Andalucía

La risa, el insulto y el Támpax

La Razón
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Los antropólogos no tienen todavía claro si fue antes la risa o el insulto, el huevo y la gallina de los extremos que representan la persuasión y el daño. Cuando el planeta desprendía aún un intenso olor a azufre, el ser humano era un sencillo homínido que apenas reparaba en la utilidad de los cientos de micromúsculos que poblaba su cara. Pero sólo era una cuestión de forma. En el fondo, de la paz y la guerra sabían tanto aquellos homínidos como los actuales, pero no cabe comparación entre el matiz de registros faciales de nuestros antepasados y de los coetáneos. La curvatura de una comisura o la inclinación piramidal del entrecejo fueron posiblemente hallazgos desarrollados durante siglos. Fueron quizá las revoluciones de la gramática y la sintaxis de la comunicación rudimentariamente verbal. En estos días de asueto veraniego, la gramática y la sintaxis gestual tiene tendencia a retroceder a tiempos prehistóricos. La siesta, el partido amistoso de tu equipo y las noticias de la ausencia de incendios le dejan a uno la cara como el mapa de la meseta: plana, roma y geológicamente antiquísima. Para muchos, las vacaciones pueden llegar a ser el regocijo del tedio. Está en los genes. Es algo tan antiguo como la risa confortante o la burla ácida y genera la secreción de endorfinas, la hormona que activa la sensación de confortabilidad. Los antropólogos no olvidan la acción de las hormonas en el proceso evolutivo de la humanidad. Por eso podrá preguntarse alguno que cómo puede reducirse el IVA de las compresas y no, por ejemplo, de la espuma de afeitar. Ninguno de los dos productos existiría si no hubiera hormonas. Pues así lo ha propuesto el PSOE en el Parlamento antes del largo éxodo vacacional. La política clásica, por lo que se observa, prefiere ignorar la antropología.