Libros

Libros

Anticipando el placer

«La visita a la librería del barrio, con su mercancía caóticamente apilada, es uno de hitos que anticipan la vacación»

La Razón
La RazónLa Razón

La visita a la librería del barrio, con su mercancía caóticamente apilada, es uno de hitos que anticipan la vacación, ese placer anticipatorio que es más placentero que el placer mismo. A la vez que el bofetón de calor, se acusa a la salida la guantada de los autorreproches. ¿Por qué sólo se acopia lectura en vísperas del veraneo? ¿Por qué casi siempre acabamos en la gran superficie si esta familia vende lo mismo al mismo precio? Lorenzo Silva y Joël Dicker, excusarán los exquisitos la falta de originalidad, proveen sus novedades policiales pero los Reguera, por suerte, conservan un lugar preeminente en su mesa de novedades para «La hispanibundia» –la vorágine primaveral y mi negligencia hicieron que su lanzamiento me pasase desapercibido– de Mauricio Wiesenthal, la última lección que dicta el autor de esa memorable «Trilogía europea» que ahora deberíamos rescatar para reconciliar al Viejo Continente con esa creciente porción de sus habitantes que no quieren ver más allá del campanario de su aldea. No está el firmante familiarizado con la estructura de la industria editorial, de modo que disculpará esta empresa tan relevante en el mundillo el elogio a Acantilado, el sello con el que publica Wiesenthal desde que Alfredo Valenzuela lo empujó a escribir «Siguiendo mi camino», un delicioso diccionario músico-sentimental. Hace tres lustros, era una empresa balbuciente que se atrevió a reeditar a Stefan Zweig, grafómano cuya obra nunca se termina de leer y al que vuelto a poner tan de moda, que los snobs ya reniegan de él: ya no es novísimo. Aquel vibrante alegato por la libertad de conciencia que es «Castellio contra Calvino» fue la primera piedra de una historia de éxito improbable, a contramano de estos tiempos empeñados en convertir a la letra impresa en una reliquia.