Sevilla
Asenjo: «La Iglesia no ha sustraído nada a nadie»
El arzobispo de Sevilla cree que la pretensión de que los templos sean de propiedad pública «no tiene recorrido legal»
En las últimas semanas el debate sobre las inmatriculaciones realizadas por la Iglesia, con la pretensión de diversos colectivos e instituciones de que algunas catedrales y otros edificios religiosos sean de propiedad pública, se ha recrudecido. En el caso de Andalucía, la Mezquita-Catedral de Córdoba y la Catedral de Sevilla –con el Patio de los Naranjos y la Giralda– están en el punto de mira. El arzobispo hispalense, Juan José Asenjo, fue el encargado de inmatricular ambos templos en 2006 y 2010, cuando era obispo de Córdoba y nada más aterrizar en la Archidiócesis de Sevilla. En una carta, el prelado defiende su gestión y remarca que «la Iglesia no ha sustraído nada a nadie». Asenjo da este paso «en honor a la verdad –tal y como titula el documento– para salvaguardar el buen nombre de la Iglesia», exponiendo una ingente cantidad de argumentos legales e históricos que avalan la inmatriculación de bienes eclesiásticos. Su tesis es que llevó a cabo la inscripción de los inmuebles en los registros de la propiedad porque «siempre han sido de la Iglesia. Ella los creó, los ha conservado y cuidado con diligencia y pone a disposición de todos, creyentes y no creyentes, en primer término, para el culto y la evangelización, su genuina razón de ser, y también para la difusión cultural de nuestro patrimonio».
No se inscribieron antes porque, tal y como recuerda, «hasta 1998 estaba prohibido». El Gobierno del PP lo permitió «por razones de seguridad jurídica a través de una modificación del reglamento hipotecario».
En el caso de Córdoba, el Ayuntamiento, en un informe, concluyó que la Mezquita-Catedral nunca había sido propiedad de la Iglesia. Asenjo sostiene que «cuarenta y tres eminentes medievalistas aseveran lo contrario». De hecho, la documentación archivística de la propia Catedral «no admite lugar a dudas».
Recuerda el arzobispo que las excavaciones arqueológicas que dirigió el arquitecto Félix Hernández en los años treinta del siglo XX «demostraron la existencia en el subsuelo de la Mezquita-Catedral de un complejo episcopal que puede datarse entre los siglos IV y V. Allí se encuentran los restos arqueológicos de la basílica visigótica dedicada a San Vicente Mártir». Prosigue en el relato histórico señalando que la Mezquita-Catedral «fue donada por el rey Fernando III el Santo a la Iglesia tras la rendición de la ciudad el 29 de junio de 1236». Que la diócesis de Córdoba y su Cabildo son los titulares del edificio ha sido reconocido «múltiples veces» por las autoridades civiles. Y pone como ejemplo el convenio que suscribió con la ahora vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, en 2006 para restaurar el coro y el crucero.
En el caso de Sevilla, los hechos «sucedieron de forma análoga a lo acontecido en Córdoba». San Fernando «entregó a la Iglesia hispalense la antigua mezquita, con el alminar y el Patio de los Naranjos, indisolublemente unidos a aquella». Durante más de siglo y medio el arzobispo y el Cabildo «se sirvieron de la mezquita almohade para el culto cristiano», hasta que el Cabildo decidió el 8 de julio de 1401 construir un nuevo templo, la actual Catedral gótica. Asenjo concluye asegurando que la polémica «no tiene recorrido legal» y cree que los defensores del carácter público de los edificios se sirven de «apriorismos y prejuicios».
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