Entrevista
Belén Cuesta: El arte de vivir
Repasamos la trayectoria profesional de la actriz y sus nuevos proyectos
Tiene arrojo, aunque lo combina con una cierta reserva. Belén Cuesta es una mezcla de atrevimiento y cautela, o al menos eso es lo que transmite cuando posa con seguridad, o cuando elige papeles arriesgados que, sin embargo, medita muy bien antes de aceptar. Estos días, mientras está envuelta en un mar de proyectos, terminados como El cuco, a medio camino, como Cristo y Rey, o a punto de empezar, como Romancero, saca unos minutos para contarnos lo agradecida que está por trabajar en lo que más le gusta, contarnos cómo serán sus próximos papeles y recordar hitos en su carrera, que también lo son en su vida.
Vas vestida con las piezas más especiales de Dior, con una colección que tú ya conoces, porque fuiste una de las invitadas a ese desfile en Sevilla que será inolvidable. Sí. Esos días yo estaba rodando muchísimo y era complicado ir, pero me invitaron y no me lo quería perder porque sabía que iba a ser algo especial. Nunca había asistido a un desfile de Dior, y que fuera en la Plaza de España, en Sevilla, me pareció tan bonito... Es que, además, me emocioné muchísimo porque me tocó sentarme justo delante de Alberto Iglesias, que dirigía la orquesta. Estaba fascinada. Estaba en primera línea viendo ese desfile y esa maravilla de colección.
Hecha, además, en gran medida por artesanos de tu tierra. Claro, con toda la cosa artesana de Andalucía, con ese cuerpo de baile y ver en directo a Alberto Iglesias dirigir la orquesta. Fue preciosísimo. Es de esas cosas especiales que quedarán para uno siempre.
Un sueño. ¿Con qué sueña Belén Cuesta? Yo soñé mucho con viajar. Ahora creo que con viajar y con seguir trabajando.
De momento, trabajo no te falta, porque hay tres proyectos pendientes de estreno y hay uno en particular del que lleva meses hablándose, que es Cristo y Rey, la historia de Bárbara Rey y Ángel Cristo. Están montándolo y yo todavía no he visto nada, pero aún tengo la resaca emocional de haber hecho este proyecto, porque ha sido muy difícil.
¿En qué sentido? Por contar la vida de ella, porque hay una historia dura de relatar y momentos muy difíciles. El rodaje fue muy intenso por eso, porque se cuentan diez años de su vida en los que pasan muchísimas cosas. Además, tuve que bailar, cantar y hacer millones de cosas que me supusieron un reto. Estoy agradecida, la verdad, porque eso es una suerte. A nivel energético ha sido duro, pero ha sido fascinante también.
Tienes también El cuco pendiente de estreno que es, además, un cambio de registro. Es la primera vez que he hecho una película de miedo. ¡Estoy más asustada por ver qué tal se me ha dado, que de la peli en sí! (risas). Es una cinta de Mar Targarona y he podido trabajar con Jorge Suquet, que hace de mi pareja y que además es uno de mis mejores amigos, con lo cual ha sido una suerte. Es la primera vez que hago cine de género y me apetecía mucho probar. Le estoy muy agradecida a Mar por haber contado conmigo.
La tercera es Balenciaga, la serie sobre el modisto español por excelencia, donde haces de Fabiola de Bélgica. Ha sido una suerte volver a trabajar con los Moriarty, que son los directores de La trinchera infinita. Mi papel es pequeño, pero ha sido como volver a casa. En esta profesión trabajar ya es una suerte, pero repetir con gente que te ha dado tanto y de la que has aprendido tanto, más todavía. Y me llamaron para hacer de Fabiola, que fue unos días solo, pero me pareció tan bonito poder hacer de ella y rodar con Alberto... Además, una de las costureras que le hace el traje a Fabiola de Bélgica es una actriz que se llama Olaya Hernández, que es mi amiga del alma. Yo hacía de Fabiola y ella hacía como que me tomaba las medidas. Ha sido muy bonito.
Con este ritmo de proyectos, ¿da tiempo a despedirse de un personaje y prepararse? ¿Cómo se desvincula uno de los personajes? Me imagino que cada compañero contará algo distinto y supongo que depende mucho del proyecto y del día de rodaje, porque hay días que a lo mejor uno entiende que va a ser más sencillo y todo se complica y te vas a casa sintiendo que no has terminado de soltar el personaje. Y otros días que, aunque sea una escena durísima, es más fácil desconectar. O a lo mejor si has rodado algo durísimo, como pasa en los momentos duros de la vida, te entra la risa. No sé. Pero en teatro, en El hombre almohada, sentía como que necesitaba ducharme, no solo porque acababa llena de sangre, sino porque era como que se tenía que ir por el desagüe todo lo que se había contado, porque era un texto muy duro y estás ahí como dos horas metida, contando la historia, que era maravillosa, pero dura.
En este momento de tu carrera puedes elegir proyectos, pero ¿cómo es ese proceso de elección que prima para elegir? Yo creo que tener trabajo es una fortuna. Y decir que no a cosas a mí me produce un cierto sinsabor. No sé a qué actriz consagrada le oí decir que es el miedo a que te despidan el primer día. Entiendo que es algo que, por más que trabajes, te sigue pasando y decir que no, a mí me produce un cierto vértigo. Hay veces que ves clarísimo que no, pero creo que hay que valorar mucho el trabajo. Y, a la hora de decir que sí o que no, tiene que ser una decisión muy meditada. Si te llega un guion hay que leerlo muy bien y entender por qué dices que sí o que no, hay gente que rechaza proyectos porque quizá se asusta. Hay que meditarlo mucho. En mi caso es así, porque yo creo que en cada trabajo al que dices que sí lo haces por una cosa diferente.
Al final te está quedando una carrera con una mezcla de papeles muy interesante. Bueno, un poco loca también. Yo estoy muy contenta de que me hayan dejado hacer lo que me han dejado hacer.
¿Se ven las cosas distintas después de tener un Goya en casa? No. No particularmente. Mi casa se ve más bonita porque hay un Goya (risas). Pero quizá es como si, de repente, hubiera una señal que te indica que lo que quisiste en un momento concreto, pasó. Estoy trabajando en lo que me gusta. Quizá es la manera de decirte que eres afortunada, ¿no? Para que no se te olvide.
Atribuyes los éxitos al factor de la de la suerte, pero también hay mucho trabajo para llegar hasta aquí. Sí, claro que tiene que haber trabajo, y esfuerzo y sacrificio. Lo que pasa es que creo que cuando uno se sacrifica y se esfuerza, cuando te gusta lo que haces, pasa de manera natural. Pero ahí entran cosas que ya no dependen de ti, porque yo he estado trabajando de mil cosas, yéndome a ensayar y no durmiendo. Y es un sacrificio y es un esfuerzo, pero es una necesidad también. Al final hacer lo que a uno le gusta...
Si pudieras hablar con la Belén que ponía copas en un bar, que iba de un casting a otro, que sufría cuando le decían que no. ¿Qué le dirías? Le diría haz todo lo que piensas que estás haciendo. Creo que no me desvelaría nada, que haría todo exactamente igual y me dejaría con la duda de van a pasar cosas (risas).
Un proceso de casting tiene que ser duro. Gestionar el rechazo, la aceptación… Todo eso es durísimo. Porque aparte de ser la entrevista de trabajo, está el sueño y ahí hay un dolor. Yo al principio, cuando vine a Madrid estuve ayudando a Laura Cepeda, que es una directora de casting y aprendí mucho, porque vi cómo iban llegando los compañeros. Ahí pensé en cómo influyen los nervios, cómo hay que quitarse esta cosa de pensar que es la oportunidad de tu vida, porque a lo mejor no lo es. Y como alguien me dijo, no va a cambiar nada si no te lo dan. Si te lo dan a lo mejor sí, pero si no… hay que quitarse ese nervio para poder hacer las pruebas.
¿Cuál dirías tú que es la que ha sido la oportunidad de tu vida? Lógicamente Los Javis. Pero también mis representantes, Elena y Juancho, que llevo con ellos desde que estaba terminando de estudiar Arte Dramático en Málaga. Me vieron actuar y cuando vine a Madrid me reuní con ellos y son los únicos representantes que he tenido. Y es una suerte, porque han hecho la carrera conmigo desde el principio y creo que todo lo que ha pasado sin duda es gracias a ellos también. Me he sentido muy arropada y me han ayudado mucho cuando no he tenido trabajo. Siempre nombro a Los Javis, lógicamente, porque La llamada fue como un trampolín para todo, pero antes de llegar ahí hay elementos que son muy importantes.
La llamada también tienes que sentirlo como algo casi tuyo. Es el proyecto de mi vida, sin duda. Sin duda. Y las personas, los Javi y Elena y Juancho.
Luego llegó Paquita Salas y te ha convertido en un icono. Tanto que eres imagen recurrente en muchos chascarrillos. Es una suerte que tu personaje haya trascendido así, que la gente se haya quedado con cosas de la serie. Qué bonito que haya pasado eso porque además qué inesperado también para nosotros todo, que yo creo que es cuando las cosas resultan más gratificantes.
Ya te has afincado en Madrid, pero decías hace un tiempo que siempre acabas volviendo a Málaga y a ese mar. Siempre. Vuelvo a ese mar, a esa playa y a esa casa cada vez que puedo. Y cada vez más, creo. Lo de hacerse mayor te tira más a las raíces y para mí es fundamental. Es eso de irte al sur para encontrar el norte que dicen, a mí me sirve muchísimo.
Y ¿cómo son las Navidades? Estar en casa, con mis padres, mi familia, comer... Yo creo que lo que todos buscamos es estar cómodos, poder ver esa ilusión de los sobrinos. Es bonito estar juntos, estar con mis tías, reírme, comer, volver a comer… hay que celebrar las cosas.
¿Y los premios? Sí, hay que celebrar también los premios. Y yo he estado siempre muy rodeada de la gente que sé que se alegra por mí. Y es una suerte poder celebrar con ellos.
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