Arte, Cultura y Espectáculos
La perversión de la arquitectura
El CCCB acoge una exposición que relaciona sexualidad y arquitectura con 250 obras que van del Marqués de Sade a Charles Fourier, Claude-Nicolas Ledoux o Adolf Loos
El CCCB acoge una exposición que relaciona sexualidad y arquitectura con 250 obras que van del Marqués de Sade a Charles Fourier, Claude-Nicolas Ledoux o Adolf Loos.
La sexualidad no es más que la gravedad 0 de los nervios. Necesita espacios que la encierre y dirija o todos esos libidinosos, lascivos, perversos, viciosos, libertinos, voluptuosos y cachondos empezarían a levitar, a perderse por el horizonte como hechizados globos. Uno miraría por la ventana y vería a Pedro volar hacia las estrellas con una sonrisa entre las piernas y sabría que, oh, pobre Pedro, el deseo le pilló en un mal sitio. Es decir, la casa, el castillo, el mesón, cualquier construcción, son el continente sexual por excelencia, espacios imperativos para el desarrollo de la sexualidad.
Al menos esa es la tesis detrás de la nueva exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). En «1.000 metros cuadrados de deseo. Arquitectura y sexualidad» se exponen unas 250 obras entre fotografías, documentos, libros, ilustraciones, planos, instalaciones, etc, que demuestran que no hay nadie más perverso y sátiro que un arquitecto. Piezas y reflexiones del Marqués de Sade, Charles Fourier, Claude-Nicolas Ledoux, Adolf Loos o Wilhelm Reich, entre muchos otros, trazan un certero mapa de las máquinas del libertinaje contruídas en forma de edificios a lo largo de los últimos siglos de historia.
La exposición, comisariada por Adélaïde de Caters y Rosa Ferré, investiga cómo se ha proyectado, construido e imaginado los espacios sexuales desde el siglo XVII, cuando el Marqués de Sade ya describía un salón de torturas sexuales sin salida, convertida aquí en maqueta. La propuesta se divide en tres capítulos. La primera, utopías sexuales incluye proyectos como los de Charles Fourier y su zonas recreativas para desarrollar orgías eróticas y gastronómicas a las comunas hippies o los arquitectos radicales de los 60 como Ettore Sottsass o los grupos Archigram y Superstudio.
La segunda parte de la muesta está bautizada como refugios libertinos, e incluyen la osmosis entre arquitectura y literatura del XVII con Jean-François de Bastide y Vivant Denom. Los coetáneos de Sade como Nerciat, Crébillon, Servigné o Choderlos de Laclos también tienen su espacio. Aunque la gran estrella de este capítulo está reservado a Playboy y la revolución del espacio privado de Hugh Hefner. La exposición incluye hasta su cama redonda, que le permitía vivir en batín y no abandonar nunca su dormitorio.
La última zona, llamada Sexografías, nos acerca más a las nuevas formas de explotar la sexualidad y al futuro del deseo. Arranca con las tesis de Guy Debord y el situacionismo. A partir de allí aparecen series fotográficas de Larry Sultan y Kohei Yoshiyuki y obras de artistas como Bernard Tschumi, Jean-Didier Bergilez, Danli Wang o Ania Soliman. Incluso se recrea una sala X donde se proyecta «Garganta profunda».
El futuro se muestra con los avateres y encuentros sexuales en la red en «Simple life» o las nuevas posibilidades de la realidad virtual. «Como mejor se define esta exposición es diciendo lo que no es, y no es una muestra sobre los espacios normativos donde se practica el sexo. Tampoco habla de edificios fálicos, sino de cómo la aquitectura ha contribuído a influir en el comportamiento», dijo ayer Ferré.
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