Sevilla
Los malos amigos de Juana
Juana Rivas, la ciudadana de Maracena que mantuvo secuestrados durante un mes a sus hijos con el propósito de privar a su ex marido del derecho de visitas expresamente dictaminado por un juzgado, deberá reembolsar a Francesco Arcuri los gastos que le ocasionó su iniquidad. A ver si la cofradía de marujas y marujos, con las autoridades demagogas y el periodismo buenista (valgan ambas redundancias) al frente de la procesión, que la animó a persistir en el delito hacen una colecta para aliviarle el sablazo. Matizarían con un ápice de generosidad, monedas para aliviar la conciencia, su oceánica estupidez: la jalearon con una absurda versión de Fuenteovejuna mientras agravaba un horizonte penal que la enfrenta a cinco años de cárcel. Por verse bonitos en sus blablablás campanudos, no exentos de veneno patriotero por cuanto el enemigo venía de tierra extraña, la empujaron por el tobogán de la ilegalidad hasta que hacerla caer sobre el duro banquillo. «Juana está en mi casa», proclamaban encantados de conocerse ante cualquier micrófono; pero mentían, porque ninguno está dispuesto ahora a arrostrar con las consecuencias de haber dado albergue a una prófuga, o sea, con una condena por complicidad. Ay, los sentimientos solidarios que duran lo que duran, es decir, lo que tarda el camarógrafo en pulsar el botón de off. Idas las unidades móviles, cada cual a sus quehaceres y que se pudra la rea en su mazmorra. Habrá exitosa campaña en pro del indulto, que es prerrogativa gubernamental, y se pondrá la medalla Mariano Rajoy, que siempre gana. Así de bien le ha salido la jugada a la Junta, urdidora de la estrategia de Rivas a través de los letrados del Instituto Andaluz de la Mujer y agitadora del odio contra Arcuri con la ayuda de sus mariachis mediáticos.
J
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