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Las bodas de septiembre
«La Jurado me dijo un día: ‘‘Qué razón tenías, no se casa nadie en Domingo de Ramos, ya ves qué feo ha terminado todo’’»
Sin ninguna duda, la boda de Rocío Carrasco y Fidel Albiac se ha convertido en la boda de septiembre y del otoño. La pareja es todavía joven pero ya está en el tiempo de lo que antiguamente se llamaba de forma cursi «una pareja otoñal».
Sin ninguna duda, la boda de Rocío Carrasco y Fidel Albiac se ha convertido en la boda de septiembre y del otoño. La pareja es todavía joven pero ya está en el tiempo de lo que antiguamente se llamaba de forma cursi «una pareja otoñal». Esto ocurría cuando se habían sobrepasado los 40 años. En primer lugar, voy a contestar a diferentes amigos, incluso a medios, que me han preguntado si estaba invitado a tan mediático enlace. No he sido invitado, ésa es la verdad, que, en este caso, no me hace daño, que decía una canción. Siempre he considerado que todo el mundo tiene el derecho de invitar a sus fiestas a quien le apetezca en cada momento, no existe la obligación de tener invitados fijos. Tenía admiración y amistad con su madre y siempre una cordial relación con ella. Pero es cierto que cuando me vine de nuevo a vivir a Sevilla, sin volver la cara llorando, todo lo contrario, se produce un distanciamiento con tu círculo madrileño. La última vez que hemos estado juntos unos días fue hace 5 años, cuando me llamó la novia para decirme que le gustaría mucho que participara como jurado en el programa musical que se preparaba sobre su madre. Acepté encantado. Posteriormente, hemos hablado por teléfono, no demasiado a menudo, porque le cuesta contestar. Hace unos meses me llamó para invitarme a la presentación en el Teatro Real de los sellos que como homenaje a Rocío Jurado, en el décimo aniversario de su muerte, se iban a poner en circulación. Muy a mi pesar no pude asistir, me consta que le sentó mal la ausencia. Desde entonces no he vuelto a saber nada de la pareja. Una amiga común, extrañada, me dijo que no podía ser, que sería algún olvido, que se lo diría. Le rogué que no lo hiciera. Le recordé que debe ser cosa del destino pero que tampoco estuve en la primera boda de Rocío, aunque en la primera sí estaba invitado. Recuerdo que unos días antes de la ceremonia cené con Rocío Jurado y su hija en el Hotel Villamagna de Madrid. Le entregué el regalo a la novia y le expliqué que no iría a la boda. La madre y la hija pusieron el grito en el cielo, les expliqué que nadie que use la cabeza se casa en Sevilla y su provincia un Domingo de Ramos –porque todo el mundo tiene compromisos ese día y más los sevillanos (como un buen número de invitados)–; que yo vivía todo el año esperando que amanezca el Domingo de Ramos; que mi hijo, entonces de corta edad, salía de nazareno, acompañado por su padre, como mandan las leyes no escritas de esta ciudad. Pasado el tiempo, cuando el matrimonio se rompió, la Jurado, que tenía una memoria prodigiosa, me dijo un día: «Qué razón tenías, no se casa nadie en Domingo de Ramos, ya ves qué feo ha terminado todo». Contado esto le deseo a la pareja que esta vez todo salga tan bien como estos 16 años que llevan conviviendo. Para los que todavía piensan que la ya señora Albiac está dominada por su marido, están totalmente equivocados. Si hay algún dominado, ése es Fidel. En esa casa, como en cualquiera donde la felicidad está instalada, es porque todos los poderes los tiene la mujer. La boda ha sido una mezcla de boda real y gitana. En los enlaces reales, los fastos duran varios días, algo similar ocurre en las bodas gitanas de postín. Algo que no les ha faltado ha sido el calor, porque Toledo es tierra de fuego y lo digo desde Andalucía, en la que tenemos sobrada preparación en ese tema. Lo cierto es que cuando salga «¡Hola!», que adelanta día, se verá todo en rigurosa exclusiva, que se ha guardado con un ejército de agentes de seguridad. No es para menos, vestida de novia será la tercera portada, con gran reportaje interior, que ocupe Rocío con su boda como tema. Para calentar motores, las Campos, que ya son trío, ocupaban esta semana medio «¡Hola!», incluida portada, enseñando los modelos de ceremonia, porque, debido a los tres días de celebraciones, habrán tenido que hacerse vestuario, como si fuesen a estrenar un musical en plena Gran Vía madrileña. En relación a esto de las bodas, que gusta y por tanto que rentable resulta, la ya citada 100 veces «¡Hola!» encuentra en su portada el poco espacio que le dejan las siempre fabulosas Campos trío para dejar ventanitas y contarnos que se ha casado Lulu Figueroa, nieta de la condesa de Romanones, que a sus más de 90 años sigue magnífica. La de los 90 años es la abuela. Claro está, también ha pasado por el altar Paola Zóbel, de una familia de ricos y discretos de toda la vida. Entre las propiedades más conocidas está Sotogrande. Como manda la razón, la muchacha se ha casado con un jugador de polo, que suelen ser guapos y ricos. Además, manejan las pelotas como nadie. A la tercera va la vencida: Albano y Romina han casado a su hija Cristel, mientras sonaba «Felicità», el mayor éxito de los padres de la novia. Qué injusta es la vida. Tanta boda, tanta exclusiva y, mientras tanto, yo al borde de la vejez suprema, soltero y solo en la vida y, en mi caso, no es, como decía el cuplé, por una mala partida.
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