La Paz

Cornada segura

La Razón
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Para algunos, que dan por hecho que representan a millones de españoles, se ha puesto de moda, por una estrategia de acoso y derribo, aquello de leña al mono a la Familia Real. Ya se sabe cuando uno quiere, siempre termina cogiéndote el toro. Las cosas que hemos oído y leído estos días sobre la Corona son para pensar que los autores, aparte de algunas dosis de maldad, deben fumar alucinógenos muy potentes. Voy a repasar algunas de esas, llamémosle anécdota. Conocido contertulio además de fotógrafo. Contaba en un programa de gran audiencia que unos días antes de la operación coincidió en un restaurante de La Moraleja con el Rey. Con gran indignación, relataba que al salir del establecimiento su coche había sido multado mientras el del monarca no tenía sanción. Terminó con la conocida soflama sobre la igualdad de todos ante la Ley. Es de haber «fumao» o no. Aplicando lo de la igualdad, podía haber exigido tener el mismo protagonismo y el mismo sueldo que el presentador, Jorge Javier Vázquez. Con motivo de la visita de los flamantes reyes de Holanda, alguien escribió que recibir a un jefe de Estado, la palabra Rey le producía erupciones en la lengua, que días antes había declarado en el parlamento de su país que se hacía necesario recortar el Estado del Bienestar, era una especie de «borbonada» atenderlos. Claro que los siempre inmaculados socialmente, para ser claro, los estados comunistas que existieron y los escasos que perviven, no necesitan rebajar el bienestar, ya que los ciudadanos de los denominados gobiernos de los obreros nunca gozaron de los beneficios de los gobiernos de los terribles capitalistas. Que dirigentes del primer partido de la oposición, con más de 25 años en el poder entren al estúpido juego de si Sanidad pública o privada, cuando lo ideal es no enfrentarlas , lo bueno es armonizarlas, sin contar que en el siempre juego del sofismo, puro y duro, las criticas a Don Juan Carlos hubiesen sido las mismas si se hubiese operado en La Paz. Cuántas pancartas hubiésemos visto en la puerta del hospital. Portando alguna hubiésemos visto a la inefable Pilar Bardem. La pregunta es dónde todos estos dirigentes llevan a su familia, en caso de enfermedad e incluso a qué colegios llevan a sus hijos. Otro punto rojo ha sido el porqué la Infanta Cristina fue acompañada de su secretario, imputado en el «Caso Nóos» a visitar a su padre. Estos demócratas de toda la vida parecen ignorar que mientras alguien no ha sido condenado en firme sigue siendo inocente, que además Doña Cristina parece que quiere demostrar su afecto por alguien, que por fidelidad, se ha visto involucrado en un problema que al decir de muchos juristas no le roza. Claro que si en este país no se pudiese tratar con imputados, sobre todo en ese sector tan crítico con la exquisitez de la ética, no se podría mirar a la cara a casi nadie.

A partir de ahora, empezaremos a oír comentarios atroces, sobre por qué no ha cobrado sus honorarios el doctor Cabanela. Algo pretenderá, un mes en España sin cobrar, costándole una fortuna su estancia tan prolongada. No son capaces de entender que hay muchas personas, en el gremio médico, que tienen por su trabajo una economía resuelta, y como en el caso que nos ocupa consideran un honor atender a su Rey y por tanto a su patria. Sin ser más que el soberano de mi casa, en una ocasión que tuve un ligero problema cervical el estupendo doctor Trujillo se ofreció por amistad a operarme sin costo alguno. No fue preciso, pero igual ofrecimiento me hizo cuando intercedí por un amigo al que la crisis le había pasado por encima, como un tanque «Panzer». Que estresante debe ser estar permanente buscando la paja en el ojo de la Familia Real, sin ver jamás la Torre Pelli en el suyo.