Málaga
Buena muerte y mejor tino
Es lógico que la hermandad de la Buena Muerte de Málaga haya pedido a los líderes del centro-derecha que se abstengan de asomarse, después de que la masiva afluencia de ministros del PP en años anteriores degenerase en acto partidista
Es lógico que la hermandad de la Buena Muerte de Málaga haya pedido a los líderes del centro-derecha que se abstengan de asomarse, después de que la masiva afluencia de ministros del PP en años anteriores degenerase en acto partidista
La política, hoy, está marcada por el desahogo de una clase política que, en campaña y fuera de ella, es capaz de cambiar varias veces al día de chaqueta. Con el cuentito del voto rural, hemos visto encaramados a tractores a candidatos que, sin el asesor susurrante junto a su oreja, serían incapaces de diferenciar un guisante de una sandía y, desde ayer mismo, no faltará megalópolis, ciudad, villa, pueblo, aldea o pedanía andaluza en cuyas procesiones de Semana Santa no se retraten todos, sin distinción de partidos, singularmente los de la izquierda laicista, que siempre tienen a un capillita de guardia encerrado en el mismo cuarto do mora el gay conservador que siempre acude a los desfiles del orgullo ídem. Es lógico por eso que la hermandad de la Buena Muerte de Málaga, que cada Jueves Santo organiza el traslado legionario del Cristo de Mena, haya pedido a los líderes del centro-derecha que se abstengan de asomarse por sus predios esta primavera, después de que la masiva afluencia de ministros del PP en años anteriores degenerase en acto partidista lo que es, y no debería dejar de ser, una bonita tradición cofrade. Se están separando, otra vez, las trincheras de tal modo que no hay forma de deslindar de la lid binaria casi ningún acto. Es sospechoso un socialista en una plaza de toros como choca ver a un pepero en un estreno cinematográfico porque cada bloque se ha apropiado de sus respectivos símbolos sin vocación de compartirlos con el adversario; ni hablemos ya de banderas e instituciones. Habría sido blasfemo, por lo pornográfico, contemplar los codazos de Abascal, Casado y Rivera por conseguir el mejor sitio en la foto delante del Crucificado igual que se pelearían por posar junto a cualquier celebridad si ello les rentase electoralmente. Alguien tenía que poner coto.
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