La entrevista de Amilibia
El viaje de la felicidad
La vida es el viaje de una felicidad a otra: de una felicidad pequeña, la que tenemos, a otra más grande. La que tenemos nunca nos satisface y por eso la buscamos. Pero la que buscamos es tan espléndida que, de alcanzarla, nos desbordaría. Deberíamos compartirla porque solo se puede compartir lo que sobra, lo que uno siente que no le pertenece solo a él aunque sea ello muy poquita cosa: el deseo, el amor. La vida es el viaje de la felicidad al amor, del hombre al ángel.
No faltan quienes se parecen a los ángeles más que a los hombres, quienes abren, una y otra vez, la misma puerta que nosotros, una y otra vez, hemos cerrado. Son ellos quienes nos enseñan a distinguir la felicidad del amor, la felicidad que cada uno busca para sí mismo de aquella otra que no es necesario buscar porque, como el aire, como el amor, como la luz, nos desbordan. Claro que, como no hay que buscarlo, al amor no le damos nunca la misma importancia que a la felicidad. El amor es como el pariente pobre de la felicidad. Viene siempre después de ella, después de que el hombre feliz ha cerrado a la felicidad todas las puertas por las que ésta podría escaparse.
Por más que uno busque un día su felicidad en otro lugar o con otra persona, no hallará jamás otra felicidad que aquella cuya humilde semilla ya ha germinado en su interior y que, una vez fuera, a todos los aires se aclimata. A lo que ya tiene lo llamará infelicidad.
A lo que ansía poseer, felicidad. Pero, si, desde la felicidad que ansía, vuelve sus ojos hacia la primera y se queda mirándola como se mira algo que ya no nos pertenece verá, abierta de par en par, la puerta que cerró.
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