Cataluña
La dimisión de la líder de Podemos en Cataluña agita a los disidentes
Gemma Ubasart se va mientras crece el malestar de las bases por la estrategia de Iglesias y Errejón. Hasta Monedero ha cargado contra la «sopa de siglas» que ha hundido a la formación
Gemma Ubasart se va mientras crece el malestar de las bases por la estrategia de Iglesias y Errejón. Hasta Monedero ha cargado contra la «sopa de siglas» que ha hundido a la formación
La nave de Podemos surca la tormenta perfecta. El resultado de las elecciones catalanas ha hecho aflorar las contradicciones y tensiones que afectan al partido morado en distintos frentes. Ayer mismo, los malos resultados de la coalición Catalunya Sí que es Pot, liderada por la formación de Pablo Iglesias, se cobraron su primera víctima política con la dimisión de la secretaria general de Podemos en Cataluña, Gemma Ubasart, que abandona el barco a poco más de dos meses de las elecciones y con las encuestas soplando en contra.
Sus dirigentes son conscientes del peligro de una desmovilización. El secretario general Pablo Iglesias y el secretario político Íñigo Errejón ya dirigieron el pasado día 3 a sus fieles una carta abierta con el objetivo de pasar página al fracaso en Cataluña y, de paso, enardecer a la militancia de cara a la cita del 20-D. A juzgar por la dimisión de Ubasart, parece que su arenga no ha calado como pretendían.
Tanto Errejón como Iglesias son conscientes del temporal que ha azotado al partido después de las catalanas. El termómetro para conocer la sensibilidad de simpatizantes y afiliados de la formación morada, el foro virtual Plaza Podemos, hervía ante las críticas por el resultado obtenido (once diputados, dos menos de los que consiguió ICV, integrante de la coalición, en los comicios de 2012). Ambos apostaron fuerte por embarcar a Podemos en Catalunya Sí que es Pot, una candidatura cuyo principal lastre ha sido, según su propia autocrítica, tener un «nombre difícil» y no haber conseguido sumar más respaldos.
El análisis del fracaso de Catalunya Sí que es Pot, sin embargo, es menos amable por parte de las bases. Para empezar, dentro del partido algunos no entienden cómo y por qué hubo que sacrificar la denominación de Podemos en favor de una lista en la que se iba de la mano con ICV, exponente de la «vieja política», tan vituperada por la formación morada, y que incluso ha dado pie a un cierto «navajeo» postelectoral.
Vistos los resultados, ICV se ha crecido y lamenta haber cedido demasiado a Podemos, incluyendo la pérdida de protagonismo de Joan Coscubiela, mientras que los podemitas creen que ICV se benefició de la imagen de Pablo Iglesias y de la marca Podemos. Y mientras que en sus análisis a posteriori ICV no discute la etiqueta electoral elegida, Podemos sí lo hace
Eso sí, ambos asumen que ninguno de los socios fue capaz de entender que las autonómicas se planteaban con carácter plebiscitario y dividido entre el sí y el no a la independencia. La ecuación con la que se presentó Catalunya Sí que es Pot (derecho a decidir, pero sin querer la independencia) naufragó en unos comicios polarizados.
Una «IU rejuvenecida»
Los dirigentes podemitas, que durante meses han presumido de construir su discurso palpando la realidad de la calle, han visto cómo ese razonamiento se caía en Cataluña. Para colmo, en los círculos internos valoran al candidato de la lista, Lluís Rabell, de forma muy negativa. Su aparición pública ya se inició con polémica al conocerse su cambio de nombre (el auténtico es Josep Lluís Franco Rabell), su camuflada etapa como empresario y su vinculación histórica con fuerzas de extrema izquierda y con el independentismo. «No queremos que Cataluña se independice pero colocamos al frente a un tipo que ha predicado el secesionismo», protestaron algunos cuadros de Podemos.
La paradoja de Podemos es que sus propias alianzas han acabado situándole en una especie de Izquierda Unida rejuvenecida. Ellos mismos han terminado con una transversalidad que existió, a la vista de los resultados de las elecciones europeas de 2014 y de las encuestas, hasta hace unos meses, cuando incluso el giro socialdemócrata levantaba simpatías. La insistencia de Iglesias y Errejón por la confluencia ha matado el voto transversal, que ha pasado, muy a su pesar, a Ciudadanos. Hasta Juan Carlos Monedero ha cargado contra la «sopa de siglas» y la «agregación de partidos».
Con este panorama, la cúpula de Podemos –en especial Iglesias y Errejón– quiere pasar a la acción para disipar el golpe electoral del 27-S y aglutinar a todos los descontentos con el Gobierno de Mariano Rajoy: el enfado con la labor del Ejecutivo como principal eje movilizador en las generales. Sin embargo, ese propósito tendrá que convivir con el agotamiento y el inesperado desencanto interno.
«Cuando ves que un eurodiputado de los más puristas pasa por delante de un tenderete del partido en Lavapiés y no es capaz ni de saludar a quienes están repartiendo folletos, es que algo no carbura bien», señalan fuentes podemitas.
Tres datos clave
- Revés electoral. La coalición liderada por Lluís Rabell obtuvo el 27-S once diputados (tres menos de los que consiguió ICV, uno de sus socios, en 2012).
- Ocho puntos menos. El último barómetro electoral del CIS, de agosto, le sitúa en tercera posición con menos del 16% de los votos, lejos del 23,9% de l pasado enero.
- La rebelión de los 500. Medio millar de cargos de Podemos, liderados por la andaluza Teresa Rodríguez, se rebelaron en julio contra el proceso de primarias.
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