Bruselas

El Conde de Lusace, Rodrigo Sánchez o el beato Carlos I, Emperador de Austria

Fue hombre bueno y generoso, cristiano convencido en cumplir la voluntad de Dios. Fue elevado a los altares por Juan Pablo II.

El Conde de Lusace, Rodrigo Sánchez o el beato Carlos I, Emperador de Austria
El Conde de Lusace, Rodrigo Sánchez o el beato Carlos I, Emperador de Austrialarazon

Fue hombre bueno y generoso, cristiano convencido en cumplir la voluntad de Dios. Fue elevado a los altares por Juan Pablo II.

Tras caer la monarquía, Carlos I de Austria y IV de Hungría, llamado en el colegio «Unser Erz Karl» –Nuestro Archi Carlos–, decidió volver a Budapest. Era el invierno de 1921, aunque ya en 1920 hizo similar intento con pasaporte español a nombre de «Rodrigo Sánchez». Era necesario atravesar clandestinamente Austria. Bajo nombre supuesto llegó a Viena en taxi, durmió en casa de unos amigos, cerca de palacio, y llegó a Hungría con poco dinero: algunas piezas de oro con su efigie. El almirante Horthy, regente de Hungría, se negó a dimitir. El monarca volvió a Suiza, pero la emperatriz Zita le impulsó a regresar con ella. Aterrizaron en Hungría y marcharon en tren hacia la capital. Horthy renovó su lealtad al rey, pero nuevamente le conminó a marcharse «para evitar derramamiento de sangre».

Ya durante su viaje de novios, Carlos y Zita fueron en Bazen de incógnito al cine donde, inesperadamente, vieron una película sobre... su propia boda. En 1912 se detuvieron en un albergue. Ignorando su identidad, la patrona les entregó ropa blanca y dinero para su hijo que servía en el 7º regimiento de dragones. El soldado recibió su paquete con una suma misteriosamente crecida. Carlos mandaba el 5º escuadrón del 7º de dragones de Lorena y aprovechó el incógnito para dar esa sorpresa al soldado.

El archiduque Otto, primogénito de Carlos I, me contó que los pasaportes de sus padres en esos viajes de incógnito estaban extendidos a nombre de los Condes de Lusace, y añadía «es decir de Lausitz, parte de Silesia, que era parte del Imperio Austro-Húngaro en un pasado bastante lejano». La emperatriz Zita viajó de Madeira a Lisboa el 4 de enero de 1922 también como Condesa de Lusace para atender a su hijo Roberto, operado de apendicitis. El título de conde de Lusace fue ya usado por el príncipe Francisco Javier de Sajonia, hijo de Federico Augusto II de Sajonia, Elector de Sajonia y Rey de Polonia (Augusto III) –quien ya en 1714 viajó a Fontainebleau como conde de Lusace– y de la archiduquesa María Josefa de Austria. Casó morganáticamente en 1765 con la condesa Clara Spinucci, hecha condesa de Lusace. Sus nueve hijos fueron condes y condesas

de Lusace.

La emperatriz Zita, en su correspondencia con Austria y Hungría y para evitar la censura, utilizaba nombres codificados. En 1925, peregrinó a Lourdes y pasó la noche de incógnito en un dormitorio con cuarenta mujeres. En junio de 1929, fue también de incógnito a Bruselas, donde Alberto I le autorizó a instalarse en Bélgica. Zita pudo regresar a su patria el 16 de mayo de 1982 con pasaporte español, extendido antes de la Segunda Guerra Mundial a nombre de la Condesa de Bar. Bar, el cual es un feudo lorenés, aunque con dictado de duque, era el título que el archiduque Otto usó durante su exilio para inscribirse en la Universidad de Lovaina (en Bruselas) y para viajar a Berlín en 1933 o a París en 1938. El archiduque Martín de Austria-Este me contó que el título usado por la emperatriz fue el de duquesa viuda de Bar. El resto de la familia usaba el de príncipe de Bar aunque todos seguían siendo parte de la familia Habsburgo.

Su carácter

Quizás lo que más defina al emperador Carlos I sea la bondad. Cada soldado que moría en el frente durante la Primera Guerra Mundial le dolía. Generoso, con afán de servicio y de asistir a los necesitados, buen padre y esposo. Juan Pablo II dijo de él: «La tarea fundamental del cristiano consiste en buscar en todo la voluntad de Dios, descubrirla y cumplirla. Carlos de Austria, jefe de Estado y cristiano, afrontó diariamente este desafío. Era amigo de la paz: a sus ojos la guerra era ‘’algo horrible’’. Asumió el gobierno en medio de la tormenta de la primera guerra mundial, y se esforzó por promover las iniciativas de paz de mi predecesor Benedicto XV».