Alimentación

«La sociedad está muy lejos de percibir el riesgo de comer mal porque cree que es algo que depende de la dosis»

Borja Caballero es portavoz de «Cambiando el vending» -@ChangingVending-, una iniciativa de ocho estudiantes de la Universidad Pablo de Olavide para mejorar de forma saludable la oferta de las máquinas expendedoras

A. Ruiz, S. Millán, B. Caballero, F. Japón, M. Galindo, H. Gamaza, S. Villegas y A. Peinado
A. Ruiz, S. Millán, B. Caballero, F. Japón, M. Galindo, H. Gamaza, S. Villegas y A. Peinadolarazon

Borja Caballero Díaz es el portavoz de un grupo de estudiantes del Grado en Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Pablo de Olavide: Helena Gamaza Muñoz, Silvia Millán Giráldez, Samuel Villegas Moreno, Manuel Alejandro Ruiz Sánchez, Alberto Peinado Rubio, Fátima Japón Calerón y María Galindo Gallardo. Su campaña en redes sociales “Cambiando el vending” -@ChangingVending- para mejorar la oferta de las máquinas expendedoras del campus ha trascendido a la opinión pública nacional y ha llegado a los edificios de administraciones públicas de toda España.

¿Cómo surge la idea de “Cambiando el vending” y la forma de ponerla en práctica?

Surge más bien por el mal vending que por el buen vending. Al ser estudiantes de Nutrición, siempre nos habíamos preocupado por esto cuando íbamos a las máquinas y veíamos que no había muchas buenas opciones. De esta forma, esa idea de que había que hacer algo con las máquinas, se convirtió en realidad en el contexto de la creación de ADINU Sevilla –Asociación de Dietistas Nutricionistas Universitarios–, para empoderar y representar a los estudiantes. Al ponernos en contacto con asociaciones de otras provincias, nos dimos cuenta que ya se había intentado, sin conseguir nada, así que decidimos darle un giro al proyecto incluyendo la variable de las redes sociales. Pensamos que si simplemente hablamos con las empresas o las instituciones, estamos sujetos a su buena fe pero si les señalamos en redes sociales y hacemos que la gente se dé cuenta de la situación, es posible que sintiéndose más observadas, estén más predispuestas a actuar.

Entonces, ¿qué es exactamente @ChangingVending?

Se trata de una plataforma para que la gente venga a indignarse porque sabemos que esto ocurre en edificios públicos en toda España. De esta forma, una persona hace una fotografía de la máquina y la sube a redes sociales con las etiquetas #malvending o #buenvending. Nosotros, con la herramienta de calidad que hemos diseñado según criterios basados en la salud, le ponemos una nota numérica, hacemos una infografía del sitio y la compartimos en redes. Al final, lo que resulta es una especie de informe.

La plataforma ha servido para que os reunáis con la empresa concesionaria de las máquinas vending del campus de la UPO.

Es la consecuencia de nuestras acciones, cuando entramos en contacto con las empresas o las instituciones. En este caso, fue a iniciativa nuestra pero después nos hemos reunido con ANEDA –Asociación Nacional Española de Distribuidores Automáticos– a propuesta de ellos.

En el vending de nuestro campus hemos visto cambios desde entonces y sabemos que la empresa tiene un proyecto para mejorar su oferta. Están abiertos a escucharnos y negociar ciertos puntos pero, ¿por qué van a sustituir un producto que se vende mucho por otro que se venda menos? Como empresa, esto no tiene ningún sentido. No se trata sólo de mejorar los productos sino que nosotros buscamos un cambio de paradigma para que haya más productos frescos y menos procesados. Por lo tanto, hay un claro conflicto de intereses entre la institución, que presta un servicio y quiere que el vending sea sostenible para la empresa porque de lo contrario perdería esa dotación económica; la empresa, que busca mayores beneficios porque no ve su negocio como algo derivado a la salud; y el consumidor.

De momento, lo estáis llevando a cabo en universidades y hospitales públicos.

Los hospitales no sólo es que sean públicos, sino que están asociados a la salud. En Estados Unidos hay McDonalds y Burguer King en ellos y, aunque nos parezca una locura, estamos cerquísima de eso. Aitor Sánchez, prestigioso nutricionista, explica que entiende que, por seguridad alimentaria, debe haber estás máquinas en ciertos sitios pero no en otros en los que hay cafetería u otros servicios. Por lo tanto, no se está teniendo en cuenta la variable de la salud y las instituciones están presionando muy poco para que esto cambie. Aunque la empresa sea responsable de lo que tiene en las máquinas, la institución establece los criterios de baremación para conceder un servicio y esta es la forma en la que puede influir.

Si pensamos en el tabaco, a nadie se le ocurre que la moderación es una solución porque ya se piensa que el tabaco es algo netamente negativo. Pero con la alimentación ocurre porque todavía no entendemos cómo influye una mala alimentación en nuestra salud. Los efectos negativos de una mala alimentación son a largo plazo, como las enfermedades crónicas, que se asocian a otro tipo de cosas. El riesgo percibido de comer mal es ridículo y la sociedad asocia la comida a algo totalmente neutro, a algo que depende de la dosis.

¿Falta educación respecto a la nutrición? ¿Debería integrarse en los currículos de las escuelas?

La buena alimentación no son los «superalimentos» que nos quieren vender para resolver algún problema. No funciona así. La buena alimentación es una condición de salud y si no la llevas, no puedes estar sano. En este momento, la sociedad está muy lejos de percibir el riesgo y el problema por lo que debería haber educación nutricional en las escuelas para ir concienciando. Sería ideal que desde la infancia nos enseñaran cómo se come y cómo comer bien. Además, debería haber más consenso entre los propios nutricionistas y evitar tanta contradicción para que esto se pudiese llevar a cabo.

¿Legislar sería una parte de la solución, como ha ocurrido con el tabaco?

Es dificilísimo que se haga. Sin embargo, aunque para las empresas sea totalmente absurdo, creemos que la “comida basura” y los alimentos ultraprocesados van a seguir esa tendencia. Ahora mismo en España se trabaja con la Estrategia Naos -Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad-, que recomienda a las empresas no utilizar recursos infantiles en la publicidad alimentaria. Se trata de un proyecto de salud pública del Gobierno de adscripción voluntaria y no prohibe sino que sugiere. Como es un hecho que está cambiando la concepción de esto y científicamente cada vez está más claro la asociación que hay con el riesgo, pensamos que es cuestión de tiempo que se legisle en esa dirección, que los gobiernos se den cuenta de lo que ocurre y que, igual que sucedió con el tabaco, se empiece a proteger a los consumidores. Seguramente, esto empezará por los niños y niñas. Así que nosotros invitamos a las empresas a que se pongan en marcha ya porque la que sea pionera en este sentido, tendrá una ventaja respecto a las demás. Nosotros ofrecemos ayuda y asesoramiento para empezar el cambio.

El consumo de productos ultraprocesados parece el resultado del estilo de vida que tenemos, sin tiempo para cocinar. ¿Cómo se evita esto?

Debemos empezar por la concienciación y que la gente entienda que no es una buena idea tomar este tipo de alimentos. Nos encontramos en un “ambiente” donde estos productos están muy disponibles, son baratos y sabrosos, como la comida precocinada. Por lo tanto, es muy difícil luchar contra ellos. Por ello, hay que empoderar a la gente sobre la cocina porque si tenemos recursos para luchar contra eso, va a ser más difícil que caigamos en la trampa. Por ejemplo, la típica comida de un universitario es pasta cocida con atún y tomate frito. En su lugar, podría coger una bolsa de verdura y añadirle caballa, pimiento y garbanzos, tardando mucho menos tiempo en hacerlo y siendo mucho más saludable. Muchas veces, lo que entendemos por comida rápida no es así, sino que es comida fácil. Si tenemos recursos culinarios o educación alimentaria para planificar los menús de la semana o hacer una compra más eficiente, va a ser más fácil enfrentarnos a ese ambiente obesogénico. Además, habrá que legislar para influir en las conductas de la población como se ha hecho con el tabaco, tasándolo, con mensajes en los productos o como se ha hecho con las impactantes campañas de seguridad vial. ¿Por qué no lo hacemos en la alimentación por la importancia que tiene en la salud de la población? En Cataluña, por ejemplo, ya hay una tasa para los refrescos azucarados.

Los productos ultraprocesados son el resultado de un impresionante equipo de tecnólogos de los alimentos, de ingeniería alimentaria, que se han esforzado para crear un producto que sea barato, se conserve durante mucho tiempo y sea muy sabroso. Está hecho para que quieras más y no pares. Sin embargo, se limitan a recomendar una ración para dosificar los azúcares y las grasas que se ingieren, unas raciones que no se corresponden con lo que se consume, pasando la responsabilidad al consumidor.