Moda
Balenciaga, los Franco y otras polémicas de una marca rompedora
Los diseños y las campañas actuales son causa de escándalo, algo que provocaba alergia al mago de la moda
Es fácil imaginarse la pesadilla que estaría viviendo Balenciaga con la polémica que está acompañando a su marca durante las últimas semanas. La firma, que en la actualidad lidera el diseñador Demna Gvasalia, ha pasado del altar de la moda a los infiernos con solo una campaña de publicidad. Las imágenes que presentó hace unos días, en las que presentan niños junto a referencias sadomasoquistas (como por ejemplo una niña sujetando un osito vestido con indumentaria bondage), así como las de su colaboración con Adidas, donde se llegó a fotografiar un bolso junto a unos documentos que hacían referencia a un caso de pornografía infantil, provocaron un aluvión de críticas que ha hecho que la propia firma se haya tenido que retractar de la campaña. Incluso la musa de la compañía, Kim Kardashian, ha visto cómo su mensaje en Twitter replanteándose la relación con la firma solo ha servido para calentar más si cabe los ánimos.
Esta controversia, eso sí, recuerda mucho a la que protagonizaron en 2010 el diseñador Tom Ford y Carine Roitfeld, en aquel momento directora de «Vogue París». La francesa invitó al creador texano como editor en su número de diciembre y las imágenes que publicaron, con niñas vestidas de adultas, recibieron un sinfín de críticas. Roitfeld abandonó la dirección de la cabecera ese mismo mes.
Volviendo a Balenciaga, lo cierto es que esta no es la primera vez que la marca se ve envuelta en historias «complicadas», ya que en 2021 contemplaron impotentes cómo el nombre de su ex diseñador Alexander Wang, que dirigió la compañía de 2012 a 2015, se vio envuelto también en una serie de denuncias por abuso que formularon una serie de modelos.
Alérgico a la Prensa
El maestro de Getaria era alérgico a la Prensa (de hecho, solo concedió dos entrevistas: una a «The Times» y otra a «Paris Match»), de ahí que todos estos escándalos le hubieran producido más de un dolor de cabeza. Pero esto no evitó que a lo largo de los años no haya tenido alguna que otra polémica.
Ya lo fue en su momento la relación que mantuvo con su pareja desde 1924, Wlazdio D’Attanville. En el padrón de San Sebastián de aquel año ya figura que comparten vivienda, junto con su madre, y, como confesaba una de sus costureras, Elisa Erquiaga: «Era un caballero muy guapo, muy educado, y todas lo sabíamos, pero nadie hablaba de eso en el taller». El fallecimiento del franco-polaco en 1948, unos meses después del de la madre de Cristóbal, provocó que el vasco vistiera a sus clientas de negro (aunque otras voces afirman que esa colección ya estaba planificada así antes del triste desenlace). La crisis vital que sufrió Balenciaga por esas pérdidas hizo que hasta se planteara cerrar la casa, un hecho que animó a los Vizkarrondo, la parte financiera de la casa Balenciaga, a presentarle al navarro Ramón Esparza, quien se convertiría en su compañero hasta el final de sus días. La existencia de dos compañías distintas, Balenciaga para París y EISA para España, también tuvo sus más y sus menos. Los patrones se creaban en la capital francesa, pero conseguían llegar a España ocultos en maletas que conseguían burlar la frontera en Hendaya.
Pero quizá la gran polémica o misterio de Cristóbal Balenciaga fue su vinculación, o no, con el franquismo. El diseñador de diseñadores, ¿era afecto al régimen? Según ha confesado alguna que otra vez Miren Arzalluz, una de las grandes expertas en el genio de Getaria, no se puede afirmar nada en ese sentido, aunque «seguramente fuera monárquico». De hecho, era una aristócrata, la marquesa de Casa Torres, abuela de Fabiola de Bélgica, quien le descubrió, y en la reina Victoria Eugenia encontraría a una de sus grandes clientas. Sus vínculo con los Franco, al parecer, vienen de antes de la Guerra Civil. De hecho, hay quien afirma que el vestido de boda con el que Carmen Polo contrajo matrimonio con el entonces teniente coronel llevaba la firma de este maestro de la costura.
Esta especial relación con la que luego se convertiría en la mujer del dictador hizo que también confeccionara los vestidos de su hija, Carmen Franco, y de la nietísima, Carmen Martínez-Bordiú. De hecho, este último fue el que está considerado su última creación y, para algunos, una obra «muy poco balenciaga». Pero hay más. Una de sus musas, la marquesa de Llanzol, protagonizó uno de los escándalos más sonados de la dictadura al mantener una relación extramatrimonial (con hija incluida) junto a Ramón Serrano Suñer, marido de la hermana de Carmen Polo.
Pero Arzalluz afirma que se llevaba bien con todo el mundo: no solo vistió a la élite del régimen, también ayudó a los exiliados. El Gobierno Vasco en el exilio le pidió que interviniera con Lequerica, el embajador de Franco ante el gobierno de Vichy, por un hermano del lehendakari Leizaola. Es difícil conseguir descifrar la vinculación o no con la dictadura de un Balenciaga que residió en Francia gran parte de su vida. Pero lo que queda claro es que las polémicas no eran para el genio vasco.
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