Andalucía

Lo que vale una «tostá» de aceite

La agricultura es un sector fundamental para la economía andaluza
La agricultura es un sector fundamental para la economía andaluzalarazon

Ha tenido que venir Trump y amenazar con sus aranceles al sector olivarero español para que los urbanitas irredentos (levantemos todos la mano) leamos largo y tendido sobre la importancia que el campo tiene para la economía de nuestro país y los nubarrones que lo acechan. Y digo leer porque, pese al testimonio que sobre el terreno se pudo verificar en casa, jamás tuvo uno la conciencia de lo mucho que debe Andalucía al mundo rural, como medio de vida y como inagotable manantial cultural, y lo mucho que ha evolucionado en las últimas décadas, más o menos desde que el que estaba en el Valle de los Caídos hasta anteayer dio en el larguero hace ya 44 años.

Pongamos negro sobre blanco algunos datos para contextualizar: en Andalucía, tenemos más de 1,5 millones de hectáreas dedicadas al olivar y según se comporten cada año los meteoros, producimos entre medio millón y 1,4 millones de toneladas de aceite de oliva, que significa que somos la comunidad que más produce en toda España, el 80%, la mitad de Europa y, más o menos, el 37% de la producción mundial. Y he aquí la madre del cordero, el sector agroalimentario es el que más contribuye a las exportaciones con más de 10 mil millones y durante 2018, Andalucía exportó a Estados Unidos productos por valor de 679 millones de euros, el 51% al capítulo del aceite de oliva.

Los números abruman e ilustran a la perfección que la nueva majaretada de Donald Trump (incrementar los aranceles a un buen puñado de productos españoles, entre ellos el aceite de oliva envasado y la aceituna de mesa negra, muy apreciada en USA por su uso en ensaladas y bocadillos prefabricados) puede hacer mucha pupa en las cuentas de grandes empresarios olivareros y de las pequeñas y medianas cooperativas que suponen no sólo empleo e inyección económica sino posiblemente una de las mejores formas de fijar población al mundo rural de Andalucía. Y hablo de que puede hacer mucha pupa cuando sobreviene, en palabras del Consejero de Hacienda Juan Bravo durante el pleno de aprobación del Presupuesto 2020, «un enfriamiento de nuestra economía». El diccionario es lo que tiene, se estira y se retuerce a discreción. Si con Zapatero hablábamos de desaceleración de la economía, ahora se dice enfriamiento. No se equivoquen, el resultado es el mismo: leñazo gordo, recortes y más paro.

El enfriamiento es temido en el campo como teme el niño travieso a una vara verde. Las heladas, ya se sabe, se cargan las cosechas y dejan el fruto para tirarlo a los puercos. Agustín es uno de los miles de olivareros que hace unas semanas marcharon a Madrid para clamar medidas urgentes al Ministerio de Agricultura –¿vive alguien ahí?, Luis Planas, el ministro silente– y la Unión Europea para hacer frente a la crisis del campo y a las nuevas tasas aplicada por Estados Unidos. Aquel viaje supuso una gran movilización de los agricultores de toda España, pero no será la única.

Este hombre, fuerte como un toro a sus 58 años, comenta junto a Urbano, en la plaza del Ayuntamiento donde se citan con el plumilla, cuál debe ser el siguiente paso que se debe dar para que se tome conciencia de la dimensión del problema. «No queremos más parches, muchacho, hace falta medidas contundentes, ahora que se habla tanto de Pactos de Estado yo me pregunto por qué para el campo, del que comen las ciudades, nunca hay acuerdo; yo no quiero dejar esto. Con mucho sacrifico, los olivos es lo único que me pudieron dejar mis padres», explica este propietario junto a su hermano de unos 6.000 olivos que explota con otros agricultores de Andújar en una cooperativa que se fundó hace más de medio siglo a los pies de Sierra Morena. «Mucho llenarse la boca los políticos con esa vaina del oro líquido, de la joya de la dieta mediterránea pero los precios están por los suelos. ¿Tú sabes lo que cuesta mantener un olivo?, ¿la cantidad de horas de trabajo de sol a sol, de abonos, de tratamientos de un bicho y de otro? Y no vayas a echarle productos que estamos muy concienciados con el medio ambiente. Una ruina, te lo digo yo», insiste Agustín mientras nos encogemos de hombros. Confieso que cuando me tomo la “tostá” con aceite por las mañanas no me planteo tantas cosas. «Que lo de los aranceles a lo mejor ha sido cosa nueva del americano, pero que lo que nos pagan por el aceite no nos compensa, se sabe de toda la vida. Ahí, quienes ganan son los intermediarios, las envasadoras y las grandes explotaciones, no nosotros», zanja a su lado Urbano.

No se negará desde aquí la atención para otros asuntos, que lo ser demagogo ya es deporte nacional, pero, Pedro, déjate caer por Jaén, que el omnipotente Paco Reyes te haga un tour entre olivos para que te enteres de primera mano y por el empuje de la necesidad, como otros urbanitas, el sacrifico inmenso que esconde cada “tostá” de aceite.