Enrique Miguel Rodríguez

La gran cultura

La Razón
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La gran cultura, refiriéndome a la de gran inversión, es la que corre más peligro si la economía no se endereza en breve tiempo. Los grandes museos no tienen problema, son parte del prestigio de la nación y un gran reclamo para el mejor turismo. Aunque ampliaciones o nuevas sedes, como pasa con el Museo de Bellas Artes de Sevilla, se hayan paralizado. Leía un informe con los costes de una zarzuela de las que monta la compañía oficial del teatro del mismo nombre. Es altísimo y estoy seguro de que se corresponde con la gran categoría de los espectáculo que monta esta compañía. Por la forma de programar una sala oficial, no suelen pasar de las 20 representaciones en Madrid y una pequeña gira por los grandes teatros líricos del país.

Resumiendo, no llegan a 60.000 los espectadores que disfrutan de las funciones. En la cifra va incluidos un buen numero de invitados. Algo parecido pasa con los dos ballets nacionales, grandes orquestas, y para qué hablar de los montajes del Real. Las nuevas directrices de la cultura oficial, o de grandes patrocinadores, va ir por caminos donde el esfuerzo llegue al mayor número de personas. Porque no hay que engañarse, todas estas manifestaciones artísticas, que considero indispensables y de las que soy gran amante, no llegan al 90% de la población. Una buena Ley de Mecenazgo, una nueva forma de financiación, haría posible la supervivencia a largo plazo de las citadas artes.

En Sevilla tenemos el ejemplo del nuevo auditorio de Fibes, por donde desde su inauguración han pasado muchos miles de personas, se han representado grandes musicales, ballets, flamenco y han desfilado grandes artistas, desde Raphael a Julio Iglesias, desde Miguel Poveda a Siempre Así. Ayer comenzaban las representaciones de la primera ópera y el resultado en general ha sido magnífico y todos han ganado dinero. El Ayuntamiento pone a disposición de los empresarios unas estupendas instalaciones a un buen precio, las compañías tienen un aforo de 3.200 localidades, lo que les permite arriesgar con grandes montajes y, al final, todos contentos. Se trata un poco de lo que se hace en la amplia red de teatros oficiales, donde a las compañías privadas se les da el 90% de la taquilla, lo cual permite holgura económica al empresario y el local oficial paga sus gastos con su porcentaje. Por ahí tendrán que ir, si el futuro no mejora mucho, el gasto de los estados en este tipo de cultura.