Andalucía

La carne y las cotorras

La Razón
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Difícilmente podrá una placa de carne de membrillo resolver una ecuación de segundo grado o acaso anudarse los cordones de un botín. La afirmación anterior, evidente como que hoy salió el sol, resiste cualquier recurso que se le interponga. No por ello puede evitarse que haya pedazos de carne con ojos con capacidad de influencia en la vida de todos. Y con todos, faltaría más, cabe incluirse cada una de las especies y tipologías de los reinos animal, vegetal y mineral al completo. Una panda de retales cárnicos, como iba diciendo, ha decidido modificar el plan de actuación para eliminar la sobrepoblación de cotorras de Kramer que tan bien han sabido asentarse en los parques y jardines del sur peninsular. Un clásico estival. Las masas pensantes del Ayuntamiento de Sevilla, en un ejercicio de frenético discurrir hacia lo absurdo, han suplido el plan de las carabinas de aire comprimido por el método chiripitifláutico del mensaje de escaparate a costa del erario público, es decir, del dinero de todos. No es de extrañar que, detrás de este tipo de iniciativas, esté ese bestiario de políticos animalistas y falsamente ecologistas. Entre todos, no suman tres semanas de estancia continuada en el campo. Con estos cachos de carne en la labor de representación, no sorprende a nadie que las cotorras no sólo tengan asegurado el solaz en las copas de los árboles andaluces sino que posiblemente, en no mucho tiempo, soliciten un referendo de autodeterminación a la kosovar. Porque, claro, el Ayuntamiento las oprime con cernícalos y con jeringazos en los huevos. A estos corpúsculos de carne, quienes demuestran a diario discernir como membrillos, les deben los plenos municipales momentos para la historia como modelos de demagogia e infantilismo, con miradas al tendido incluidas. El voto es el juguetito.