Ginebra
¿Siempre la igualdad?
Ayer les contaba mis impresiones sobre el «todos iguales ante la justicia» que ha quedado patente en las recientes sentencias del Tribunal Supremo. Hoy quiero hacer mi apunte sobre la igualdad ante la ley del condenado Urdangarin. No escribo ni digo ex Duque ni ex alteza rea, porque nunca lo fue, como algunos se empeñan en recalcar, posiblemente por ignorancia y otros con mala fe. La Casa Real española tiene como norma que los consortes de las Infantas Reales no ostenten el tratamiento de alteza real. Si la esposa ha sido agraciada con un título real, como es el caso de Doña Cristina, la única titular del mismo y de forma vitalicia es la referida Infanta. El esposo sólo es el consorte del Ducado. Fue el Rey Juan Carlos el que en un mensaje de Navidad dejó claro la igualdad de todos ante la ley, añadiendo que las personas que ocupan un puesto de relevancia tienen además el deber de ser más ejemplares en sus conductas. Ésta ha sido la norma de la Corona igualmente con el actual monarca. De los más de 40.000 presos que tiene España, sólo poco más de veinte sufren una cierta desigualdad, como es el caso del recién ingresado Urdangarin, porque al contrario de los otros miles, su entrada en la cárcel se convierte en un espectáculo, es seguido y fotografiado hasta en el mismo avión en el que viene de su domicilio de Ginebra hasta Madrid para su ingreso en la cárcel, sus visitas serán una persecución para su esposa, sus hijos, sus padres... Habrá programas televisivos donde se hablará si la Infanta le lleva comida como otras mujeres de reclusos, si le lleva las mudas limpias, si se acogerán a los vis a vis íntimos, si lo visitará algún miembro de la Familia Real y mil detalles más, a ser posible los más morbosos. Ahí no va a ser igual que el resto de los condenados. Si alguna actuación especial apareciera, se montaría un gran escándalo. Conviene recordar que el Estado tiene la obligación de garantizar la vida de los reclusos y no hay duda de que la persona que estamos tratando se puede convertir en un referente para cualquier perturbado, canalla y demás ralea que puede reunirse en el patio de una cárcel. Por eso, aunque sea personaje público, debiera tener derecho a cumplir su condena con la misma privacidad del resto de los reclusos. Ser igual ante la ley y en el cumplimiento de ella que cualquier otro ciudadano. Por cierto, Juan, el hijo mayor del matrimonio Urdangarin, se graduará en estos días. El sentido de humanidad más elemental es que miembros de la Familia Real acudan a apoyar a un joven que termina sus estudios secundarios en momentos especialmente dramáticos. Si esto se produce y tengo la seguridad de que así será, esperemos que también se juzgue esta acción como a una familia más.
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