ Iglesias propone un estilo retro, por lo que tiene de retroceso, al pretender que el Estado tenga el “control” de los medios de comunicación...._que es donde yo desearía la independencia absoluta.
La clave no está en si Pablo Iglesias quiere molestar a la mayoría liberándose de la corbata, que probablemente considera un símbolo capitalista; la clave tampoco está en si Pablo Iglesias, nuestro Vicepresidente Segundo, tiene o no tiene buenas maneras o estilo. La clave, que nos incumbe a todos y que como todos los asuntos estéticos es de una gran profundidad, es si debemos aferrarnos a las reglas de siempre o dejar que cambien.
Si la sociedad, no hubiera permitido la evolución de la corbata, los hombres continuarían como Lord Brummel (XIX) que para anudarse su corbata, dado su tamaño descomunal, necesitaba la ayuda de dos mozos…
Y algo peor, seguiríamos usando corsé y miriñaque.
✕
Accede a tu cuenta para comentar