Arte, Cultura y Espectáculos
La vida en colores
Ahora que los días ya nos van ofreciendo más tonos grises, de cómo quede esto del cambio de horas definitivamente podré o no seguir disfrutando de una puesta de sol a principios de julio casi a las diez y media de la noche en Zahara de los Atunes, mientras disfruto de un gin tonic en el chiringuito «La Luna» con un ritmo flamenco del grupo que ameniza el momento mientras un inmenso y brillante sol empieza, muy lentamente, a recogerse por el faro de Trafalgar. Ése es un momento muy especial para mí. Rezo unas oraciones y le pido al dios Sol que me permita volverlo a ver el día siguiente. Si el horario que se impone es el de invierno, el día nunca será tan pleno. La vida en colores acabará antes, los grises se convertirán en los grandes capos de los días. Cuando vas cumpliendo años, cada vez necesitas más de la vida en colores y la luz. Los colores parecen darte una seguridad de vida. El chiste malo de estos días es aquel que cuenta que a la hora de seleccionar a dirigentes en los partidos políticos, una de las observaciones que se hacen es «abstenerse los candidatos que tengan másteres en la universidad Juan Carlos I». Muy injusto el tema para muchos cientos, miles de mujeres y hombres que se han licenciado en el referido centro con gran esfuerzo y que posteriormente han cursado másteres, que les han exigido gran trabajo y un importante desembolso económico, sin tener a pesar de ello un trabajo asegurado, al contrario de los casos que todos conocemos. Las nuevas temporadas televisivas comienzan este año con más competitividad que nunca. Las nuevas plataformas ofrecen series que son como las grandes superproducciones cinematográficas de hace unas décadas y eso ha influido en las audiencias de las cadenas generalistas. Al igual que el bipartidismo se ha resentido pero no ha desaparecido del todo de la política, tampoco existe ya un reparto de espectadores casi total entre las dos grandes privadas. Este verano ha sido un claro exponente de lo que se avecina. Por eso, más que nunca habrá que replantear la función de las televisiones públicas, a las que habrá que exigirles informar honestamente, enseñar y entretener, pero con unos programas que interesen al público. Sería estéril y un derroche que lo que se haga en esta senda no provocara interés alguno. En ese caso, los preceptos antes indicados no cumplirían su misión y esas cadenas costarían mucho dinero a los ciudadanos. Se puede ser exquisito, pero dentro de la realidad y sus costes.
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