Ciencia

«Ha muerto como un valiente»

El 7 de septiembre de 1812 se libraba, a pocos kilómetros de Moscú, una de las batallas más encarnizadas de las Guerras Napoleónicas.

«La batalla de Borodinó, 7 de septiembre de 1812» (1822), óleo sobre lienzo de Louis Lejeune (1775-1848), Musée de l’Histoire de France, situado en Versalles
«La batalla de Borodinó, 7 de septiembre de 1812» (1822), óleo sobre lienzo de Louis Lejeune (1775-1848), Musée de l’Histoire de France, situado en Versalleslarazon

El 7 de septiembre de 1812 se libraba, a pocos kilómetros de Moscú, una de las batallas más encarnizadas de las Guerras Napoleónicas.

El campo de batalla de Borodinó, jalonado de arroyos, quebradas y bosques, estaba dominado por una serie de fortificaciones, entre las que destacaba el Reducto Raiévski. Erizado de cañones, se había mostrado inexpugnable a los repetidos ataques franceses. Pero Napoleón planeaba un golpe decisivo que, de tener éxito, haría saltar por los aires las defensas rusas y le proporcionaría la victoria decisiva que estaba buscando. Para esta audaz misión echó mano del general Auguste Caulaincourt, hermano de su caballerizo mayor, quien se había distinguido en España.

Era una misión en la que vencer o morir y Caulaincourt lo sabía bien. Antes de partir, le dijo a su hermano: «El combate es tan violento que no creo que nos volvamos a ver. O salimos victoriosos o moriré en el intento». El asalto se lanzó en torno a las 15.00 y empleó a prácticamente toda la fuerza de caballería aliada. Caulaincourt dirigió la primera oleada, cargando a la cabeza del 5.º y del 8.º de Coraceros, seguidos por los carabineros de Defrance. Poco después, el IV Cuerpo de Caballería también cargó.

Cubierto por el polvo y el humo, el Gran Reducto ofrecía una visión casi irreal, comparable con un «concierto infernal» que se iluminaba regularmente por el «resplandor rojizo, como de aurora boreal» del fuego de los cañones. En verdad tuvo que ser impactante poder presenciar cómo cientos de jinetes cargaban ladera arriba hacia el reducto, «la enormidad de aquella masa de hierro en movimiento: el resplandor de las armas y los rayos de sol reflejados en los yelmos y en las corazas, mezclados con las llamaradas de muerte que vomitaban los cañones por doquier, creaba la impresión de un volcán en medio del ejército». Al otro lado del campo de batalla, un oficial de artillería ruso se encontraba igualmente fascinado por cómo «los rayos del sol semioculto se reflejaban en los sables, espadas, bayonetas, yelmos y corazas, creando una imagen tan terrorífica como sublime». Los coraceros «comenzaron a galopar, aplastando todo a su paso».

El ímpetu de estos jinetes llevó la carga hasta más allá del reducto. Algunos saltaron por encima de las zanjas y del parapeto medio destruido penetrando hasta el reducto, donde los rusos lucharon hasta el último aliento entre «nubes de polvo que se mezclaba con el humo de los cañones y se arremolinaba en densas columnas, rodeando y casi asfixiando a hombres y caballos». Desde la retaguardia, un observador no podía contener la emoción: «Todos y cada uno de nosotros hubiéramos deseado echar una mano a aquella caballería a la que veíamos salvar zanjas y trepar por terraplenes bajo una lluvia de metralla. Un estallido de júbilo resonó por todas partes cuando se adueñaron del reducto».

Sin embargo, el ataque francés fracasó: los rusos habían aguantado la embestida. Un oficial de la Legión del Vístula vio a «Caulaincourt herido de muerte, siendo trasladado sobre un blanco capote de coracero teñido de rojo de su sangre». La luctuosa nueva no tardó en llegar al cuartel general de Napoleón. El emperador, profiriendo una exclamación de pena, le dijo a su caballerizo: «Ya ha oído la noticia, ¿desea retirarse?». Este se limitó a descubrirse ligeramente para darle las gracias y rechazar su oferta. «Ha muerto como un valiente», le dijo Napoleón a Caulaincourt, «Francia pierde a uno de sus mejores oficiales».

Para saber más

«La batalla de Borodinó. Napoleón contra Kutúzov»

Alexander Mikaberidze

Desperta Ferro

448 págs.

68 págs.