Literatura

Crítica de cine

Globos, alegrías y asesinas de maridos frente a la Catedral de Barcelona

La Setmana del Llibre en Català llega a su recta final con una importante afluencia de público y un fluir constante de actividades para mantener viva e interesante su propuesta

Los niños también tienen su espacio en la Setmana del Llibre en Català
Los niños también tienen su espacio en la Setmana del Llibre en Catalàlarazon

La Setmana del Llibre en Català llega a su recta final con una importante afluencia de público y un fluir constante de actividades para mantener viva e interesante su propuesta

Fernando es un hombre que le gusta que le sorprendan. Tiene 62 años, mide muy poco, pero no se nota, siempre va con un sombrero alto de felpa que le da cierta dignidad. Se pasea con una media sonrisa y baja la cabeza como saludo a todo aquel que se cruza en su mirada. Y se cruzan con él mucha gente. Visto de lejos, parece una gallina, pero visto de cerca es un hombre amable y distinguido. Siempre hay que mirar de cerca a las personas.

Ayer por la mañana fue a la plaza de la Catedral y se encontró con la Setmana del Llibre en Català. Disfrutaba de estar allí, eso se notaba porque su media sonrisa casi era una entera. Al menos se le veían un poco los dientes. Se detenía en todas las paradas y buscaba sin tocar. No se atrevía a tocar. No sabía si podía. «¿Es usted de aquí?», le preguntó a la chica de una de estas paradas. La chica miró de lado a lado, para comprobar que no hubiese nadie más, y al instante le contestó que sí, en qué podía ayudarle. «Estoy buscando un libro bonito, uno con final feliz. Son los que le gustan a mi mujer», dijo.

La chica le recomendó uno, lo que da esperanzas a la humanidad, al menos hay un libro bonito con final feliz.Y en la Setmana hay miles. Fernando lo compró contento y se topó con una mujer mayor que hacía animales con globos. Una pareja con un niño pequeño se tropezó con los dos. La mujer acercó los animales a la niña, que al instante levantó las manos para hacerse con él. Era un perrito azul muy bonito. Los padres le dieron un manotazo a sus manos para que no lo tocara y aceleraron el paso al grito de que no querían nada. La mujer se quedó parada, viéndoles marchar. No parecía tener un buen día. Fernando se acercó y le dijo que le había comprado un regalo. «Me han dicho que es un libro muy bonito y con un final feliz», dijo y abrazó aquella señosa.

Los dos siguieron su camino y abandonaron la Setmana, que es como un pequeño pueblo literario donde todo es posible, incluso que a personas buenas le pasen cosas buenas, aunque sea una excepción. La feria del libro en catalán llega a su recta final con la sensación que ha encontrado el modelo y está incluso a prueba de lluvia. Los escitores lo saben, y los editores, y los libreros, y lo más importante, los lectores también. Cada día es como un festival donde puedes ver de todo, de presentaciones de libros a lecturas, cuentacuentos, talleres y lo que haga falta. Da la sensación de que todo el mundo que pasa por ahí se convierte en el personaje de una historia apasionante.

Un thriller psiquiátrico

Por ejemplo, por la mañana el escritor chipriota Alex Michaelides presentó su novela «La paciente silenciosa» (Alfaguara/Amsterdam en catalán), una fascinante mezcla de tragedia gruega y thriller psicológico con toques de Agatha Christie. El argumento es lo suficientemente intrigante. Una pintora llega un día a su casa y apuñala a su marido. No vuelve a hablar desde aquel día. La novela está narrada por el psiquiatra que intentará descifrar cuál es el secreto detrás de esta tragedia. «Siempre me ha interesado profundizar en la psicología de las personas, de cómo pueden hacer lo que hacen», aseguró ayer un feliz Michaelides.

El escritor pasó su infancia en Chipre y en los veranos no había otra cosa que hacer que ir a la playa y esperar que el tiempo pasase. A los 13 años descubrió a Agatha Christie y empezó a leer de manera compulsiva sus novelas. A partir de ese verano supo que lo que quería hacer era escribir historias que devolviesen la emoción y la vitalidad a la gente. «Me llevé mi novela a Menorca y la leí y creo que lo he conseguido», reconocía ayer con una sonrisa. Fernando empezó a aplaudir.