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Válgame Dios: El bar gay donde se gestó el gobierno
Aunque designó a su equipo en cuestión de horas, Pedro Sánchez venía de emprender una intensa gira por los barrios de moda de Madrid, entre ellos Chueca, donde fichó a algunos de sus ministros estrellas
Aunque designó a su equipo en cuestión de horas, Pedro Sánchez venía de emprender una intensa gira por los barrios de moda de Madrid, entre ellos Chueca, donde fichó a algunos de sus ministros estrellas.
Qué historias esconderán sus paredes. Es la pregunta que uno se hace cuando cruza la puerta de Válgame Dios y se encuentra ante los cientos de retratos que cuelgan de sus muros. Los de Marta Sánchez y Rosario Flores son de los primeros que se ven nada más entrar en este bar, uno de los más frecuentados por la «socialité» de Madrid desde que se inaugurara en el barrio de Chueca hace siete años. En otra de las fotografías se puede leer: «Para Bea, con cariño, Trini». Lo firma la ex ministra socialista Trinidad Jiménez para una de la socias del local, otrora estilista de Telecinco durante la etapa de Valerio Lazarov, productor que la acercó a personajes conocidos durante los 90, de ahí que se la pueda ver en muchas de las imágenes junto a Lola Flores, Naomi Campbell y Pedro Almodóvar, entre otros. La reminiscencia de la moda de aquella década permanece impregnada en los vestidos que también decoran las paredes del local, que hace las veces de restaurante, pub y «showroom» de firmas italianas. Esta fusión lo convierte en un espacio ecléctico y de inspiración retro, o «camaleónico», como a sus propietarios les gusta describirlo.
Que Jiménez protagonice uno de los retratos no sorprende si miramos hacia arriba y descubrimos otros tantos de políticos socialistas. Una sonriente Carme Chacón posa para la cámara, mientras que Grande-Marlaska seduce al objetivo en una instantánea en blanco y negro. Que el hoy ministro del Interior sea cliente habitual del local no es un ningún secreto para los vecinos del barrio, acostumbrados a ver entrar a caras conocidas del PSOE. «Yo también voy a empezar a ir, a ver si me cae alguna cartera», bromea uno de ellos.
Y es que fue en este bar del barrio gay de Madrid donde Pedro Sánchez echó el ojo a dos de sus ministros estrellas, el dimitido Màxim Huerta y Fernando Grande-Marlaska. Ambos se conocían antes de llegar al Gobierno, pues en más de una ocasión habían compartido un par de copas en el citado local. Sánchez, que ya se había hecho con la secretaría general y ansiaba mudarse a La Moncloa con un equipo renovado, no dudó en lanzarse a la conquista de nuevos rostros. Fue así cómo, un 21 de noviembre de 2014, organizó en el local una «reunión de amigos», que no fue sino un mitin distendido con el que se ganó el beneplácito de personalidades de la cultura y la comunicación, en un momento en que éstas habían perdido la confianza en el proyecto socialista y empezaban a mirar con buenos ojos hacia Podemos.
Asistieron, entre otros, el productor musical Carlos Jean, la periodista Sandra Barneda, la actriz Pastora Vega y, cómo no, Huerta, con el que Sánchez despachó con un gin-tonic con granos de pimienta roja en mano, la especialidad de la barra. Poco más necesitó el secretario general para, acto seguido, publicar un tuit donde decía: «Acabo el día en el bar Válgame Dios con mi admirado Màxim Huerta, ¡deseando leer tu novela!».
Fue la primera de otras tantas visitas al bar, donde también fue acercando posturas con Marlaska y donde compartió cena con Felipe González y Tintori, mujer del opositor venezolano Leopoldo López. Tartar de atún de almadraba, hamburguesas con trufa y quesadilla con guacamole fueron algunos de los platos que degustaron. En otras ocasiones, cambiaba Chueca por Malasaña, donde solía despachar de manera informal con personas al margen de la política. En el Paseo del Pintor Rosales, más cercano a Ferraz, también compartió alguna que otra comida con Pedro Duque.
Válgame Dios luce con orgullo la instantánea que inmortaliza una de las visitas de Sánchez al local. No desean darle más importancia de la que tiene. Son prudentes y no quieren perder a clientes tan fieles como Marlaska.
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