La columna de Carla de La Lá

Cómo reconocer a un cursi

Lo cursi es una mezcla mefistofélica, es decir, bendecida por la mano de satán, entre lo hortera y lo falso.

Cómo reconocer a un cursi
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Vivimos rodeados de cursis, amigues. Sin un buen ramillete de cursis, les aseguro que sería muy difícil llegar donde hemos llegado en todos los sentidos. Que ¿qué es cursi? Bueno, se trata de una mezcla mefistofélica, es decir, bendecida por la mano de satán, entre lo hortera y lo falso.

La honestidad, en cualquier soporte, ya sea en una pintura, un estilismo, una canción, una lágrima o una moral, es lo contrario de lo cursi… Podrá ser malvado, podrá ser aburrido, podrá ser macarra pero lo auténtico, lo genuino, nunca podrá ser cursi, ni hortera.

Un ejemplo maravilloso es el pueblo gitano, no se me ocurre una etnia menos cursi. ¿Han escuchado una canción gitana cursi o han presenciado alguna escena cursi alguna vez protagonizada por un gitano? Ni siquiera esas bodas elegantiosas cargadas de brillos, volantes, encajes, caballos, perlas, floripondios (y whisky con langostinos) son cursis (ni horteras) porque todo en ellas proyecta verdad, un ingrediente divino, del cual la cursilería y los cursis carecen. Por el contrario, And Just Like That (tan classy como pretende) ofrece un guirigay de inclusividad cursi e impostada donde las bromas, no demasiado inteligentes, marean, aunque menos que los estilismos.

Ah, y ¡cuidado! que ser elegante no es ser manierista, ni cursi, ni pedorro, ser elegante es todo un Arte reservado a unos pocos que o bien, lo han mamado, o lo han desarrollado gracias a una exquisita inteligencia.

Se lo digo a los niños (a los míos), mil veces antes un macarra que un cursi, porque a menudo me cruzo en mi barrio con una señora que lleva a sus 4 hijos de ambos sexos vestidos de topitos rosas con la mascarilla a juego del capazo, de su falda y de su corazón… No quiero imaginar la suerte de esos chiquillos si le manchan de nocilla a su madre el sofá de capitoné de seda champagne.

La belleza se ha trivializado en la simple bonitura, en la gracia adocenada y el menú de ofertas cursis del mercado universal: los paisajes de las postales, las casas de decorador, las modelos de El Corte Inglés, los matrimonios bien avenidos, los niños educados, la clase media.

Y es que “bonita” es cualquier cosa que esté completa de acuerdo a unos cánones pasajeros, sin nada que añadirle ni que quitarle y nada que hacerle, ni siquiera verla porque en lo que está correcto la mirada se detiene sólo lo indispensable.

En esto de la pandemia y las mascarillas se caza inmediatamente al cursi, “por sus mascarillas los conoceréis”; últimamente he visto hasta mascarillas de escritoras famosas de la historia dibujaditas y coloreadas… en plan culturita reivindicativa feminista chuli (una monada, “por eso me daría vergüenza llevarlas” dice mi hija).  Estas últimas le pegan mucho a Yolanda Díaz con su voz de la niña de Vicks VapoRub: “Nos une el proyecto de ensanchar la democracia desde la mistura, la diversidad…». Hija, Yolanda, eres una farisea y una cínica, pero algo mucho peor :¡cursi!

Nuestro gobierno social comunista es acusado de mala gestión, de inoperancia, de desavenencias internas, de narcisismo, de inmadurez, de faltar a su palabra y reírse del electorado. Pero a mí lo que realmente me espanta y me hace desear su fin es lo cursis que son todos desde el primero hasta el ultime:

Pedro Sanchez, con esa carita toda iluminada, como de novicia recién confesada y comulgada (recuerdo cuando era agresivísimo e insultaba a Rajoy alardeando de insensibilidad y macarrismo, cuando hablaba con su verdadera voz). Por supuesto, no hay nada más cursi ni más ridículo que indignarse. Indignarse cuando uno ha superado los cinco años de edad, es una posición muy comprometida para una persona inteligente.

La Ministra Jolines aka Irene Montero, es una de las personas más cursis que se han paseado por la tierra… Cuando era pequeña mi madre me dijo, una persona elegante y una persona de bien no dicen tacos, pero si los dicen los dicen como se debe: ¡Joder! (jamás “Jolines”).

Y ¿qué me dicen de la cursi psicología del siglo XXI… Sé-tú-misme-sé-tú-misme! Háganme caso y ¡no sean ustedes mismos un segundo más! ¿En qué manual leímos que hay que ser como uno es e imponer nuestras miserias y debilidades a nuestros hijos, parejas, amigos, mascotas y conciudadanos para después lanzarlas flotando al universo? Nos hemos convertido en una especie cursi y sensiblera, pero casi insensible.

Lo digo sin dramatizar, ¿eh? pero siento que, pese a los muchos logros, seguimos en un mundo igual de vil y perverso donde incluso la vileza alcanza cada vez cimas más altas escondida tras una pantalla rosada y cursi.