Jerez
Polémica con Argónida al fondo
“Arrancaba la semana con regusto de galeras, acedías y 'papas aliñá' cuando Marín adelantó que Álvaro Pimentel le parece un buen alcalde de Sevilla, dando por hecho que será el candidato de la formación naranja antes de pasar por las primarias”
“Arrancaba la semana con regusto de galeras, acedías y 'papas aliñá' cuando Marín adelantó que Álvaro Pimentel le parece un buen alcalde de Sevilla, dando por hecho que será el candidato de la formación naranja antes de pasar por las primarias”
Cuando Juanma Moreno y su equipo aterrizaron en la Junta la brújula se puso en dirección a Málaga, que ya sabemos que cuando se mira el mapa de Sevilla el norte queda a la izquierda. Rarezas y heterodoxias de la capital andaluza para que el corazón de la ciudad, la plaza de San Lorenzo, siempre quede en el centro. Venían de Málaga, una ciudad que se ha plantado en Europa arrebatándole a Barcelona, por razones obvias de cosmopolitismo, el monopolio de la cultura, la modernidad y el progreso a orillas del Mediterráneo. Eso de un lado, del otro, quedaba el bajo Guadalquivir como línea de acceso directo a la capital, que sabemos que a Cádiz se llega por la autopista que desemboca en América. Bajo de Guía y sus langostinos no pertenece al mundo «low cost», aunque Juan Marín, alma de relojero, cerrara el dichoso menú de 40 euros para los miembros del Consejo de Gobierno que luego se pagó a escote. Al poderío malagueño había que unir, institucionalmente, lo que se ahora se llama el «Clan de la Manzanilla» sin gambas ni barco del arroz hundido. Barrio alto, Covachas y vistas al coto desde la Fundación Medina Sidonia, vamos, en el palacio de la «duquesa roja». Arrancaba la semana con regusto de galeras, acedías y «papas aliñá» cuando Marín adelantó que Álvaro Pimentel le parece un buen alcalde de Sevilla, dando por hecho que será el candidato de la formación naranja antes de pasar por las primarias. Directamente a la papeleta el hermano de Manuel Pimentel, título con el que se le conoce junto con el envenenado sobre nombre de «El Pimentel bueno». En esas estaba Marín, ante tazas de café y bollería, envalentonado, con el minutero a toda pastilla, cuando le pasó por la izquierda el ciclón Inés Arrimadas con la mirada puesta en el panorama nacional, ya saben del poderío de la política Jerez-Xérèz-Sherry. «A nosotros no nos la van a dar», señalando directamente a Pedro Sánchez, que ya cuenta las horas para empezar a empaquetar las cosas en La Moncloa. Arrimadas no se frena ni la frenan, hace pequeñitos pequeñitos a los hombres que la escuchan desde sus trajes de chaqueta y rompe los límites que dice el feminismo que sufren las mujeres en este país. Un misil para un partido que circula con la marcha corta entre el ruido mediático del PP y Vox, que se dan codazos para defender quién es más de derechas en lugar de mostrar un frente común alternativo a Sánchez & Cía. La nueva cara de la política, la feroz jerezana, pasó su infancia y adolescencia bajo el signo de Pedro Pacheco, ahora en semilibertad y con ganas de volver a ser concejal, por lo que conoce perfectamente el valor de una marca detrás de un nombre y apellidos, pero también cómo lo que parecía imbatible es susceptible de desplomarse. Es decir, la vida misma.
Sevilla, Jerez y Sanlúcar, triángulo mágico, con Doñana al fondo y severas indicaciones de Bruselas para salvar el espacio. El proyecto de almacenamiento de gas en el entorno del coto y la limitación de pozos ilegales se posan, uno cada uno, sobre los hombros de un presidente que presume de respeto a la naturaleza y se hace fotos con animales habitualmente. Con el precedente del desastre del almacenamiento submarino de Castor, más le vale a la nueva Junta no ponerse en contra de una opinión pública concienciada con el respeto a la naturaleza y que no olvida cómo Felipe González se las ingenió para hacer el negocio del siglo con el parque donde se iba de veraneo. Maíllo está a la espera de que le digan dónde tiene que ir a charlar con el presidente, que entre Málaga y Sevilla juega al despiste con dos sedes institucionales. Le viene bien al líder de IU para sacar un poco la cabeza mientras Teresa Rodríguez, aunque siga activa en las redes sociales, disfruta de su baja por maternidad en La Viña junto a «Kichi», que vivirá sus horas más dramáticas en los próximos días pensando si acompañará o no al Nazareno de Cádiz en esta Semana Santa de año electoral. Las cofradías son un filón de votos y antes de la vara dorada nunca falta la subvención, la casa de hermandad y el «taloncito» para ayudar a la salida profesional. Siempre es bueno hacerse la foto en una iglesia, con el paso detrás, porque, se crea o no, la protección del clero es fundamental para llegar a buen puerto.
Steve Bannon, antiguo asesor del presidente Trump, se lo sabe muy bien, al dedillo, y junto a la sombra del Vaticano busca clientes en una Europa preparada para entrar en el desolladero. El chiringuito lo ha plantado en Roma, ciudad perfecta para cuidar lo terrenal y lo celestial, desde donde lanza mensajes de apoyo y ataque a este o aquel político con superficiales análisis ante realidades complejas. Nada de lo que cuenta últimamente es nuevo ni sorprende, se trata de la misma estrategia de vender fórmulas sencillas para cuestiones complejas sin eliminar el problema en absoluto, sino todo lo contrario. El remate es que Bannon presenta propuestas para acabar con el populismo, es decir, el propio mal se revuelve contra sí mismo. «Kichi» se piensa lo que hará el Jueves Santo y Juan Marín defiende que ellos tienen la cuenta de lo que costó comer en Bigote y no como los de las tarjetas de la Faffe. Superficialidades, política del «spot», recreación de una manera de entender la política desde realidades huecas. Mientras tanto, en la Argónida soñada de Caballero Bonald, el mundo sigue arcaico, ignoto y honesto, ajeno a lo irreal.
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