Córdoba
La Mezquita en su vaivén
Luis es fotógrafo, autónomo y espera un encargo en los Jardines de la Victoria, a apenas unos minutos a pie de la Mezquita. El mediodía es soporífero en Córdoba. Hace más calor de lo normal en este anómalo «agosto» de San Miguel y Luis, previsor, ha encontrado un banco a la sombra. «Lo primero que aprendes en este trabajo es a aburrirte». Pese al móvil, Luis observa una legión de hormigas que se lleva un botín para el invierno, una cucaracha muerta. Dice que es aficionado a lo que él llama los «vaivenes». «El vaivén de la hormiga cambia ahora», comenta Luis, que en realidad está refiriéndose a los ciclos. «Es como el vaivén socialista, reuniendo comida para el frío».
El Ayuntamiento de Córdoba de la socialista Isabel Ambrosio le ha declarado el agravio al Cabildo. Pero, además, lo ha hecho con un argumentario revisionista que incluso puede parecer sólo un poco risible. «Es el vaivén», afirma sonriendo Luis para referirse al cambio de ciclo. Son los tiempos, dice.
Pedro Sánchez gobierna. Con él, a falta de empaque, un pantagruélico dispensario de progresismo de salón, pero con 84 diputados y sumando mayorías con nacionalistas, populistas y batasunos. Lo último, con las municipales a la vuelta de la esquina, ha sido poner en cuestión la historia que avala la propiedad de la Mezquita-Catedral por parte de la Iglesia. Toca centrar la atención en el templo. Otra vez. El vaivén y el mambo, el ciclo completo.
Alrededor del templo se mezcla el olor a comida con el de las cremas solares. «A los visitantes les digo que en Córdoba sólo van quedando dos estaciones, verano e invierno», sostiene Pepa, una de las guías turísticas que se recorren el centro con la habitual fila de japoneses. Tiene un abanico para trabajar y otro para refrescarse. El más importante icono omeya se funde con lo gótico, lo renacentista y lo barroco. Todo espera dentro, quieto desde hace siglos. El único temor de Pepa, cordobesa de 44 años, es que todo cambie para mal. «Cada cierto tiempo surge la polémica con la Mezquita», dice. En 2004, la comunidad musulmana pidió el uso para el culto. Llegaron hasta al Vaticano.
Los ínclitos Federico Mayor Zaragoza y Carmen Calvo, hoy vicepresidenta del Gobierno, firmaron el informe del Ayuntamiento. La conclusión más importante consiste en la creación de un patronato que gestione el templo, en el que estarían «la Iglesia, el Estado y la ciudad de Córdoba». Además, hay plataformas de supuestos expertos que hablan sin abochornarse de «expolio» de la Iglesia. Y alegan con no poco exotismo los sistemas de propiedad de templos religiosos de otros países.
Los ciclos determinan la historia. El paso del tiempo no es más que una sucesión de vaivenes. Debajo de la Mezquita existen restos del catolicismo; algunos arqueólogos sostienen que fue un conjunto episcopal, la mayoría que fue una basílica. El califa construyó a continuación una mezquita. Cinco siglos después, en el siguiente ciclo, Fernando III devolvió Córdoba a la cristiandad.
Fue en la festividad de San Pedro y San Pablo de 1236. «El mismo día de la entrada de las tropas cristianas se purificó el edificio y se hizo una misa». El catedrático emérito de Historia Medieval en la Universidad de Sevilla, Manuel González Jiménez, no le ve «ni pies ni cabeza» a la última ocurrencia del Ayuntamiento. La historia es clara. Así lo aprecia González Jiménez, biógrafo de Fernando III el Santo. «La conquista no trataba sólo de ejercer un determinado poder civil sobre un territorio, sino de reinstaurar el culto católico y de devolver a las diócesis de Castilla, León, Navarra y Portugal lo que era suyo antes de la llegada de los moros», explica el autor de «El rey que marcó el destino de España», que en 2006 obtuvo el Premio Domínguez Ortiz.
La reclamación del consistorio, con su cúpula de abajo firmantes mediáticos, se convierte en contradictoria desde la proposición de los términos. «Es curioso que el Ayuntamiento reclame como suyo un edificio que pertenecía a la Iglesia antes de que existiese el propio Ayuntamiento», explica González Jiménez, quien señala 1241 para datar la concesión real de «los fueros por los que la ciudad de Córdoba pudo constituirse en municipio».
Luis, mientras, sigue esperando la llamada o el mensaje y se distrae midiendo a ojo la escasa sombra que da la palmera al mediodía. Dice que prefiere bromear con estas polémicas de «tablero de politicastros». «Para el aburrimiento, un buen vaivén», dice antes de rematar: «Los políticos no saben aburrirse».
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