Fútbol
Paren el fútbol
Si Quevedo contemplase hoy los desmoronados muros de la patria suya, que es la nuestra, se fijaría sobre todo en un cascote con la forma de la cabeza de Ángel María Villar, que para los aficionados al fútbol –ni siquiera para los más veteranos– ya no es Chule, aquel voluntarioso centrocampista de pelo ensortijado que abofeteó al mismísimo Johan Cruyff y que, tras terminar el entrenamiento en Lezama, corría hasta Deusto para no perder ripio de sus clases de Derecho. El (todavía) presidente de la RFEF es una foto fija en un cargo al que llegó durante el segundo de los cuatro mandatos de Felipe González y antes de que Manolo Chaves ascendiese a la presidencia de la Junta. La prehistoria y más allá, pues sólo los más veteranos componentes de la Selección (Iniesta, Sergio Ramos...), habían nacido cuando suplió a José Luis Roca –condenado por cobrar indebidamente unas dietas–, el sucesor de Pablo «Pablito Pablete» Porta –ídem de lienzo–. Ex futbolista profesional, tránsfuga del Betis al Sevilla, catedrático de Derecho del Trabajo e histórico del PSOE, Pepe Cabrera Bazán presumía de haber organizado la huelga con más repercusión social de la historia de España. Fundador de la AFE, detuvo la Liga en tres o cuatro ocasiones, lo que no consiguieron ni el secuestro de Quini ni el golpe de Estado perpetrado entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Si el juez Pedraz, al frente de la «Operación Soule», logra que no se dispute la Supercopa en agosto (¡¡dos Madrid-Barça televisados en abierto!!), habrá hecho más pedagogía contra la corrupción que todas las comisiones parlamentarias habidas al respecto desde el «caso Flick». El fútbol es así.
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