Política

Los bajaron

Uno, que cultivó desde la más tierna infancia el gamberrismo como única relación con el poder, deseaba íntimamente que la cacareada «revolución fiscal» del novísimo Gobierno regional se quedase justamente en eso, en un canturreo gallináceo e insustancial. Podría, de ese modo, haber buscado el lucimiento en relacionar el gatillazo con la voracidad pecuniaria de la estirpe Bendodo Benasayag, vertiendo esas gotas de (repugnante) antisemitismo que gustan tanto al españolito de las dos Españas, al que guarda un Dios machadiano que nunca se llama Yahvé; o podría haber recordado algún gol de verbena encajado en su época de portero de futbito por el consejero de Hacienda, Juan Bravo «Juanele», para explicar la revancha freudiana que se tomaría con el contribuyente en forma de golazo por la escuadra. Pero no. Los tíos, contra todo pronóstico y contra la acendrada tradición «montoriana», han bajado los impuestos en general y, en particular, han bonificado al 99% esos derechos reales sobre bienes que estaban sujetos a una triple tributación verdaderamente escandalosa. No existe, de cara a las generales, mejor campaña electoral contra la furia recaudadora de la izquierda que el permanente recordatorio de estos datos de aquí a la jornada de reflexión. Incluso pudiera ser que el reverso de esta medida, los inevitables recortes presupuestarios que se comunicarán después de las municipales, también allegasen papeletas al centro-derecha si se explicasen ahora: existe un nicho de votantes cimarrones deseosos de contemplar el indignado pavor de la progresía extractiva al verse expulsada de sus paradisíacos chiringuitos junteros. Iba a rematar con un escéptico «no nos caerá esa breva...» pero, ¿y si estuviésemos ante los primeros políticos andaluces que se tomasen en serio la palabra «regeneración»?